(No a nosotros Señor, no a nosotros, sea la gloria en Tu Nombre). Thibaud de Montbard espoleó a su cabalgadura, reacia a atravesar el bosque cerrado en medio de la más absoluta oscuridad y la lluvia torrencial de aquel día de otoño. El jinete entendía la razones de prudencia del animal, que no se animaba a lanzarse en la fronda con una visibilidad casi nula, pero la gravedad y urgencia de la comisión que lo llevaba justificaban cualquier riesgo, de modo que hombre y bestia se internaron en la arboleda sin más trámite. Tres horas antes otro mensajero a caballo había llegado desde París a la encomienda templaria, con la terrible noticia de que la redada y los ataques contra las autoridades y miembros de la Orden se estaba generalizando por toda Francia e incluso habían comenzado en Alemani