Sola en una de las salas de videoconferencia de mi oficina, sonreí a la cámara mientras me desataba la blusa de seda verde mar a la altura de la cadera y la abría. Debajo llevaba un sujetador verde oscuro con tirantes finos y un lacito en el centro, como si yo fuera un regalo esperando a ser desenvuelto. Me gustaba la blusa porque el escote sugería sin llegar a ser demasiado. Eso la hacía perfecta para la oficina, y para Miguel. Sé que estaba pensando exactamente lo que yo quería, porque pareció muy decepcionado cuando lo rechacé para comer ese mismo día.
Pero en ese momento, estaba hablando con mi marido.
—Hago esto por ti, cariño, así que espero que disfrutes del espectáculo.
En un monitor de vídeo situado junto a la cámara a la que yo miraba, podía ver a Alejandro mirándome a mí a tr
