Los fríos ojos pardos se encontraron conmigo apenas yo alcé la mirada para ver a quién le había regado el café en ese carísimo traje gris. Nuestras miradas solo se encontraron por unos milisegundos, pero fueron suficientes para que yo le temiera a ese hombre. De razón que le dicen El Tiburón. Con la sola mirada ya intimida. Todos a nuestro alrededor se quedaron helados. La tensión en el ambiente era palpable. Vlad y Marcela no dijeron nada, se quedaron atrás de mí, y los tres hombres encorbatados que acompañaban a Fernando en el ascensor abrieron los ojos como platos, y uno de ellos incluso me miró con advertencia, como si yo estuviera a punto de morir. El asistente de Fernando se apresuró a limpiar el café derramado con un pañuelo que tenía en un bolsillo externo de su chaqueta.