En la Universidad las clases se desarrollaban con la misma velocidad que en cualquier otra casa de estudios, solo que Olivia aún trataba de acostumbrarse a los interminables pasillos llenos de enormes puertas de madera que daban acceso a los diferentes salones. Ese día jueves caminaba con tranquilidad hacia la salida, Adam le había prometido esperarla para llevarla a su casa y, de paso, entregarle unos cuantos apuntes que él había tomado el año anterior. Como el muchacho iba un curso más arriba que la castaña, ella le había rogado, y sobornado con un café, que le entregara aquellos papeles tan codiciados. El poseer apuntes de otros estudiantes era un tesoro para los nuevos, porque no solo les quitaba cierto peso de tener que elaborar los propios, sino que contaban con más información que s