Eduardo estacionó el carro a orillas de la residencia. Bajó y caminó en dirección de la cajuela de donde sacó una toalla que enredó al cuerpo de Olivia quien caminaba a pasos firmes y largos dispuesta a alejarse.
La tomó hasta llevarla a los hombros.
- ¡Te ordeno que me sueltes! – gritó Olivia al mismo tiempo que golpeaba en la espalda. - ¡Suéltame hijo de puta!
Él ignoró por completo sus palabras y se dispuso a entrar.
Por las escaleras Andrea escuchó gritos y malas palabras, era obvio que era de Olivia, pero ¿Por qué maldecía de esa forma? Al ver a su hermano se apresuró a decir.
- ¡Edu….!
- ¡A callar, Andrea! – Eduardo la silencio apenas ella abrió los labios.
la miró con dureza hasta el punto de oscurecer el rostro y ojos provocando en ella una capa de miedo.
- ¡No quiero
