ADRIANO —Deberías considerar decírmelo, sabes —Sus palabras se quedaron suspendidas cuando se apartó. Me miró con esos ojos marrones y labios sensuales, su figura encajando perfectamente en mi camisa negra, lo que provocó una reacción inmediata en mi entrepierna. Maldita sea, ¿por qué le había prestado esa camiseta? Adriano, eres un tonto, un completo tonto. Observé sus muslos seductores y curvilíneos y me pregunté cómo sería sentirlos alrededor de mí. Gruñí internamente y me lamió los labios antes de enfocar mi atención en su hermoso rostro. Sus ojos se desplazaron de los míos a mis labios y viceversa, intentando descifrar mi lenguaje corporal. Presioné mis dientes en mi labio inferior y lo lamí, esperando a ver cuál sería su próximo movimiento. —Te toca a ti, cariño. —En silencio, le