Capítulo 5: La joven de Vin

2096 Words
RAVEN Adriano partió de manera tan repentina que no tuve tiempo para reaccionar, salvo por el intento de contactarlo. Despreciaba perseguir a la gente; había hecho suficiente de eso en mi vida para durar hasta mi último aliento. No tenía idea de quién se creía para alejarse de mí de esa forma. Además, ¿quién le había dicho que necesitaba su protección? Había pasado años defendiéndome; una habilidad que había cultivado después de años de angustia. ¿Qué más tenía que decir para hacerle comprender que no requería ser rescatada? No era que no necesitara ayuda; simplemente no la quería. Prefería enfrentar mis propios demonios. Siempre me pareció más productivo y gratificante resolver mis propias luchas en lugar de que alguien más lo hiciera por mí. No era el tipo de persona que se apoyaba en otros. Además, siempre me había regido por el viejo adagio: la única persona en quien realmente puedes confiar es en ti mismo. La decisión de "la Serpiente" de alejarse de mí solo incrementó mi enfado. No podía creer que hubiera intentado persuadirme para que firmara su estúpido papel mientras disfrutaba de mi almuerzo. ¿Me estaba acosando o era simplemente una extraña coincidencia? Al entrar en la sala trasera, con sus cabinas de cuero rojo y mesas cubiertas con manteles, me encontré con un hombre corpulento de cabello castaño oscuro que sostenía un cuchillo junto a la garganta de un tipo vestido de beige. La intensidad con que presionaba la hoja en su cuello me hizo cuestionar si sentía dolor o si el filo apenas rozaba su piel. Había otros hombres sentados alrededor de la mesa, todos vistiendo trajes de distintos colores. La naturaleza del encuentro me hizo preguntarme en qué me había involucrado. Obviamente, esta no era una típica reunión para almorzar con amigos. Mi atención no pudo apartarse de lo que estaba ocurriendo en esa mesa, aunque el lugar estaba lleno del cálido aroma de la comida italiana, de colonia, vino y caos. En cuestión de segundos, otro hombre se precipitó hacia mí y sujetó mis manos por detrás de la espalda. Me debatí, balanceándome de un lado a otro, intentando liberarme, mientras el aroma a vino rancio impregnaba el aire debido a su aliento. La situación no podía ser más perfecta. Sus dedos atraparon mis muñecas, manteniéndolas juntas, y sacó un cuchillo de mariposa n***o que deslizó a lo largo de mi cuello, dejando la fría punta de acero en mi garganta. Mi garganta se apretó mientras intentaba liberarme de su agarre. El filo cortó mi piel, provocando un silbido entre mis dientes. Hijo de perra. Torciendo mis muñecas en su puño, me liberé y en su lugar lo agarré. Su reloj de acero hizo que se me escapara el agarre, pero atrapé su brazo por encima. Poniéndole el brazo detrás de la espalda, lo bajé a la alfombra. Presioné mi rodilla contra su columna e ignoré a todos los que jadeaban a mi alrededor. Él gimió de dolor cuando me incliné para susurrarle al oído: —Qué lástima que me guste eso. —Perra sucia —maldijo y me escupió las palabras con veneno. Sus palabras resonaron en mi mente por un momento. Toda mi vida había estado llena de suficientes apodos atrevidos como para hacerme inmune a ellos. Algunos de mis favoritos eran moza, perra, perra y perra. Nunca se equivocaron cuando me los concedieron, ya fuera en un ataque de rabia o de placer. Los adoraba a todos y los mantenía expuestos en un estante dentro de mi mente, acumulando polvo hasta que alguien se quitaba uno para tirármelo de nuevo. ¿Pero cómo sonarían saliendo de la boca de Adriano? ¿Me llamaría así mientras me inmovilizaba debajo de él? Mi mente se volvió loca al pensar en él encima de mí con sus dedos alrededor de mi garganta, llamándome su perra antes de tirarme hacia abajo para capturar hambrientamente mi boca con la suya. —Dragón, retrocede.— Podía escuchar a Adriano tratando de razonar con el tipo que tenía su cuchillo en la garganta del otro hombre—. Vinimos aquí para hablar, no para pelear. Resoplando, golpeé con más fuerza mi rodilla en la espalda del chico, haciéndolo gemir tan fuerte como para captar la atención de Adriano. Su mirada oscura se fijó en mí, observando la forma en que tenía a este hombre, que era dos veces más grande que yo, atrapado debajo de mí. Adriano se lamió los labios y poco a poco miró de arriba abajo por mi cuerpo. Moviéndome a horcajadas sobre el hombre debajo de mí, le guiñé un ojo a Adriano, ya que aparentemente le gustó lo que vio. La atmósfera se hizo más espesa entre nosotros cuando sus pestañas bajaron y sus cejas se estrecharon. Las palabras brotaron de sus labios como miel oscura en una orden profundamente arraigada, haciéndome estremecer. —Déjalo, cariño. Abriendo mis labios por un momento ante su orden, quería escuchar más. Era una debilidad mía, algo que hizo que mis rodillas se doblaran y mi corazón se acelerara. Su voz tomó el control de la situación y de la habitación y aceleró mi pulso en mis oídos. Siempre me había sentido atraído por los hombres dominantes, en especial aquellos que caminaban por el lado rudo. Hombres que sabían cómo manejar a alguien como yo. Adriano caminó hacia mí con una de sus manos en un bolsillo de sus pantalones. Mi mirada nunca abandonó la suya, mientras él se inclinaba para pasar sus dedos debajo de mi barbilla. Con un movimiento rápido, levantó mi cabeza y buscó mis ojos. —¿Vas a escuchar como una buena chica o tendré que preguntártelo otra vez? Sonriéndole con satisfacción, dejé que las palabras se deslizaran de mis labios como suave terciopelo. Eso le gustaría, ¿verdad, señora ? —No tienes idea de lo que me gusta. —Sus palabras retumbaron en su pecho por un momento, mientras inclinaba un poco la cabeza hacia un lado. —¿Está seguro de eso, «Señor»? —Lo seduje mirando entre sus embriagadores labios y los oscuros charcos de sus ojos. Me escudriñó como si pudiera serle útil y le fruncí el ceño: —Ni siquiera pienses en eso. Adriano se rio despacio y se alejó de mí, haciéndome querer rogar por su toque otra vez. Sus dedos eran tan gentiles y suaves que contrastaban con su exterior áspero. Cerré los ojos y dejé que su colonia permaneciera un poco más antes de que se disipara. Su aroma era jodidamente adictivo: miel, canela, humo, bourbon y pecado. Él se alzaba sobre mí. —Tienes una verdadera habilidad para invadir mi privacidad. Lo miré con grandes ojos, bajando las pestañas, fingiendo inocencia. —No puedo evitar ser un gatito curioso. Adriano puso los ojos en blanco y apretó la mandíbula. Al observar el sutil movimiento de su labio inferior con cada movimiento de su mandíbula, supe que lo tenía. Excavé bajo su piel, me calcé allí y grabé mis iniciales. Algo en eso alimentó mi confianza. ¿Hasta dónde podría empujarlo? Dándole al hombre debajo de mí un último empujón fuerte, me levanté y caminé hacia Adriano balanceando las caderas. Avanzando un paso hacia él, retrocedió dos. Bailamos hasta que su espalda tocó la parte trasera de la cabina de cuero rojo. Presionando mi cuerpo contra el suyo, bajé la mirada hasta su corbata carmesí. Mi mano temblaba de anticipación mientras extendía la mano para pasar los dedos por el material de seda. Su atención se centró en mí y no en nadie más en la habitación mientras envolvía su corbata alrededor de mi puño y lo bajaba a mi nivel. Sus ojos de color medianoche se encontraron con los míos, y le sonreí antes de dejar que las mismas palabras salieran de mis labios en un tono sensual. —¿Vas a escuchar como un buen chico o tengo que preguntártelo de nuevo? Un gruñido emanó de su pecho mientras me miraba con una mirada interesada. Podía sentir su dura polla flexionarse contra mi cadera y supe que tenía toda su atención. Alcanzando los dedos de mis pies, pasé la otra mano por sus musculosos pectorales y abdominales para acariciar su longitud endurecida a través de la fina tela de sus pantalones y le susurré al oído: —No puedes resistirte a mí, ¿verdad? Llevó sus suaves labios al punto de mi pulso y los separó para morder mi cuello, haciéndome jadear de placer ante el ligero dolor. Sus caderas rodaron mientras se apoyaba contra mi mano con necesidad. Gimiendo contra su oído, miré por encima de su hombro para captar la atención del chico bronceado. —Provocar— Adriano gruñó contra mi piel. Mordió más fuerte y chupó para dejar una marca, desviando mi atención del otro hombre—. Ojos puestos en mí. Alejándome y mirándolo a los ojos, noté que sus pestañas bajaban por la excitación. Me agarró la barbilla y sus labios se posaron sobre los míos. Su cálido aliento recorrió mis labios y ansiaba besarlo. Agitando las pestañas, abrí los ojos y susurré: —No serías el primer imbécil en llamarme así. —Me lo imaginé. —Adriano me tocó las manos y las sacó de su corbata y su pene antes de tirarlas a un lado—. Tengo trabajo que hacer. Cruzándome de brazos, lo vi caminar detrás del tipo del traje color canela. Su mirada se cruzó con la mía mientras sacaba su Glock negra y de repente la amartillaba y la presionaba contra la sien del chico. —Oh, mierda.— Tapándome la boca con las manos ante la impactante visión, las palabras brotaron de mis labios. Después de que pasó el shock inicial, me relajé nuevamente. —Ya he terminado de jugar. Dime por qué me llamaste aquí hoy —exigió Adriano, presionando con más fuerza el cañón de la pistola contra el hombre. —Está bien, está bien, Tony "Anaconda" te está persiguiendo —el hombre declaró, aparentemente sin problemas. —¿"Anaconda"? ¿Así se llama por tener un atributo inusual o algo? —reí, incapaz de entender por qué alguien se haría llamar así. Adriano sonrió, y me lanzó una mirada cargada de locura, retirando temporalmente el arma para girarla en su mano. —Más bien por ser conocido por lo contrario: todo el mundo dice que es pequeño. Reí aún más fuerte, sorprendida por la ironía de la situación. ¿Cómo se le ocurriría a alguien ese apodo si fuera todo lo contrario? —¿Por qué no escuchas lo que este tipo tiene que decir? —el hombre bronceado frunció el ceño. —Está bien, está bien, Tony está buscando una confrontación en los muelles porque quiere que envíen su mercancía —el hombre respondió. —No estoy buscando negociar —declaró Adriano, presionando la pistola contra la sien del hombre. —Es una lástima que hayas venido a visitarlo. Al menos podrías mostrar un poco de cortesía escuchándolo. —El hombre escudriñó el suelo, incapaz de mirar a Adriano directamente debido a sus movimientos. ¿Qué diablos estaba ocurriendo a mi alrededor? Solo había escuchado hablar de tratos turbios en los muelles en películas de acción, y ni siquiera estaba segura de que eso ocurriera en la vida real. Todo esto me parecía una locura. El hombre conocido como "Dragón" propinó un puñetazo en la nariz del hombre. El crujido de los huesos rompiéndose hizo que me estremeciera y sintiera la adrenalina corriendo por mis venas. Observé cómo su piel alrededor del ojo se oscurecía y se hinchaba en cuestión de segundos. —Oye, ¿no eres la hija de Vin? —dijo el hombre, sorprendiéndome con la mención del nombre de mi padre. Los nombres pronunciados por extraños eran como un lenguaje extraño para mí, incomprensibles y sin sentido. Las miradas acusadoras de todos en la sala se centraron en mí, como pesadas cadenas que me anclaban a la Tierra. Me dejé llevar por el momento y pregunté: "¿Quién era este tipo? ¿Cómo podría conocer a mi padre? No era un cliente regular en el Viper Bar y ni siquiera lo había visto allí. Y en última instancia, ¿por qué me importaba?" Decidí que no me importaba. Alzando el puño, le di un puñetazo en la mandíbula y lo dejé inconsciente. ¿Por qué habría de importarme si alguien juzgaba mi comportamiento? No les debía nada. El dolor en mis nudillos por el impacto avivó mi adrenalina y me hizo desear más.
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