Prólogo

1078 Words
Año 1433 Con la persecución de la iglesia católica en la época medieval, donde los lobos eran considerados seres diabólicos y malignos, Accalia y Sigmur como jefes de la manada, deciden huir a través del bosque hasta llegar a un pequeño pueblo al Este de Beira Baixa en la frontera con la provincia de Cáceres. Los acompañan el más viejo de los lobos, Varkolak, quien comanda al resto del grupo; solo así, Accalia y Sigmur estarían seguros de que Varkolak no moriría devorado por el resto de los animales salvajes. Con ellos tres a la cabeza, el resto seguiría vivos. Los tres lobos restantes son: Boris, Weerwolf y la lobezna Mingan, llamada así por lo grisáceo de su hermoso pelaje. En medio del bosque frondoso y oscuro, la manada de lobos corre a toda velocidad, con el peligro acechándolos a cada paso. El sonido de los disparos resuena en el aire, acompañado por los aullidos aterrados de los lobos que huyen desesperadamente de la cacería humana. Los lobos, con sus pelajes oscuros y ojos brillantes, se mueven ágilmente entre los árboles buscando refugio y protección en medio de la maleza espesa. Sus patas golpeaban el suelo con fuerza, dejando huellas profundas en el barro, mientras se esfuerzan por escapar de sus perseguidores. Los cazadores, armados con rifles y perros rastreadores, los siguen de cerca, dispuestos a capturar a la manada y acabar con ellos, cumpliendo con la tarea que le ha sido encomendada. Sin embargo, los lobos demuestran una destreza y agilidad sorprendentes, evitando las trampas y emboscadas preparadas por los humanos. A medida que la persecución continúa, la manada de lobos se mantiene unidos, buscando una ruta de escape para liberarse de los cazadores. A pesar del miedo y la angustia, los lobos demuestran su valentía y lealtad inquebrantables entre ellos, protegiéndose mutuamente en su lucha por sobrevivir. Finalmente, después de horas de huida frenética, la manada de lobos logra encontrar un refugio seguro en lo profundo del bosque, lejos de la amenaza de sus perpetradores. Allí, entre la penumbra de la noche y el susurro de las hojas, los lobos descansan exhaustos, pero aliviados sabiendo que han logrado escapar de la muerte una vez más y que su instinto de supervivencia los ha guiado hacia la libertad. Finalmente y a salvo en una pequeña cueva, en medio de la oscuridad bajo el resplandor de la luna llena, la pareja aúlla, rodeando el cuerpo de Varkolak, quien ha sido herido por los cazadores durante la temible persecución. Aún así y para no poner en riesgo a la manada, el viejo lobo continúo corriendo; sabía que si se detenía, Accalia y Sigmur no lo dejarían solo y terminarían asesinándolos a todos. Varkolak se mantuvo con ellos hasta el final a pesar de la perforación en su costado izquierdo. Por suerte, el proyectil había taponado la herida evitando que la sangre saliera a borgollones y permitiéndole llegar a salvo al pequeño pueblo. Alrededor del agonizante lobo, Accalia y Sigmur, hacen un conjuro lunar, implorándole a la Diosa de la noche por la vida del Alfa y pidiendo como deseo de luna llena, ser transformados en humanos, entregando a cambio su inmortalidad y las de sus tres hijos. Sigmur es el primero en percibir la metamorfosis de su cuerpo de animal a humano, comienza a sentir el cambio, las coyonturas de sus patas delanteras y traseras se vuelven al reverso, provocando un dolor intenso y desgarrador; su cuerpo se va estirando lentamente, sus músculos y nervios obtienen una rigidez corporal extrema y su columna vertical adquiere forma curvilínea, el pelaje se interna entre los poros de su piel y una capa gruesa de piel los recubre. Sus orejas y trompa son absorbidas por la piel gruesa y sus largos colmillos se incrustan en las encías. Si alguien creía que la habilidad licantrópica del hombre para transformarse en lobo era dolorosa, deben saber que esta metamorfosis es en extremo superior, porque el cánido no solo abandona su forma, sino su propia esencia luchadora y su espíritu libre. Su único deseo, era lograr en ese momento la preservación de su r**a y evitar a toda costa la extinción de su especie. El proceso de mimetización es bastante rápido, Accalia y Sigmur se comportan como verdaderos humanos y se encargan de la crianza de los tres lobos, quienes al comienzo aparentan ser tres lindos cachorros ante la vista del resto de los habitantes del poblado, pero que al cumplir su edad adolescente, se transformarían, al igual que sus padres, en humanos. El ritual se cumple de acuerdo a lo pactado aquella noche. Es la primera luna del año, conocida así porque en la época invernal, los lobos vagan y aullan hambrientos en busca de comida. Su aullido es tan sonoro que se escucha en todas las aldeas aledañas. Sigmur conduce a sus tres hijos, lo más lejos del pueblo, Accalia los sigue de cerca, como madre, mientras piensa en el destino de su cría. Tendrán que someterse a su propio instinto y ocultar su naturaleza. Vivir una doble vida. Veintiún día de cada mes, siendo humanos y siete días, apenas volviendo a su estado natural en la noche de luna llena. Esa noche de luna llena, en lo profundo del bosque, el grupo de lobos se reúne en un claro rodeado de árboles centenarios. El resplandor plateado de la luna ilumina el lugar, creando una atmósfera misteriosa. Los tres lobeznos se sientan en círculo alrededor del altar de piedra donde arden las llamas de la hoguera sagrada. El líder de la manada, comienza a aullar como una especie de canto ancestral en honor a la luna y a los espíritus de la naturaleza. Uno a uno, los lobos se acercan al altar y depositan ofrendas de hierbas aromáticas, flores silvestres y piedras preciosas, como símbolo de respeto y gratitud hacia los poderes de la luna. El aire se impregna de una energía vibrante y mágica, mientras los lobos invocan la fuerza de la luna para llevar a cabo su transformación. Con movimientos rituales y cantos ancestrales, los lobos comienzan a cambiar lentamente. Sus cuerpos se estiran y contorsionan, sus pelajes se desvanecen para revelar piel humana, y sus garras se transforman en manos y pies delicados. Uno a uno, los lobos se convierten en humanos, manteniendo sus miradas fijas en la luna mientras completan su metamorfosis. Los tres lobos son conjurados esa noche y transformados en humanos, al igual que Sigmur y Accalia.
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