** Perspectiva de Noah
Vi a Aria desaparecer por la calle poco iluminada antes de regresar por donde vine. Experimenté una leve punzada de pérdida que vibró en mi pecho, sabiendo que era improbable que volviera a verla.
Era consciente de su trabajo como prostituta, pero no podía evitar ese sentimiento persistente. Su fragancia era diferente a la de las otras lobas; era vibrante y atractiva, y cada vez que inhalaba, deseaba más.
Sacudí la cabeza y reprimí esos sentimientos. Aún tenía un trabajo que completar.
Marqué el número de Atlas, quien respondió después de unos cuantos timbres.
—Hola, Atlas. Dejé a tu chica como acordamos —dije—. Por favor, dime si tienes algo para mí o si esto fue una pérdida de tiempo.
—Mi niña, ¿verdad? —reflexionó Atlas. —Entonces es el momento oportuno; uno de mis informantes podría tener una pista sobre tu espía fugitivo. Solo sé amable con ellos; a mis empleados generalmente no les agrada tratar con personas como ustedes, de cuna privilegiada. No querría que los asustaras.
—Seré cortés —respondí.
—Muy bien —dijo Atlas. Lo encontrarás en la esquina de Bleak Street. Las palabras clave son "velo lunar" y "katana".
Regresé al barrio rojo, una área que detestaba por completo. Sin embargo, el deber se anteponía a los sentimientos personales, y eso era una base moral fundamental para cualquier manada. Seguía las órdenes de mi Alfa, incluso si odiaba cada palabra que salía de su boca.
Me aproximé a Bleak Street y, tal como Atlas lo había descrito, encontré a un hombre vestido de n***o y azul esperándome.
—Velo lunar —dijo el informante.
—Katana —respondí—. Entra y dime lo que sabes.
El informante se sentó en el asiento del pasajero y me entregó un sobre. Lo abrí y encontré fotografías de Tony en varios lugares de los distritos exteriores de la ciudad; todas habían sido tomadas al menos un mes antes de que Tony se fugara.
—Nos mantenemos alerta ante las caras nuevas que ingresan a nuestros territorios, especialmente aquellas que claramente no nos pertenecen. Incluso podríamos tener a algunos de ustedes registrados en nuestro sistema —dijo el informante—. Tu hombre fue visto regularmente en los distritos exteriores, generalmente para reunirse con una mujer sospechosa de ser informante de la manada Hanson. Desafortunadamente, utiliza hechizos de ilusión que impiden su reconocimiento, ya sea en persona o en una foto.
—¿Cómo sabes que siempre se encuentra con la misma mujer? —Pregunté, examinando detenidamente la imagen borrosa de la mujer.
—Ella siempre viste el mismo vestido rojo cuando se hace pasar por prostituta —explicó.
Mis ojos se abrieron al darme cuenta y sentir rabia. A pesar de la imagen borrosa de la mujer, pude reconocerla claramente por su figura y el vestido: no había duda de que me resultaba familiar.
La forma en que se inclinaba sobre Tony en el callejón, cómo intentaba protegerlo... ella no era una prostituta. Era otra espía de la manada de Hanson. Y me había tomado por un tonto.
Todo lo que me había dicho, la conversación íntima que tuvimos mientras arreglábamos el auto, todo era solo una artimaña para distraerme y bajar mi guardia.
—Fuera —le dije al informante con peligrosa calma.
Sintiendo mi ira latente, el hombre salió del auto sin decir una palabra.
Corrí de regreso al barrio pobre donde había dejado a Aria. Ella me proporcionaría algunas respuestas.
Perspectiva de Aria
Mi puerta se abrió de golpe y entró una figura alta y oscura en la casa, irradiando furia. Un olor familiar que resonaba en lo más profundo de mi ser me hizo darme cuenta de quién era. Era Noah. Había regresado.
Mientras lo observaba, sus ojos se movieron entre Henry y yo, ampliándose antes de fruncir el ceño.
De repente, recordé la posición en la que me había encontrado mientras trataba a Tony y lo que Noah había asumido. ¿En serio podía pensar eso...?
—¿Creíste que podrías seducir a Henry también? —gruñó enojado—. Sé que estabas conspirando con el espía de Hansen, Tony. ¡Debería haberlo sabido de inmediato!
¿De qué estaba hablando? ¿Este hombre había irrumpido en mi casa y me estaba acusando de ser una espía de la manada con la que tenía problemas? Era completamente absurdo.
Logré liberarme de Henry y lo ayudé a ponerse de pie. Estaba a punto de enfrentar a Noah y sus absurdas suposiciones cuando Henry habló primero.
—¡Cálmate, muchacho! —gruñó Henry—. No tienes ninguna razón para estar aquí mientras Tony sigue prófugo, y hacer acusaciones infundadas sin pruebas no es la forma en que hacemos las cosas.
—¡Oh, eso es irónico viniendo de ti! —respondió Noah—. Un anciano que viene a un barrio pobre en busca de compañía porque ninguna otra mujer lo quiere. Ser un pervertido lujurioso a tu edad es una vergüenza.
—¡Sal! —gritó Henry. —¡Vete antes de que te saque a la fuerza!
Noah no dijo nada más, arrojó una prenda de vestir al suelo y salió de la casa, cerrando la puerta con fuerza, como si toda la casa fuera a derrumbarse.
Me di cuenta de que lo que había arrojado era la chaqueta que había olvidado en su auto la noche anterior. Una parte de mí anhelaba al Noah de esa noche, no al hombre que había irrumpido violentamente en mi casa.
—Lamento mucho el comportamiento de mi hijo —se disculpó Henry en tono de disculpa—. Estoy seguro de que esto no es lo que tenías en mente para hoy.
—¿Él es... tu hijo? —Pregunté en estado de shock. Este escenario parecía demasiado loco para ser una coincidencia.
Serví un trago de ginebra y lo bebí rápidamente. Henry tenía razón; esto estaba muy lejos de lo que había imaginado.
—Sí —respondió Henry solemnemente—. Lamentablemente, ha heredado mi mal genio.
¿Cómo me había metido en este lío? ¿Ayudar a las personas equivocadas dos veces seguidas? No, nunca había considerado a ningún paciente indigno de ser curado. Pero seguro estaba acortando mi esperanza de vida al involucrarme con ellos.
—Ahora volvamos a nuestro trato —dijo Henry mientras volvía a sentarse—. Durante las últimas décadas, mi manada ha estado enemistada con la manada de Hansen. Ambas somos las familias más poderosas de Romulus City y hemos estado luchando por el control durante años.
—Anoche hubo un enfrentamiento entre nosotros. Durante la pelea, mi enfermedad, que creía haber vencido, volvió a surgir y me vi obligado a huir y buscar un curandero... es así como te encontré en tu puerta.
—Aunque te agradezco por tratarme anoche, la verdad es que necesito un sanador que esté conmigo en todo momento mientras esta guerra entre los Bergmann y los Hanson se desarrolla. Estará a mi servicio durante un año, y me aseguraré de que recibas el salario más alto para un sanador, además de una licencia.
Todo esto sonaba como un sueño. ¿Trabajar para Henry Bergmann durante un año y que todos mis sueños se hicieran realidad, todas mis luchas llegaran a su fin? Pero algo en esto simplemente no cuadraba.
—¿Cuál es la trampa? —Le pregunté.
—Eres perspicaz, veo —sonrió Henry—. El problema es que nadie puede saber que estoy siendo tratado por una enfermedad hereditaria. Eso nos pondría en una posición vulnerable si mis rivales se enteran de mi condición. Por lo tanto, para justificar adecuadamente tu presencia constante a mi lado, tendrías que convertirte en mi esposa.
El vaso de ginebra se deslizó de mi mano y cayó al fregadero con un fuerte estruendo.
—¿Perdón? —Dije, mi voz cargada de incredulidad ante esta situación.
—Estoy seguro de que hay muchas mujeres en este barrio pobre que se desmayarían ante una propuesta como esta, pero el matrimonio nunca ha estado en la cima de mi lista de prioridades —añadí, tratando de comprender la magnitud de lo que Henry estaba proponiendo.
—Por favor, no malinterpretes mis intenciones, querida —dijo Henry, levantando las manos—. Este sería un matrimonio solo sobre el papel. Podrás ponerle fin tan pronto como termine el año o una vez que finalice la guerra.
—No voy a mentir, será un riesgo para ti, pero al final obtendrás todo lo que siempre has deseado.
—¿No sería sospechoso que un hombre de tu posición se casara con una mujer de los barrios bajos? —Le pregunté—. Si yo fuera tu enemigo, seguramente me sorprendería.
—Tienes razón en eso —concordó Henry—. Pero un hechizo de ilusión y una identidad falsa que te presente como la heredera de una rica empresa minera calmarían esas cejas levantadas. No será necesario que estés a la vista del público durante largos períodos, lo que ayudaría a evitar preguntas incómodas.
Henry se levantó una vez más y se sirvió un vaso de ginebra.
—¿Qué dices, Aria? —preguntó, levantando su copa—. ¿Tenemos un trato?
Observé la habitación por un momento. Mi sala y mi cocina, llenas de moho y grietas en sus techos y paredes; el pequeño dormitorio en la esquina de la casa que apenas tenía espacio para una cama. Este lugar apenas se mantenía en pie, y me quedaría en la calle nuevamente si no aceptaba la oferta de Henry.
Pero mi padre siempre me había enseñado a ser escéptica sobre aquellos que controlaban la ciudad.
—Somos recursos para ellos, Aria —me decía—. Nos usan y abusan de nosotros porque tienen dinero. Si nos muestran amabilidad, es solo porque quieren arrebatarnos el alma.
Tendría que ofrecer mis disculpas a mi padre en el más allá, porque en este momento, mis opciones eran limitadas.
Levanté mi vaso y choqué contra el de Henry.
—Trato hecho —susurré con precaución.
—Fantástico —sonrió el Alfa—. Reúne las pertenencias que necesites. Uno de mis hombres te llevará con nuestra modista de confianza y te proporcionará la vestimenta adecuada para tu papel como Luna.
—También necesitaré algunos materiales si quiero tratarte adecuadamente —dije de inmediato—. Sea cual sea la enfermedad que tengas, no se parece a nada que haya visto.
Los ojos de Henry se oscurecieron al recordar su propia mortalidad.
—Soy consciente —dijo con melancolía—. Elabora una lista de lo que necesitas, y me aseguraré de que todo esté disponible para ti una vez que llegues a mi propiedad.
Henry se puso la chaqueta sobre los hombros y salió de la casa.
—¡Noah! —gritó—. ¡Serás el escolta de Aria por hoy!