- ¿Qué piensas hacer amiga? -le pregunta su amigo Jhon Jean cruzándose de brazos en busca de una respuesta- No puedes seguir sumida en la tristeza, tienes que sacudirte esa mala vibra.
- Sí, tienes razón amore, pero no sé qué hacer -le responde Adara con pesar-.
- A ver, vamos a poner orden -le dice Jhon parándose del sofá que comparte con ella- esta no es la Adara que conocí -hace una pausa girando la cabeza alrededor como si buscara algo- ¿dónde carrizo la habrá dejado el idiota ese? -hace otra pausa señalándola- Mi amiga, que no sé dónde está escondida, es una niña llena de vida y luchadora. No este espanta pájaros que tengo al frente -completa Jhon señalándola de pies a cabeza-.
- Tal vez Oberto la asesinó y ni cuenta me di -le responde Adara amargamente-.
- ¡Por Dios Adara! deja el drama -le reclama Jhon dando palmadas de mano-, el hecho de que ese troglodita neandertal no haya sabido valorar a la tremenda mujer que tuvo a su lado, no quiere decir que te vas a dejar morir -de un tirón le quita la manta que tiene sobre las piernas al tiempo que le grita dándole ánimos- vamos a arreglarte ese cabello y ponerte más guapa de lo que eres, él se lo pierde; además que no hace falta, y menos si solo viene para seguir maltratándote -le dice encaminándose hacia la cocina- párate de ese mueble y anda a darte una ducha para ponerte bella.
Tal como se lo pidió, sintiendo el cuerpo pesado, Adara se dirigió hasta su habitación para tomar una ducha.
Mientras el agua corre por su cuerpo, piensa que su amigo tiene razón, debe salir de ese estado de tristeza y desolación en el que se encuentra desde hace seis meses que tomó la decisión de terminar la relación con Oberto. Al reconocer esto, concluye que más bien se había tardado en decidirse, demasiados maltratos y humillaciones le aguantó.
Desde el día que él salió de su apartamento junto con todas sus pertenencias, Adara se encerró buscando esconderse del mundo, tratando de esconder a la mujer que, según las palabras de Oberto, no sería del agrado de muchos. Si bien iba a su trabajo todos los días, buscaba la forma de no tener contacto con nadie más que no fuera ella misma, se hizo asidua de los sistemas de delivery para no exponerse a la vista de las personas en los supermercados o cualquier otro lugar concurrido.
Estando en la calle, se sentía extraña, parecía como si no fuera parte de ese mundo en el que creció y se hizo una mujer profesional. Gracias a las palabras ofensivas y las constantes humillaciones de Oberto, Adara se menospreció, se olvidó de sus logros, de lo lejos que había llegado, incluso antes de conocerlo a él.
Si la intención de Oberto era marcarla de por vida, parecía que estaba logrando su objetivo, pues de no ser por Jhon y Diana Matheus, la otra amiga de Adara, la tristeza terminaría acabando con su vida.
La depresión que la ha acompañado estos días es enorme. Pasó días sin comer, solo alimentaba su cuerpo con pequeños sorbos de agua y café, y de vez en cuando panes y comidas no saludables. El recurso de la buena alimentación para garantizar una buena salud no era algo que le importara mucho, pues las ganas de dejarse morir, marcaban los pasos de su día a día.
Se negaba a hablar con sus padres, con los dos únicos amigos que conservaba y con cualquier otra persona que intentara acercársele.
Gracias a Jhon y Diana, apenas hace un mes, comenzó a notarse un cambio en su vida. Obligada por ellos, se sometió a una evaluación médica, había bajado considerable y notablemente de peso, y por la insistencia de ellos, con la intención de distraerla, aunque en muy pocas ocasiones, ha accedido a salir si quiera a tomarse un café.
Sus amigos al notar el daño tan grande que la actitud de Oberto causó en ella, destruyendo por completo la confianza en sí misma, hasta convertirla en la persona más insegura que han podido conocer. Se propusieron ayudarla a salir de ese estado. Para ellos Adara es un ser único, valioso, una mujer que no merece en la vida, sino ser feliz y premiada por su buen corazón. Lamentan enormemente que en su camino de buscar ser feliz, se haya topado con un ser con sentimientos tan destructivos como Oberto.
A sus veintinueve años de edad, Adara, pese a ser una chica de talla baja, tiene aproximadamente la estatura de un niño de siete años de edad, es independiente, profesional, dedicada a su trabajo y a sus padres, proviene de un pequeño poblado donde los habitantes, son tan escasos que cada uno conoce la historia de vida de su vecino, viven como si fueran una sola familia, el dolor y las alegrías de uno, es el dolor y la alegría de todos los habitantes de ese poblado.
Solo los que deciden alejarse por buscar hacerse de un futuro mejor, se ven apartados físicamente de la vida que discurre en el poblado que la vio crecer. De los chicos con quienes compartió en la infancia desconoce sus vidas, se enfocó tanto en sus estudios y en lograr cumplir sus sueños, que si no fuera por sus padres se sentiría una extraña en su tierra.
Si bien eventualmente los visitaba en fechas festivas, no es de las que comparte con los vecinos por timidez, es totalmente introvertida, prefiere pasar el día encerrada en casa leyendo un libro, cocinando o realizando cualquier actividad con tal de no verse sometida a la mirada escudriñante que los habitantes de su pueblo suelen dirigir a todo lo que parece ser diferente de la vida a la que ellos están acostumbrados.
Totalmente alejado de los comentarios maltratadores de Oberto, Adara es una chica simpática no solo internamente sino también físicamente, pues es una mujer morena, delgada, cabello castaño oscuro, ojos marrones, y cuerpo perfectamente definido pese a ser de baja estatura, podría decirse que es bella, pero con la particularidad de que su belleza escapa de esa que se encuentra en cualquier lado, sino que es una belleza de esa que no está al alcance de la vista de cualquier ser acostumbrado a lo común.
- Ninfa de los bosques encantados ¿terminaste? –le grita Jhon desde la habitación- ¿No me digas que decidiste irte por el sumidero? –le pregunta en tono de gracia-.
- Noo pedazo de loco, ya voy –le responde Adara terminando de enjuagar su cuerpo del exceso de jabón producido por el champú y del jabón para la piel-.
- Apúrate, que preparé café, a falta de un buen licor, no me quedó más opción que eso, te espero en la sala –le grita mientras sale y la vuelve a dejar sola-.
Sonriendo por la forma de ser de su amigo, que es gay y con una personalidad única, Adara abandona la ducha envuelta en una toalla y va directo a su closet al tiempo que recoge su cabellera abundante en otra toalla bastante gruesa que le permite absorber el exceso de agua.
Entretenida, buscando que atuendo ponerse, admite para sí misma que sus amigos tienen razón, ya es tiempo de que tome una decisión sobre el rumbo de su vida.
Ello por cuanto, a estas alturas solamente tiene dos opciones, una, terminar de dejarse morir atentando contra su vida como lo había venido haciendo silenciosamente, o simplemente afrontar la situación, levantarse elegantemente de este tropiezo, al tiempo que ella misma, sin la ayuda de nadie, se sacuda el polvo de esta última experiencia, adopte una postura firme, con el pecho erguido, la frente en alto, mirada hacia el horizonte y dé los pasos que sean necesarios para salir del lodo en el que la dejó tirada la actitud destructiva del protagonista de su última relación; ello si quiere seguir luchando por salir adelante con la mejor de las actitudes.
Adara habiendo probado los sinsabores de la primera opción, antes que continuar lamiendo sus heridas y lamentándose por un pasado que le dejó amargas experiencias y un futuro que no ha llegado ni sabe si llegará ni de qué forma, opta por la segunda opción.
Decide que a partir de este momento hará un cambio en su vida, un cambio que le permita disfrutar de las maravillas que este mundo pueda ofrecer de la mano de sus dos fieles compañeros, Jhon y Diana, sus cómplices y paños de lágrimas.
- Hasta que al fin -le dice Jhon en tono exagerado apenas la ve aparecer en la sala de estar-.
- Deja el drama -le responde Adara sonriente-, ¿dónde está el café que me ofreciste? -le pregunta mirando a los lados-.
- Ya voy a servírtelo -le responde sacudiendo las manos en el aire mientras entra en la cocina- quítate ese trapo de la cabeza, vamos a dejarte bella mi pequeño terroncito de azúcar -le pide Jhon con el cariño que normalmente la trata desde que la conoció-.
Adara y Jhon tienen una amistad que data de muchos años atrás, incluso antes de conocer a Oberto. Se conocieron en el salón de belleza al que ella, el día de su graduación, acudió para arreglarse el cabello. Jhon admirado por la actitud de esa pequeña mujer que entró al salón derrochando confianza en sí misma y una fortaleza que no había visto en ninguna mujer de estatura promedió, se peleó con otra compañera de trabajo por atenderla, al punto de terminar saliéndose con la suya, dejándola radiante para el día más importante de todos en su lucha diaria. Desde ese día eventualmente ella asistía al salón para que él y sólo él, le diera los toques mágicos necesarios para verse diferente. Hasta el sol de hoy, más que amigos, parecen hermanos.
- Tomé una decisión -le dice Adara mientras él se para detrás de ella para comenzar a darle los toques de belleza prometidos-.
- Cuéntamelo todo –le responde Jhon volviendo a pararse al frente de ella espetado-.
- Voy a hacerles caso a ti y a Diana, retomaré mi vida -le responde tomándose un sorbo de café-.
- Dios -poniéndose la mano derecha en el pecho Jhon le responde en forma dramática- Pensé que me iba a decir que ibas a buscar al patán de Oberto.
- Para nada, pierde cuidado con eso; si de mí depende, jamás en la vida quiero saber de él –le dice extendiéndole una mano para que la apriete en solidaridad-.
- Volvió mi amiga, mi hermana –en lugar de tomar su mano Jhon la abraza alegre celebrando su decisión- siendo así, hagamos honor a esa decisión -le dice volviéndose a parar detrás de ella y empezar a secar su cabello- manos la obra.
Con la intención de dar pasos definitivos para salir de la depresión, Adara no solo se hizo un cambio de look ese día, sino que también al día siguiente, fue con sus amigos al centro comercial a comprar varios atuendos que la hicieran ver diferente y le ayuden a olvidar su vida anterior.
El lunes, empezando la semana, al llegar a su oficina lo primero que hizo fue pedir cinco días de permiso de sus vacaciones para ir al pueblo donde viven sus padres. Ellos, al igual que sus amigos, merecían una disculpa y una explicación por tanto abandono, cuando solo querían ayudarla a recuperarse de su fracaso.
Animada, pues le aprobaron el permiso para el viernes de la siguiente semana, pasó el resto de los días finiquitando varios pendientes en el trabajo, compró obsequios para sus padres, y al final de alguno de esos días, después del trabajo, se encontró con sus amigos, quienes la invitaron a compartir un rato antes de que se encerrara en la soledad de su apartamento. Temían que su pequeña amiga recayera en la depresión.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Adara se encargó, sin expresar palabra alguna, de demostrarles que la decisión que había tomado era una realidad, no tenía marcha atrás. Oberto y toda su maldad, habían quedado en el olvido, o por lo menos ella daba muestras de haber comenzado a olvidar.
El día fijado para ir a la casa de sus padres finalmente llegó. Les daría la sorpresa. Ninguno de los dos sabía de su viaje. Se despertó temprano, desayunó, se arregló con el mayor de los esmeros para encontrarse con las dos personas más importantes de su vida. Antes de salir de casa, revisó la maleta por última vez, para que no faltaran los obsequios que había comprado para cada uno de ellos.
A media mañana, una hora antes de la fijada para la salida de su vuelo, se encontraba en la sala de espera del aeropuerto, al pendiente del llamado para abordar el avión a la capital, donde debía tomar un taxi que la llevara hasta su pueblo natal. Distraída en sus pensamientos, no escuchó el primer llamado, de ello se dio cuenta solo cuando una señora le gritó a un niño que se apresurara porque el vuelo a la capital estaba de salida.
Apurada y nerviosa por no haber prestado atención al primer llamado y al darse cuenta que las ruedas de la maleta parecieron trabarse, lo cual le dificultaba moverla, se sintió frustrada. Intentó varias veces moverla, pero se le dificultaba, parecía una labor titánica para una persona de su estatura, pensó en llevarla en brazos descansando por pedazos, pero en seguida desechó la idea, a menos que quisiera ganarse un severo dolor en la columna.
Ante tal evento, la frustración poco a poco fue aumentando hasta llegarle a lo alto de su rostro, el cual parecía calentarse haciéndola transpirar. Sentía que luchaba y luchaba por mover la maleta sin éxito alguno. Parecía como si de mover una piedra enorme se tratara.
- Parece que tiene un pesado problema entre esas pequeñas manos ¿Puedo ayudarla con eso? -una voz varonil invadió los oídos de una Adara distraída, preocupada y molesta, pensando que había comenzado su día con mal pie-.
- Di.. disculpe, se trabó la maleta y ya mi vuelo está por salir -le responde Adara nerviosa al darse cuenta que el dueño de esa voz es aún mejor que la melodía que pareció escuchar cuando le hablo, “Dios mio, que espécimen”, “el sueño de toda mujer”, piensa nerviosa y suspirando para sus adentros- si no es molestia, se lo agradecería -culmina diciéndole con inseguridad-.
- Si fuera así, no me le hubiera ofrecido señorita -le responde el magnífico hombre parado frente a ella mirándola fijamente a los ojos, cuya altura le dobla en centímetros y la obliga a alzar la cabeza inclinándola levemente hacia atrás, como cual niña-.
- Gra… gracias -le contesta con duda-.
- Camine y le sigo el paso -le pide con voz seductora-.
Sin responderle, Adara tomando su bolso, se encamina al área de equipajes, donde una vez que este deposita la maleta en el lugar correspondiente, voltea a verla fijamente.
- Encantado de haberle ayudado señorita -le dice en voz baja pero perfectamente audible-.
- Nuevamente gracias -le contesta Adara sintiéndose aún más nerviosa-.
Sin darle tiempo de decirle nada más, supone ella dejándolo allí parado, Adara en estado de nerviosismo, sin atreverse a mirar atrás, se encaminó a abordar el avión que le corresponde.
Entre el proceso de abordar el avión y la emoción de ver a sus a padres después de tantos meses, la mantuvieron más distraída de lo habitual, la ansiedad la carcomía. Si bien mientras el vuelo avanzaba a su destino, recordó en dos oportunidades al apuesto hombre que amablemente la ayudó, la expectativa de lo que vendría en la sorpresa que daría a sus padres la obligó a hacerlo a un lado en sus pensamientos.
Muy en el fondo el subconsciente le recordaba, que era una pérdida de tiempo pensar en ese hombre, y demasiado ambicionar imaginarse con un hombre con su porte. No lo volvería a ver en la vida, y si acaso ello sucediera, sería como ver un vestido caro en un aparador de una tienda exclusiva, inaccesible por falta de presupuesto. Bueno, similar sería su suerte con esta maravilla de hombre, inalcanzable para ella, pero por falta de atributos físicos, por sobre todo, unos cuantos centímetros de estatura.
Al darse cuenta de lo disparatado de sus pensamientos, se dio dos toques en la sien con la mano derecha, como si con ello fuera a borrar la absurda comparación que acaba de hacer. Aunque para nada desecha la conclusión de esa comparación. Sonriéndose por ello, al ver que había llegado a su destino inicial, se puso de pie para desembarcar. Respira profundo, notando que había llegado sana y salva.
Bajó del avión con tranquilidad, porque se encontraba dentro de la hora que había previsto en su itinerario. Como lo había prometido, mientras espera por su equipaje llamó a su amigo Jhon para informarle haber llegado bien. Después de ello, habiendo finiquitado la entrega de su equipaje, se encamino hasta la entrada del aeropuerto en busca de un transporte que la llevara a su destino final: la casa de sus padres.
Estando a la espera del transporte privado que le anunciaron llegaría en media hora para llevarla al destino solicitado, tomó asiento en las sillas dispuestas para los clientes en la parada de taxis.
Distraída revisando su móvil, no escuchó ni observó cuando frente a ella se detuvo un Lamborghini n***o, sino hasta que el mismo señor de la línea de transporte le tocó el hombro para llamar su atención.
- Señorita parece que el señor del vehículo parado allí al frente quiere hablar con usted -le informa el señor mirándola y luego al automóvil parado al frente-.
- ¿A mi? -le pregunta Adara confundida- yo no conozco a nadie aquí -le responde buscando ignorar el comentario del señor y volver la mirada a su móvil-.
- ¿Cómo que no me conoce? –como si de escuchar una alucinación se tratara, Adara sacude la cabeza y voltea a un lado para cerciorarse si la voz que vuelve a acariciar sus oídos, es real- ¿Hacia dónde se dirige señorita? -le pregunta el apuesto desconocido parado frente a ella como una revelación, insistiendo le responda ante su falta de respuesta a la pregunta anterior -.
- Ho.. hola, otra vez usted -le contesta sorprendida de ver que es el mismo hombre con el que coincidió en el aeropuerto-.
- Si, otra vez yo, dígame, ¿hacia dónde se dirige? -le insiste sentándose a su lado-.
- A un pueblo algo distante, estoy a la espera de que llegue mi transporte -le responde Adara simulando no importarle su presencia y volver la mirada a su móvil-.
- ¿Podría decirme más o menos en dónde queda ese pueblo? -le insiste-.
Al darse cuenta que no va a desistir de obtener su respuesta, decide responderle, pero junto en ese instante es interrumpida con la llegada del taxi que esperaba. Se pone de pie para indicarle al chofer la dirección del lugar hacia dónde pidió el servicio.
- Precisamente para allá me dirijo -escucha Adara a su espalada que el insistente hombre le informa- Puedo llevarla sin ningún problema. Mi familia es de allá.
- Dis..disculpe señor, pero ¿quién me asegura que usted dice la verdad? ¿Con qué intención ofrece llevarme? -le inquiere Adara volteando a verlo totalmente nerviosa ante su persistencia-.
- A ver -hace una pausa- para que me creas ¿Tu familia es de allá? Porque allí no van turistas en esta época del año -le asegura, lo cual es verdad-.
- Si, allí viven mis padres -le responde con duda-.
- Está bien, los míos también son de allá, pero solo queda uno que otro familiar, yo soy hijo de Marina de Dimou y Alexander Dimou ¿recuerdas el apellido? –insiste moviendo las manos como si con eso fuera a recordar-.
- Si, por supuesto. Es una familia muuuy conocida en la localidad -le responde mirándolo fijamente como si con la revelación de su origen hubiera ganado más confianza con su interlocutor-.
- Señorita ¿por fin va a necesitar el servicio? -le pregunta el chofer del taxi al ver que se extienden en la conversación-.
- No señor, la señorita se va conmigo -sin darle tiempo a responder, el desconocido le quita de las manos el equipaje a una Adara sorprendida ante su osadía de responder por ella, así como también por el gesto de despojarla de su maleta y ver como encamina totalmente confiado a su automóvil, abre la puerta de los asientos posteriores, para depositarla en unos de los asientos, luego cierra la puerta, y como si fuera lo más natural, voltea a verla fijamente- ven, no perdamos tiempo -le dice en tono imponente abriéndole la puerta del lado del copiloto indicándole con las manos que aborde- no te va a pasar nada, ten confianza –le asegura mirándola fijamente a los ojos al ver que no se mueve del lugar dónde se ha mantenido parada observando abismada cada uno de sus movimientos-.
Pensando que tal vez estaba cometiendo la mayor de las locuras, Adara sin detenerse a repasar en las consecuencias de su decisión, optó por confiar en sus palabras y abordó el vehículo propiedad del hombre, respecto del cual horas atrás veía como algo imposible toda posibilidad de tenerlo cerca, pues le parecía la mayor de las utopías siquiera la idea de considerarlo.
Al verlo de reojo mientras se sentaba en su lugar, se colocaba los lentes oscuros y tomaba el mando del volante piensa: “Bueno por lo menos puedo hacer como el pobre, ver de cerca los aparadores con la ilusión de comprar ese atuendo inalcanzable”, suspira para sus adentros y voltea a mirar por la ventana buscando distraer la excitación que por la decisión de embarcarse en este viaje con un desconocido comienza a sentir.