Capítulo 1

4178 Words
Lexia. — ¡Lexia, se te hará tarde! – escucho el grito de mi madre desde la cocina. — ¡Ya voy, mamá! – respondo ajustando mi cabello en una coleta alta. Miro mi reflejo en el espejo, la ropa deportiva me queda de maravilla, unos pantalones un poco flojos, pero ajustado en la cadera y una musculosa negra ajustada, mis ojos color café tienen unas bonitas ojeras, genial, todo por desvelarme mientras hablaba hasta la madrugada con mi amigo, el mismo que ahora llegó a casa, puedo percibir su olor. — LEXIA, CORRE QUE SI NO, NOS PONDRÁN A CORRER MEDIA HORA MÁS. – ese fue mi querido Sander. — Que ya voy. – respondo entre dientes. Salgo del baño, agarro las muñequeras que tengo sobre mi cama y corro escaleras abajo mientras me las ajusto para el entrenamiento. — Vaya, creí que iba a subir por ti. – bromea Sander y lo golpeo en el hombro. — Idiota. – sonreímos y mi mamá se acerca con una manzana. — Mi niña, ten. – me la extiende y la acepto. – Otra vez te vas sin desayunar, pero al menos pásate este por el estómago. — Gracias, mami. – sonrío y le doy un beso en la mejilla. — Cuídense niños. – se despide. — Cuidaré de la descuidada de su hija, señora Ledesma. – sonríe burlón Sander y lo fulmino con la mirada a la vez que mi madre solo ríe. — Está bien. – responde y cierra la puerta una vez que salimos. — Sander, no soy descuidada. – me quejo dando mordidas a la manzana. — No que va. – responde riendo. No vuelvo a decir nada porque debo terminarme la fruta antes de llegar al entrenamiento de la manada, pertenezco a la manada “Strong Wolves” donde el Alpha es Ryan Castillo, no lo conozco mucho, pero dicen que es muy estricto; para mi beneficio, él solo se encarga más del grupo de gammas, mientras que el beta, Luka Torres es el que prácticamente está en todo, más en los entrenamientos donde guía, es un idiota, se mete hasta con un palo con faldas, pero, no es tan malo peleando. — Delta, atenta, ya llegamos. – Sander me saca de mis pensamientos. — Sander, odio que me digas así. – pongo los ojos en blanco. — Lo sé, es como ser el beta. — Tremendo idiota. – musito y reímos a carcajadas. — Aquí nos separamos, ve a entrenar y al terminar nos vamos juntos. – me habla y asiento con la cabeza, lo abrazo. — Gracias por hacerme dormir tarde, ahora siento que este entrenamiento me partirá en dos. – susurro y se ríe. — Vamos, Lexia, tú puedes. – responde separándose. Chocamos los cinco y se va para su grupo que es el de gammas, mi amigo es uno de los mejores, yo, por mi parte soy una delta porque quiero, ya que técnicamente hablando solo no pasé a ese grupo porque el idiota del beta no me creyó calificada para el puesto, es un puto machista. Llego al grupo justo cuando el beta estaba caminando hacia nosotros, muchas de las chicas lo miran embobadas y él solo sonríe de medio lado, ¡qué asco! Oculto mi aroma ya que uno de mis puntos fuertes en el entrenamiento es que puedo camuflarme de esta forma al igual que otro grupo. Lo cual es muy extraño, es decir, sí puedo ocultar mi aroma, pero no tengo una loba, ¿así o más raro? — Buenos días, deltas. – habla caminando de un extremo a otro y pongo los ojos en blanco ya que no me está mirando. – Hoy el entrenamiento será un poco fuerte, quiero medir la resistencia de ustedes, ya que dentro de unos meses se escogerán de entre ustedes unos aspirantes a gamma. – eso sí me interesa. – El Alpha quiere que entrenen más para poder equiparar a manadas cercanas, como saben no somos de los más débiles, pero tampoco los más fuertes, por el momento. – continúa, una de mis compañeras le guiña el ojo y este eleva una ceja con un intento de sonrisa. Es tan obvio que eso significa que esta noche esos dos van hacer ejercicios íntimos, mientras ellos se coquetean con la mirada, siento que tocan el brazo derecho, arrugo el entrecejo y miro de reojo. — Lexia. – susurra bajito para que a pesar de nuestros oídos desarrollados solo yo pueda escuchar. – Sal conmigo está noche. – me invita y volteo sin disimular a mirarlo. Es Miguel, un delta de los mejores, a veces me toca entrenar con él o ir en su grupo cuando hacemos las rondas en la manada (suele hacer de mi niñero porque no tengo la forma de transformarme aún), es lindo, cabello oscuros, ojos oscuros, piel morena y muchos músculos, pero no me interesa, yo solo quiero ascender a gamma y terminar el último año de instituto que ya va a comenzar el lunes y entonces, los entrenamientos pasaran por la tarde o con aviso previo podremos faltar a clases. — No. – respondo y vuelvo a mi posición original. — ¿Por qué no? — Cállate, estamos en un entrenamiento. – susurro de nuevo y decido ponerme seria. — Lexia, no puedes solo decirme eso, yo… — Miguel. – llama la atención el beta, diablos, se acerca como todo un superior. – ¿De qué hablaban, pueden compartir con todos? – se cruza de brazos y nos mira a ambos, ¿por qué a mí? Yo no hice nada. — Nada, beta, solo me distraje. – responde este, el beta eleva una ceja y nos mira mientras una sonrisa se asoma a sus labios. — Pues por esa distracción tendrás que correr treinta minutos más con tu novia. – me mira y arrugo el entrecejo con enojo. — Pero, si no hice nada. – respondo sin una pizca de respeto y justo por eso creo que no me dejó en el equipo de gamma. — Fuiste la... – levanta los dedos y dibuja comillas. – Distracción de Miguel, ahora correrás con él para ver si se distrae de nuevo. – habla serio. — Eso es injusto y usted lo sabe. – lo reto. — ¿Quieres agregar diez minutos más? – se acerca desafiante hasta tener su rostro a pocos centímetros del mío. Miro directamente el iris de sus ojos marrones, extrañamente me parece ¿lindo? No, no, no, olvida esa idea, me regaño internamente, apuño mis manos a mis costados, arrugo el entrecejo y no retrocedo, no va a intimidarme. — De todos modos, no hay nada que pueda hacer. – siseo conteniendo mi enojo. — Miguel, Lexia, a correr ahora. – ordena alejándose de mi espacio personal. Fulmino con la mirada a Miguel quien me pide disculpas con sus ojos, pero, no estoy de humor así que sin responder, paso por el lado del beta y corro hacia el extenso lugar del entrenamiento mientras este sigue hablando con los demás que siguen en formación. — Lexia… — Cállate. – lo interrumpo y me dedico a correr. Miguel corre a mi lado, puedo ver que me dedica miradas, pero lo ignoro, por su causa estoy corriendo cuarenta minutos de mi tiempo, ¡no sentiré mis piernas después de esto! Al terminar nos unimos al grupo que ya habían comenzado con la rutina de seguir corriendo, mierda, este beta se las trae en mi contra. Me mantengo alejada de Miguel porque ya no quiero más entrenamientos, gracias a la diosa lo entiende porque ya no insiste en hablarme. ***** ***** Respiro profundo queriendo llenar lo más que pueda mis pulmones de aire, estoy toda sudada, mi piel está caliente y el cansancio que tengo no es nada bonito. — Ahora quiero una demostración de combate cuerpo a cuerpo. – habla el beta idiota este, la mayoría lo mira como si estuviera loco. – Escojan a sus oponentes y a pelear, luego podrán irse a casa. Todos se unen unos a otros, me quedo como una boba esperando que alguien venga a escogerme, maldición nadie quiere juntarse con la chica que desafía todo el tiempo al beta. Suspiro viendo que no he hecho equipo con nadie. — Parece que no entendiste eso de escoger oponente, delta. – habla a mi costado, diosa luna, dame paciencia. — Somos impares. – me encojo de hombros, parece pensarlo unos segundos hasta que se da cuenta de que es cierto, ¡JA! Gané una vez, Lexia 1 el beta idiota 0 — Entonces, seré tu oponente. – habla relajado y lo miro con tanta rapidez que casi se me rompe el cuello. — No. – respondo y me gano su mirada divertida. – No, por favor, deme más entrenamiento, pero combatir contra usted es un combate perdido. — Ah, pues qué le vamos a hacer. – se encoge de hombros. – Seré tu oponente. — Idiota. – susurro bajito. — ¿Dijiste algo, Lexia? – me pregunta y siento un cosquilleo en mi estómago al escuchar mi nombre de sus labios, ¿qué pedo? — No, nada. – respondo mirando a otro lado, ¿qué me está sucediendo? Los combates comienzan, mujeres contra mujeres, hombres con hombres e incluso mixtos donde ganan los hombres, solo quedan dos combates antes del mío y cada minuto me siento más nerviosa, no quiero pelear con el beta, es absurdo, es obvio que voy a perder, primero porque es más fuerte, segundo porque estoy muy cansada y tercero porque muero por molerlo a golpes, pero no tengo oportunidad. — Luka. – suena la voz autoritaria del Alpha, todos se detienen y lo miran llegar. No es por ser muy dramática, pero parece todo un mafioso como dirían las chicas, viene con unos pantalones de entrenamiento negros al igual que la camiseta que está mojado, supongo que por el sudor ya que el fuerte olor del Alpha llega a todos. Miro a mis compañeras alocadas comiéndose con la mirada al Alpha, lamento decirlo, pero el Alpha también es un mujeriego que no respeta muchas cosas, ni modo, los hombres son todos iguales. — Deltas. – habla de nuevo el beta llamando la atención de todos. – El Alpha quiere ver los últimos tres combates. – sonríe malicioso. – Por lo que confío demostraran sus destrezas al máximo. – muchas suspiran de alivio por haber pasado antes. Maldición, seré humillada por el beta frente al Alpha, todo sería más fácil si ya tuviera a mi loba, pero, no, sigo sin tenerla, esta aparece a los 16 o 17 años, pero a la mía se le ocurrió no llegar todavía, muy genial. Pero, a pesar de no tenerla, soy muy fuerte, increíblemente tengo la capacidad de derribar a más de uno, por eso es que sigo aquí y no con los omegas. — Lexia. – llama el beta y lo miro atenta. – Por esta vez combatirás contra Miguel. – sonríe de medio lado. Observo a mi oponente, me sonríe malicioso, ¿cree que va a ganarme? Esta es mi oportunidad de desquitarme con él por haber hecho que me ganará cuarenta minutos de corrida gratis. Nos colocamos en medio el espacio, Miguel es un idiota la mayor parte del tiempo, pero en los combates muy serio, jamás pierde o al menos, no deja que le ganen. — ¿Preparada para perder? – pregunta seductor y arrugo en entrecejo. — Te patearé el culo por haberme ganado cuarenta minutos de corrida gratis. – hablo enojada y se ríe negando con la cabeza, se coloca en posición de ataque. — Ven, nena. – me hace una señal con la mano como si llamara a una niña. Estoy muy enojada, lo golpearé tan fuerte como pueda, de eso seguro, cuadro mis hombros y estiro un poco el cuello y me posiciono también en forma de ataque. — Bien, veamos, ¿qué es lo que tienen? Combate. – ordena el beta. El primero en moverse es Miguel, me lanza un puñetazo que esquivo, pero me lanza otro y ese ya no lo esquivo, me llega de lleno en el estómago sacándome el aire, maldito, toso un poco y antes de que vuelva a golpearme me agacho y volteo sobre mi eje girando con mi pierna extendida y lo desequilibro para lanzar una patada a su costado. — Golpeas como niña. – se burla y apuño las manos. — Pues todavía no cumplo mis 18, así que técnicamente lo soy. – respondo con seriedad. Se acerca con toda la intención de golpearme, pero lo esquivo como puedo, le lanzo golpes patadas, hasta desequilibrarlo y de un movimiento me lanza al suelo, sube sobre mí y me trata de ahorcar. — No. – hablo entre dientes. Muevo mis piernas hasta le que logro que suba un poco su cuerpo, con mi puño golpeo su costado y luego su abdomen, en su distracción le hago una llave con las piernas, ejerzo toda la fuerza que puedo hasta que da golpecitos a mis piernas en señal de que se rinde, ¿gané?, ¡gané! — Ya, suéltalo. – ordena el beta y lo hago. Me levanto sacudiendo mi ropa, veo que la mayoría me miran sorprendidos. — Interesante. – habla el Alpha y bajo la mirada en señal de respeto. – Muy interesante teniendo en cuenta que todavía no te transformas. No soy débil, solo que sin una loba no puedo hacer mucho, los golpes y las heridas duelen igual, lo peor es que no se curan, por eso mis padres no querían que entrene tanto. — Gracias, Alpha. – hablo sin mirarlo, escucho sus pasos hasta que veo sus calzados frente a mí. — Sigue entrenando. – no me creo que me lo está diciendo, ¿es en serio?, ¿el Alpha que casi nunca se para por aquí, me está hablando? — Sí, Alpha. – hablo de nuevo. — A casa, todos. – ordena y se da media vuelta alejándose. Suelto el aire contenido creyendo que ya estaba sola, hasta que siento la mano de alguien levantar mi barbilla, la eleva despacio y me encuentro con el beta. — No me sorprende que hayas ganado. – sonríe coqueto. — ¿Por qué? – pregunto a la defensiva. — Eres fuerte, no tendrás a tu loba aún, pero eso no es impedimento para que patees culos. – sonríe divertido. – No deberías estar en este grupo. – vuelve a la seriedad. — Usted no me ascendió a gamma, no me creyó calificada. – respondo enojada. — Y no lo estás. – pongo los ojos en blanco. – No puedes ser gamma y no tener una loba. – en su voz noto, ¿suavidad?, ¿preocupación? Parpadeo un par de veces un poco aturdida, definitivamente, hoy tengo algo malo conmigo, estoy viendo, sintiendo y oyendo cosas que no son, solo necesito un buen baño y descansar. — Claro. – es lo único que digo, suspira. — Lexia, creo que no me entendiste… — Lo siento, beta, debo irme. – lo interrumpo y paso por su lado. No quiero escuchar un discurso bobo de que quizás debo esperar por mi loba para ascender, yo puedo, tengo fuerzas, tengo entrenamiento. Me encuentro con Sander esperándome, en cuanto lo veo sonrío, se ve cansado también, está todo sudado, se le marcan los músculos gracias a la camiseta ajustada. — Lexia. – me llama extendiendo sus manos. — ¡Sander! – chillo y me lanzo a sus brazos, él me carga como un koala. — Creí que estarías de un humor de perros, supe lo que sucedió. – me habla cargándome sin problemas. — Sí estoy de mal humor, pero, ya llegaste. – hablo y él me baja. — Vaya, soy muy guapo debo admitirlo. – habla arrogante y reímos a carcajadas. — Vamos a casa, seguro mamá preparó algo de comer. – sobo mi estómago. — Te ves muy golpeada. – me mira de arriba abajo. – Vamos, debes curarte eso. – se nota preocupado, él también sabe que no tengo loba, de hecho todos lo saben. Es que no es algo que puedas ocultar así porque sí, me acerco a mi amigo hasta que me rodea el hombro y caminamos de regreso a casa, solo necesito ducha, comida y cama. — Sander, el lunes comienza el instituto, ¿crees que haya nuevos alumnos? — No lo sé, pero por lo menos será nuestro último año. – responde. — Espero que sí haya, así podremos tener nuevos amigos y no solo los de nuestra manada. — También están los humanos, así como TÚ comprenderás. – se burla y pongo los ojos en blanco. — No por no tener a mi loba conmigo soy una humana. – me defiendo llegando a la calle de mi casa. — Tranquila, llegará cuando lo crea conveniente. Suspiro sonoramente y llegamos a casa, llamo a la puerta ya que no llevé las llaves conmigo, mamá abre y se tapa la boca al verme, — ¿Tan mal me veo? – pregunto. — Hija, estás… — Lexia, ¿a qué peluquería te fuiste, hija? – pregunta mi papá al verme. — ¡Papá, vengo del entrenamiento! – me quejo y escucho la risa de mi amigo. — Bueno, yo no lo mencioné por respeto. – eleva las manos en el aire. Me toco el cabello y está súper desarreglado. Mi padre se acerca y sin importar lo sucia o lo sudada que estoy me abraza, sonrío y me escondo en el pecho de mi papi, lo amo muchísimo, mi mamá se aclara la garganta para separarnos. — Hija, ve a ducharte y luego te curaré esas heridas. – asiento y mi papá besa mi mejilla. — Ve hija, estás muy golpeada. – me revisa. – ve mientras hablamos con Sander. — Señores Ledesma, yo tengo hambre. — Sander, tienes comida en tu casa. – lo reprendo y se toca el pecho “ofendido”. — ¿Así es como le hablas a tu mejor amigo de la infancia? – pregunta y veo las sonrisas de mis padres. – Me decepcionas, Lexia, yo prácticamente soy tu hermano, así que sube a ducharte mientras me termino tu almuerzo. —¡Sander! – me quejo y ellos se ríen, no lo evito y me uno a ellos. Niego con la cabeza y subo a mi cuarto, al llegar miro mi reflejo, ¡DIOSA LUNA! Estoy peor que los zombis si es que existen, mi cabello parece un nido de pájaros, tengo rasguños en mi rostro, suciedad por todas partes, y unos golpes que me imagino dejaran moretones. — Espero que el agua quite esto. – miro el enredo de mi cabello. Decido dejar de verme y entrar bajo esa ducha donde el agua se encarga de llevarse consigo el sudor, el cansancio y me permite ser solo Lexia. Ya mañana es sábado y podré dormir mucho o eso espero. ***** ***** Hoy por fin comienza el instituto, en realidad no me emociona, pero, será mi último año, creo que ya dije eso muchas veces, me encojo de hombros y termino de peinar mi cabello, cada día que pasa es un día menos para conocer a mi loba, ya quiero tenerla, poder transformarme y encontrar a mi… mate, dicen que es un sueño, no puedes resistirte al encanto de este, pues su aroma es de lo que más le gusta a uno. — Lexia, ya es hora. – me sonrío ante el espejo, me apliqué maquillaje para poder esconder los rasguños. Bajo a desayunar con mis padres, ellos son mis pilares, por el momento soy hija única, no quiero imaginar cosas en mi cabeza, pero sé que mis padres se aman mucho, mi madre es una omega y mi padre es parte de los gammas, de ahí que yo me esfuerzo tanto para entrar al grupo, quiero que mi padre se sienta orgulloso de su hija. — Ya me voy, mamá. – le doy un beso en la mejilla. – Nos vemos por la tarde. — Cuídate mucho y no olvides que debes estar pendiente, en cualquier momento podría aparecer tu loba. – me habla con cariño y asiento para salir de casa. Papá se ha ido a trabajar, aunque sea un poco difícil de creer, la mayoría de la manada trabaja en la misma manada, el Alpha ha hecho muchas cosas para que podamos invertir aquí, somos como una ciudad aparte, pero podemos salir cuando queramos, creo que ya me enredé, bueno, a lo importante, el instituto es de esas donde vamos todos los lobos, también hay humanos, por ello obviamente debemos mantenernos a raya en cuanto a temperamento o fuerza, todo esto es gracias al Alpha de los Alphas, no lo conozco, pero dicen que es la máxima autoridad y todo aquel que lo desafíe, pues, digamos que es lo último que hace. — ¡LEXIA! – escucho me llaman y volteo viendo a mi amigo que para un lado en su motocicleta. – Sube o no llegarás para hoy. – me pasa un casco. Me coloco ajustándolo y subo rodeando el cuerpo de mi amigo y todos dirán, ¿acaso tú y Sander no tienen nada nadita que ver? Pues no, somos como hermanos ya que prácticamente tenemos la misma edad, desde niños él me protegía de los demás e incluso me estiraba el cabello cuando no quería invitarle mis dulces, a lo que yo le pateaba las piernas y lo pinchaba en el brazo cuando quería que me diera de sus caramelos, en fin, todo un amor. — Sander, nos vemos después, debo ir a dirección por mi nuevo uniforme de deporte, el que tenía ya perdió color. – hablo y sonríe negando con la cabeza mientras deja bien colocado su moto. — Ve, eso te pasa por lavarlo todo el tiempo, debes hacerle como yo, que tengo como tres uniformes y los voy usando intercalado. — Sabes que odio tener mucho. – pongo los ojos en blanco. – Con uno me conformo y lavarlo no me molesta. — Porque lo lava tu madre. – me recuerda y sonrío nerviosa solo mostrando mis dientes. — Bueno, por eso. – me encojo de hombros y miro mi reloj en la muñeca. – SAN, debo irme, adiós. – me acerco y le doy un beso en la mejilla. — No corras. – me advierte, tarde, ya lo estaba haciendo. En lo que voy corriendo siento algo inquieto mi interior, es como si quisiera vomitar, no, ahora no puedo vomitar, debo llegar a la dirección antes de que suene la campana o el director me saldrá con un largo discurso sobre la responsabilidad. Gracias a la diosa termino llegando, la secretaria me mira raro ya que respiro apresuradamente tratando de calmar mi cansancio momentáneo al correr y también para no tirar el desayuno por la boca. — Buenos días, vengo por el nuevo uniforme de deporte. – hablo lo más amable posible, pues ella es una humana. Ella asiente y teclea algo en su computadora, me pide mis datos y luego me da una boleta de autorización para ir a pedir el uniforme, voy caminando por los pasillos, solo quedan cinco minutos para que comiencen las clases y realmente quiero el uniforme antes del receso; al dar vuelta en los pasillos veo que entran el Alpha y unos metros atrás el beta, que no viene solo, reconozco a la chica que trae de la cintura como la chica que le coqueteó en pleno entrenamiento, pongo los ojos en blanco y camino rápido para no cruzarme con ellos. Finalmente la señora busca el uniforme de mi talla y una vez que me la pasa, lo guardo en mi mochila y corro a mi primera clase. — ¿Ya viste a la nueva? – escucho el susurro de una de las compañeras. — Sí, es muy bonita, creo que Britana se pondrá como fiera cuando la vea. – le responde otra de igual forma mientras la profesora está copiando unos indicadores. — Su cabello debe ser teñido, es imposible que sea natural. – vuelve a hablar. — Pero, si piensas eso de sus cabellos, ¿qué dirás de sus ojos, que son cristales que se los metió allí? – reprimo una risa por el absurdo comentario de la chica. — En mi defensa, por aquí no conocemos a nadie parecida. — Verás, creo que es la nieta de la señora esta que siempre está sola. – cuchichean de nuevo. — Señoritas, les agradecería que se callen en mi clase o pueden salir. – llama la atención la profesora, muerdo mi labio inferior en señal de nerviosismo. Los demás compañeros voltean a ver a las chismosas, estas se disculpan y volvemos a prestar atención a la clase, aunque ya me quedé con la curiosidad, ¿hay una alumna nueva?, ¿será muy bonita como dicen? En el receso tendré tiempo de buscarla por el instituto, con la descripción que dieron, debe ser muy llamativa a la vista.
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