Penélope comenzó a llorar y justo en ese instante Mariana entró al salón, se alarmó y preguntó qué sucedía. Ninguno de los dos fue capaz de confesar que nos habíamos peleado. Fue incómodo volver juntos a casa esa tarde y mucho más tener que vernos el resto del día, además de tener que sentarnos juntos en la misma mesa. Descubrí que a Penélope le gustaba mantener una imagen pulcra de ella, de ser la hija perfecta, que es buena y amable con todos. Empecé a generar fastidio y no veía la hora de que se acabara el año para no verla todos los días. Pero ese mismo año, para diciembre, pasamos las vacaciones en la hacienda de su familia y justo un día antes hicimos una fogata y sus hermanos nos animaron a besarnos. Fue mi primer beso. Todo el rencor que podía tener hacia ella se desvaneció