Caminamos por más de seis kilómetros hasta encontrar el vehículo que nos llevaría a un lugar seguro para curar nuestras heridas. Cansados, adoloridos y con sangre en la piel, nos dirigimos directamente a una de las propiedades de Christian. El camino fue en completo silencio, los hombres que me acompañaban saben perfectamente que su trabajo llego a su término, que después de esto no necesitaría más de sus servicios, no por ahora. Cuando llegamos a la propiedad un equipo de médicos nos esperaba para atendernos. Nos desnudamos por completo para que pudieran valorarnos. Christian y yo nos sentamos en un gran sillón. -¿Quieres whisky?.- me dijo. -Claro que sí, imbécil. Se puso de pie y tomo una botella de un mueble cercano, la destapo y bebió de su contenido. Hice lo mismo cuando me ace