Un lujoso café en el centro de la ciudad de México fue el escenario perfecto para una cita. La señora Bianca era una mujer con clase y además de que era la mayor de la familia D’angelo, su propio apellido le brindaba poder. Al entrar al lugar la vi cómodamente sentada en una silla, tenía un semblante muy relajado. Me acerque a ella y sonreí, cuando se percató de mi presencia se puso de pie y me abrazo con cariño. -Hola Ivette, es un gusto verte.- su perfume era delicioso. -Hola señora Bianca. -Por favor siéntate mi niña.- ambas tomamos asiento. Enseguida un amable mesero me trajo un café, el aroma que desprendía aquella taza era delicioso, seguramente la mejor cosecha. -¿Te gusta el café? Porque a mí me encanta.- la señora Bianca era una de las pocas personas que me daban cariño sin