En la primera hora de la mañana Albert paso a recogerme a mi casa, la cita era un hecho y no podía negarme a nada. Un hermoso departamento nos dio la bienvenida, algunos escoltas armados custodiaban el lugar. Al entrar al lujoso lugar solo tenía una amplia sala y al fondo una enorme habitación con una cama que parecía de ensueño, sabanas blancas cubrían el colchón. Los muros estaban cubiertos por espejos, desde el techo hasta el suelo de la habitación, una silla de color roja se encontraba justo en la mitad de la alcoba, era una pieza muy parecida a un trono de un rey, seguramente estaba bañada en oro porque algunos detalles eran de color dorado. -En el vestidor puedes cambiarte.- me indico Albert.- El señor D’angelo sabe perfectamente que practicas danza árabe, así que le darás un buen