17. GATA NOCTURNA

1589 Words
No sé si era porque ya me había acostumbrado a que Lucho me siguiera a todas partes desde que terminé con Catalina o que ahora me encontraba un poco ansioso con la presentación en el bar, igual estaba todo listo, los equipos, el sonido y ya habíamos terminado de preparar los últimos detalles, solo faltaba esperar que nos dieran la señal, así que decidimos pedir algo de cenar compartiendo un rato agradable hasta que llegara la hora de la función. Esta noche me presentaba en La Gata Nocturna, un bar muy especial para mí pues aquí hice mi debut como cantante arriesgándome también con algo más atrevido al tocar una canción de mi autoría. Esa noche fue como un logro superado que me incentivó a continuar queriendo mostrar al mundo mi trabajo y mi sello, así que volver significaba otro punto especial al encontrarme en un momento bastante curioso en mi vida. —¿Nervioso? —preguntó Hugo, el baterista, sacándome de mis pensamientos. —Un poco, pero en cuanto empecemos desaparecerá. —Eso espero, si no, puedes divertirte riéndote de Fabián que está como loco con la mujer del sombrero. No puede ser… —¿Cuál mujer del sombrero? —Aquella que está en la entrada —señaló el lugar dejándome con la boca abierta—. Lo hubieras visto, el tonto quiso ir con ella para invitarla a una copa y en tres segundos lo mandó a volar… Y yo era otro que estaba volando como un idiota al tener la increíble oportunidad de presentarme ante mi hechicera, quien lucía una blusa blanca, pantalón oscuro y blazer rojo, se veía espectacular, y si así era de lejos, ya imagino de cerca, pero eso tendrá que ser después suponiendo que no se vaya antes de terminar la función. Me pregunto si sabrá que cantaré aquí esta noche, aunque supongo que sí considerando la publicidad. Al cabo de unos minutos nos dieron la señal para subir a la tarima y nos acomodamos en nuestros puestos listos para empezar, pero antes quise dar unas palabras al público con la excusa de buscarla en el recinto, dando al fin con ella en el palco del segundo piso. Marla se encontraba con un hombre de quizás cuarenta años con traje gris y una joven de veinte años parecida a él con un vestido plateado, ambos de cabellera oscura, tez clara y una penetrante mirada que helaba la sangre, aunque a los minutos noté a un segundo hombre ingresar, no tendría más de treinta años, con un aura lúgubre que era reforzada con su vestimenta negra y una cara de haber asesinado a medio batallón. Me fue curioso que mientras cantaba, los cuatro reían y hablaban de vez en cuando con una actitud más seria, quizás eran amigos de ella o quizás clientes, no sería extraño considerando que ya ha atendido a otros en horas de la noche, pero la confianza que le tenían, en especial al repasar sus manos en la cintura de ella cuando la saludaron, sí llegó a chocarme un poco. A pesar de esto, no distraje mi atención del objetivo, aunque ella de vez en cuando al buscarla con la mirada, me hacía un coqueto guiño que aceleraba mi corazón anhelando terminar pronto para saludarla. Prácticamente era como un niño en navidad cada que la veía ansiando descubrir que había tras el hermoso papel elegante y el moño hecho con cintas. Al final todo salió a la perfección, el público solicitó algunas canciones extras que la banda no se molestó en tocar al ser dedicatorias especiales por un par de cumpleaños celebrados esa noche y un aniversario, siendo un detalle maravilloso de mi parte a estas personas, en especial a las mujeres que estaban encantadas al recibir también una rosa como sorpresa, un detalle que hago de vez en cuando si el tiempo me da de comprarlas. —Gracias, muchachos, estuvieron increíble. Brindamos con una cerveza el éxito de la noche en lo que recogíamos el equipo y un mesero se acercó con una nota. —De parte de la señorita del segundo piso. El joven apuntó con la mirada hacia donde estaba Marla, a lo que recibí otro guiño de mi hechicera y abrí de inmediato la nota: “Te esperamos, músico”. Sí, soy el hombre con la sonrisa de idiota más grande esta noche y más al saber que ella había esperado por mí. Me apresuré en recoger las cosas ayudándole a los chicos a poner todo en los autos, les dije que me quedaría para encontrarme con alguien y volví al bar ya que ellos irían a otro lado a celebrar, pero antes debía ir al baño para asegurarme de que estaba bien presentado, quería lucir bien y más porque ella estaba acompañada, aunque también era un poco tonto ya que ella y yo no éramos nada. —No, siempre hay que estar presentable —me corregí viéndome al espejo, respiré profundo y salí en búsqueda de mi hechicera, pero me llevé una enorme sorpresa al encontrarla afuera del baño—. Marla… —Hola, músico, vine a buscarte por si te perdías en el camino. —No hacía falta, ya iba a subir, pero gracias. —¿Vamos? —asentí, e igual que esa noche, ella enlazó su brazo con el mío llevándome a la mesa donde los demás aguardaban por nosotros—. Permítanme presentarlos. Este atractivo hombre de traje italiano es Valentino D’Angelo; ella es su adorada hija, Stella D’Angelo y el apuesto joven con cara de asesino en serie es François Garnier Moss —presentó feliz señalando a cada uno con la característica elegancia de ella combinada con la confianza que ellos le brindaban—. Y él es Andrés Escalante, nuestro querido músico de la noche. —Un placer conocerlo, señor Escalante, Marla nos habló maravillas de usted desde que llegamos y por lo visto tenía razón —comentó Stella en una atractiva mezcla de seducción que emanaba peligro. —Gracias, aunque quizás habrá exagerado. —Conociendo a Marla, estoy seguro de que no es el caso, ella jamás exagera y siempre es honesta —defendió Valentino con una gruesa voz de mando que haría temblar a cualquiera, aunque su sola presencia ya hacía bastante. —Adelante, señor Escalante, ordenamos por usted —señaló Garnier la cerveza y de paso ordenándome en silencio que me sentara si no quería recibir un tiro. Ahora que tengo la oportunidad de detallarlos más de cerca, me doy cuenta de que Stella y su padre tienen mucha similitud, no solo en la actitud y la elegancia, sino también en el físico, en especial sus ojos azules que traían un oscuro destello que me dejaba inquieto, así como los ennegrecidos ojos de Garnier me resultaban espeluznantes; sin embargo, no podía evitar pensar que ya había escuchado su nombre antes, pero ¿en dónde?… —Espero que no te importe, son clientes importantes para mí y amigos de hace muchos años, supe que te presentarías aquí y los invité para que te conocieran. —Antes es un honor, muchas gracias, Marla. —¡Vaya que lo es! —exclamó emocionada Stella—, Marla no suele hacer esto, pero nos tenía tan inquietos que no pudimos rechazar la invitación y tenía toda la razón, cantas increíble y se nota que le pones mucho sentimiento a cada palabra. —Gracias, señorita D’Angelo, es muy amable. —Incluso en lo caballeroso le atinaste —comentó Valentino a Marla. Pronto la conversación se tornó banal, me sentía bien estar con ella pese a la presencia de sus clientes, aunque no podía evitar darme cuenta de que Garnier le lanzaba miradas a Stella de vez en cuando, algunas más inquietantes que otras, sobre todo al hablarme de tú una vez cogimos confianza. Quizás le guste y todavía no se atreva a decírselo, o tal vez tuvieron una relación en algún momento, no lo sé, pero es evidente que hay atracción entre ellos, solo que ella no parecía brindarle el mismo interés. Habrán sido quizás treinta o cuarenta minutos que compartimos algunas bebidas y una charla interesante donde supe algunas cosas de ellos siendo invitado a ir a Italia, ya que padre e hija son de allá, Garnier por su parte, es colombo francés y suele viajar cada tanto a Europa, razón por la cual Stella, con el mejor arte que tienen las mujeres, “solicitó amablemente” a Garnier llevarme cuando yo quisiera y este a regañadientes aceptó mientras Marla y Valentino estaban divertidos con la escena. —Bueno, señor Escalante, si nos disculpa debemos retirarnos —informó Valentino levantándose a lo que todos le seguimos el paso—, fue un placer conocerlo y si algún día tiene la oportunidad de ir, será bien recibido. —Muchas gracias, señor D’Angelo, Colombia también los recibe con los brazos abiertos y aquí tienen a un humilde servidor. —Ya lo creo que sí —murmuró perspicaz dejándome intrigado. En eso me despedí de los tres quienes se adelantaron a la salida por petición de Marla. —Dame unos minutos, ahora regreso. —Si quieres te acompaño, no vaya a ser que te pierdas e igual me parece descortés dejarlos así. —Tranquilo, no lo es en este caso, solo dame unos minutos —y un beso en la mejilla le bastó para convencer a este pobre tonto enamorado. ¿Enamorado…? —Andrés… ¿Por qué tenía que aparecer alguien que dañara mi hechizo? ¡Y peor! Que justo sea Carlos.
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