Capítulo 4

1626 Words
Estaba enojada con mi madre porque había accedido a la propuesta sin mi consentimiento, ¿cómo sabía ella que yo quería ir? —¡Quita esa cara de amargada! —me dijo mi madre. —Es que me obligas a hacer algo que no quiero. —Es por tu bien, es tu obligación. Bufé, odiaba esto. La semana pasó volando, Pablo al parecer estaba disfrutando que el fin de semana me encontraría de nuevo por Alicante, todo lo contrario a mí, que no me alegraba en absoluto tener que verlo de nuevo para hacer tarea. Ya era viernes por la mañana y estábamos de camino a la parada del autobús para irme a Alicante. Le di mi maleta al chofer para que la cargue en la baulera y me despedí de mi madre, subí al asiento que me habían asignado. Llegué a la ciudad y mi padre me estaba esperando, ya sabía cuáles eran los planes, y al parecer, también estaba de acuerdo, ¿acaso no pensaban en lo que yo pensaba? Fuimos directo a la casa, Natalia ya nos esperaba con el almuerzo listo. Esa tarde no me junté con el profesor, ya que él estaba trabajando, ¡un punto para mí! La tarde pasó muy tranquila, llegó la noche, mi madrastra se fue a trabajar, así que cené junto a mis padres y hermanos, y luego nos fuimos cada uno a su cama. A la mañana siguiente tenía que madrugar bastante para alistarme e irme a la casa de Pablo. Desayuné y luego me quité el pijama, me puse un jean, zapatillas normales de diario, y una remera blanca escotada, además de una chaqueta, porque hacía algo de frío. Tomé mi mochila con las cosas del colegio y salí. Llegué a su casa y toqué el timbre, me sudaban las manos, estaba muy nerviosa. —¡Voy! —gritó alguien desde adentro, era su voz. Esperé unos pocos segundos y me abrió, parecía que terminaba de ducharse, su cabello aún goteaba. —Hola —dije nerviosa. —Hola, Nohe —miró mi escote, descarado—, pasa. Entré a la casa, observé cada rincón, no por chusma, sino porque era preciosa, no me la imaginaba así. Habían muchas fotos colgadas en las paredes, y en una de ella estaba aquél niño… —Deja tus cosas en el sofá, si quieres —dijo cerrando la puerta. —Está bien. Me quedé parada a un lado, no sabía qué hacer. Él podía notar mi nerviosismo y mi timidez a leguas. —Ven, siéntate —señaló la mesa. Me acerqué y tomé asiento en una de las seis sillas que había, me miraba. —Estás tímida hoy. —¿Pretendes que sonría todo el día? —Es raro verte así, sin tener que pelearme. Suspiró, me miraba, también lo hice. Se acomodó a mi lado, tenía un par de fotocopias, creía que eran para mí. Busqué mis cosas y las llevé a la mesa. —¿Comenzamos? —Vale —mientras sacaba cosas de mi mochila. Acabé de sacar todo, me acomodé y lo miré. Pablo empezó a explicarme, estaba atenta a lo que él decía, o al menos lo intentaba. Estuvimos durante unas dos horas haciendo problemas matemáticos, ¡ya estaba cansada!, me aburría de tanta matemática, era demasiado por ese día. Sugirió tomar algo juntos, acepté, moría de hambre. Preparó unas tostadas untadas con jalea de frutilla, acompañándolas de un café. —¿Te gustó? —Sí, muchas gracias —sonreí—, después de todo no eres tan malo como pensaba. Él rió, no dejaba de mirarme. —Créeme que no soy malo. —Tendré que comprobarlo —mordí mi labio inferior. —Nohe… Llegó el mediodía, mi padre me había enviado un mensaje porque era la hora del almuerzo. Me fui a la casa a comer y decidí regresar de nuevo a la casa de Pablo, cómo nunca antes me había gustado hacer tantas matemáticas en un día. Toqué timbre al llegar de nuevo a la casa de mi profesor, él me abrió la puerta enseguida. —Pasa. —¡Qué calor! —el clima había cambiado completamente, hacía mucho calor y estaba tormentoso. —Quítate el abrigo —dijo, lo miré arqueando una ceja. Me quité el buzo que tenía puesto, lo dejé a un lado. Otra vez miró muy atentamente mi escote. —¿Te gusta? —provoqué. —Eh… Nohe —se puso nervioso, reí. Tomé asiento en dónde estaba antes, él se sentó a mi lado y comenzó a explicarme de nuevo. Tenía la materia pendiente del año anterior también, por lo que Pablo me iba a ayudar a aprobar esa deuda también. La hora pasó y ya era de noche, prácticamente estuve todo el día en su casa. Pablo me acompañó hasta mi casa, quedamos en juntarnos al día siguiente para seguir “estudiando”. Fuera del colegio, me agradaba un poco más mi profesor. —Gracias. —De nada Nohe, hasta mañana —sonrió. —Hasta mañana. Besó mi mejilla en forma de despedida, me había resultado muy bonito. Camila me llamó al celular para ver cómo había estado el día con el profesor, le conté todo, absolutamente todo. Ella aseguraba que Pablo sentía algo por mí, y yo siempre lo negué, o sea, era una estupidez lo que decía. A la mañana me levanté algo temprano, tomé mi desayuno, el típico desayuno, cereales con leche. Había soñado con él, con mi profesor, soñé que… ¿Nos besábamos? No, no podía ser cierto, era solo un sueño, aunque… No había estado tan mal. Llamé a mi prima Juliana, teníamos la misma edad y nos llevábamos muy bien, salimos a caminar por Alicante. Sobre el mediodía, a la hora del almuerzo, regresé a la casa de mi padre, mientras Natalia estaba cocinando algo para comer, yo me puse a repasar de nuevo las cosas de matemática. Almorcé, había pastas, de nuevo pastas, con mi madre siempre comía pastas, iba a Alicante y también comía pastas… Carmen, mi madre, me llamó al celular, hablé un rato con ella, y luego llamé a Julián. —Te extraño, bobo —le dije, sonriendo. —Te extraño, tonta. Siempre nos tratábamos así, era nuestra manera de demostrar el cariño que nos teníamos. Terminé de hablar con mi mejor amigo. Me llamó mi profesor, dijo que en unos quince minutos regresaba a su casa, por lo tanto, yo tenía que ir. Junté mis cosas, ya estaba lista. Llevaba unos jeans con una pupera, se me veía todo el vientre, en los pies tenía unas sandalias, esta vez andaba vestida como realmente me gustaba, estar cómoda. Salí de mi casa y me encaminé a la de él. Toqué timbre y enseguida me atendió. —Hola —dije. —Buenas tardes —me miró. Se acercó a mí y besó mi mejilla tiernamente, con dulzura. Lo miré algo extrañada, entramos a su casa. Me preguntó si practiqué algo en mi casa, estaba un poco nerviosa, en realidad nunca había imaginado que un profesor podía… ¿Gustarme? ¡Un profesor! Cerró la puerta con el seguro, nos miramos detenidamente. Me senté en la mesa, él se sentó a mi lado, acomodé mis cuadernos, él comenzó a explicarme paso por paso, de nuevo como el día anterior. No pude evitar mirarlo a los ojos, él se dio cuenta, y también me miró, sus ojos fueron a mis labios, por último regresaron a mis ojos, nos miramos fijamente, se mordió suavemente su labio inferior. Sentía ganas de besarlo, probar esos deliciosos labios. Volví a ponerme nerviosa, pero esta vez por demás, era mi profesor… Regresé mí vista al cuaderno, él hizo lo mismo, intenté que siguiéramos estudiando y no perdernos. —Esta noche me voy a Murcia —murmuré. —¿Mañana no vendrás? —me miró, ¿apenado? —No… —respondí, aunque moría de ganas por volver. Ya faltaba poco para tener que irme a la parada de autobús, junté mis cosas y las guardé en mi bolso. Pablo no dejaba de mirarme. —Si quieres podemos juntarnos a estudiar más veces así —sugirió. —Buena idea —sonreí, guiñé un ojo. Lo despedí con un tierno y cálido beso en su mejilla, sentí el olor de su perfume, era delicioso. Me marché, aunque no quería hacerlo. Entré a mi casa. —¡Nohe! —escuché un grito, era Sofía, que venía corriendo hacia mí. —¡Sofi! —dije en su mismo tono, la cargué en brazos. Fui hasta la cocina con mi hermana en brazos, Natalia estaba preparándole el biberón, fui a la habitación a dejar mi bolso y regresé con ella, me senté en el sofá con mi hermanita. En todo momento pasaba por mi mente Pablo, y ese momento en que se mordió su labio. Cenamos, tomé una ducha y nos fuimos a tomar mi autobús para irme, tenía un mensaje de texto en mi celular, era él, era Pablo… Le respondí, hablé con él en casi todo el viaje, me dijo que estaba hermosa… En el camino estuve pensando e imaginando cosas con Pablo, hasta se me había cruzado como sería besar sus labios, cómo en uno de mis tantos sueños. No, basta, me estaba volviendo loca. Llegué a Murcia, mi madre me estaba esperando, la saludé. Me preguntó cómo me había ido con mi profesor, y obviamente, le dije que bien. Le envié un mensaje de texto a Pablo, agradeciéndole por todo, él me respondió que era un gusto pasar el tiempo conmigo, que eso se podría repetir más veces… ¿Qué había querido decir? Tenía ganas de que comience la semana, de que sea lunes, de verlo de nuevo, de que me sonría, de que me mire…
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