Era el primer domingo de agosto, Sol y Luciano estaban en la cama desnudos, aún dormían, pero cuando la luz del sol se coló por las ventanas, ella despertó para irse a bañar. Los últimos cuatro meses habían sido maravillosos, nada salía mal y Sol comenzaba a acostumbrarse a esa bella vida, donde todo parecía pura felicidad. Luciano la amaba y se lo demostraba cada día, a pesar de que aún había personas que no veían con buenos ojos aquella relación, como Rosa Vega y Juliett, ellos hacían caso omiso, se limitaban a evadirlos y a disfrutar su amor que cada día crecía más y más. Sol preparaba el desayuno, y Luciano se acercó a ella para tomarla por la cintura y besarla —Te amo —dijo el hombre mientras bebía café —Te amo más. —¿Estás lista para la excursión? Ella asintió mientras bebía té