Capítulo 8: Ilegalidades en busca de la Justicia; Parte II

1164 Words
Cole estacionó su automóvil unas calles más atrás al edificio que trataban de allanar, bueno no exactamente allanar, pero sí que iban a hacer algo que era ilegal en todos los treinta estados del país, tomaron sus respectivas mochilas, cada una cargada con los objetos que según ellos necesitarían para llevar a cabo su plan.   —De acuerdo repasemos. — dijo Bethany antes de abandonar el vehículo.   Ambos jóvenes temblaban con toda la adrenalina que recorría sus cuerpos, la chica casi juraba poder escuchar los agitados corazones dentro de sus cuerpos, ella tenía las manos frías y la boca seca, las ventanas del auto comenzaban a empañarse, por la agitada respiración de cada uno.   —Lo que vamos a hacer es muy ilegal. — dijo Cole.   —Lo sé. — respondió, mordiéndose una uña. — pero no puedo echarme para atrás, si quieres hacerlo lo comprendería, y yo simplemente encontraría otra forma de hacerlo. — el suspiro pesadamente.   —Voy a ayudarte, no te dejaré entrar allí sola.   —Muy bien. — ella asintió. — entonces vamos.   En el camino habían repasado el plan al menos unas mil veces, no valía la pena hacerlo de nuevo, si seguían allí esperando a que las flores crecieran, perderían el valor.   Los jóvenes abandonaron el interior de la máquina, con las cosas que necesitaban, caminaron uno al lado del otro por las siguientes tres cuadras, su lugar de estacionamiento era parte del la estrategia, Betty se estremeció un poco, el sol ya se había despido a esas horas, así que el frío la ataco de repente, su pueblo natal se caracterizaba por tener ataques de densa neblina, algunos brazos alargados del extraño aire comenzaba a jugar con sus piernas, los faroles iluminaban la calle de una forma aterradora.   —¿Lista? — pregunto Cole, al encontrarse frente a la entrada del ayuntamiento, ella apretó la mandíbula, asintiendo comenzó a caminar.   El edificio tenía un estilo teatral, pero pues supuesto con sus modernidades, cruzaron las grandes puertas de madera maciza, que siempre se encontraban abiertas, en el lobby, sentada tras un escritorio se encontraba una mujer, a pesar de que no estaba de pie se podía notar que era baja de estatura, era huesuda y tenía una cara de pocos amigos, tecleaba furiosa en una computadora posada en el escritorio, tenía el ceño fruncido y un lápiz en la boca.   Bethany trago grueso, todavía tenía tiempo para huir acobardada, casi lo hace, pero la sonrisa ligera de su Padre paso por su mente, él se merecía justicia, y nadie más, aparte de ella, y su nuevo cómplice de crímenes, estaba tratando de dársela, se cuadró de hombros y camino hacia la señora.   —Buenas noches. — la saludo firmemente, por fuera parecía una roca, pero por dentro era un desastre, recordaba una escena de Bob Esponja, donde cientos de “Bobs” corrían dentro del cerebro del amarillo personaje, en completa catástrofe, de la misma forma se encontraba el corazón y mente de la joven.   —¿Qué quieres? — pregunto la mujer sin siquiera verla.   —Vengo a ver a mi tío, Cesar Andrews, es comisario en la estación de policía. — sintió como una gota de sudor le recorría la sien, y una vocecilla interna le gritaba “mentirosa”.   —Por el último pasillo a la derecha, quedan las instalaciones temporales de la comisaria. — fue la respuesta de la anciana, que seguía sin verlo.   —Gracias. — respondió Bethany, soltando el aire que estaba atorado en sus pulmones.   Ambos jovencitos se encaminaron hacia el lugar indicado, pero nunca llegaron, si quería llegar al servidor, tendrían que tomar unas escaleras secundarias, las cuales llevaban al último piso, donde se encontraba la sala de sistemas.   Se habían aprendido el recorrido de memoria, contaron cuatro pasillos, antes de hallar las escaleras, cerciorándose de que nadie los observara, comenzaron a subirlas, ambos nerviosos, y sudorosos, Cole se ajustaba sus gafas cada cinco segundo, porque se resbalaban de su nariz, debido a la sudoración, era cierto que la noche estaba fría, pero toda la emoción en los cuerpos adolescentes, los hacía inmune al frío, además el ayuntamiento parecía estar muy caluroso.   En uno de los pisos tuvieron que fingir estar perdidos, porque los encontró un vigilante, del cuerpo de chico había salido un chillido como de una niña de cinco años, a lo que Betty tuvo que responder con rapidez, informándole al integrante de la seguridad, que estaban buscando la estación de policías, y que disculpara a su amigo, les tenía miedo a los hombres uniformados, debido a un trauma que tuvo de pequeño.   El hombre, que debería tener al menos cincuenta años, no hizo preguntas, los observo cómo si fueran un par de rarezas, pero les indico el camino que debían seguir, y continuo con su guardia.   Ellos fingieron bajar, pero se quedaron al medio de las escaleras, escuchando como se alejaban los pasos del hombre, se asomaron para confirmar su distancia, al no lograr divisarlo, corrieron hacia el siguiente piso, el resto del camino estuvo sin retrasos, pero lleno de preocupaciones, ¿y si los atrapaban? ¿Qué dirían? ¿Pondrían la misma excusa? ¿Saldrían corriendo? Los atraparían en segundos.   No era momento de pensar en ello, se reprendió a ella misma, tenían que seguir con su misión, y sin salirse de la raya, terminaron de subir las escaleras y se hallaron frente a un gran pasillo, según los planos de la biblioteca el cuarto de sistemas se encontraba en la tercera puerta a la derecha, se encaminaron allí, y por supuesto, la puerta estaba trancada.   —Vigila que nadie venga.— le dijo ella a Cole.   Se agachó frente a la puerta, se retiró una horquilla del cabello, y la utilizo en el cerrojo, era un antiguo truco que había aprendido hacía muchos años, su Madre tendía a esconderles los dulces cuando era una pequeña, así que ella practicó un sinfín de veces como forzar una cerradura con algo tan simple como una horquilla, hasta que finalmente lo había logrado, y desde entonces jamás había fallado.   Algunas seguridades eran más difíciles que otras, pero siempre lograba romperlas; movió el pequeño aparato de un lado a otro, buscando la pequeña pieza que les daría acceso a la habitación.   —¿Viene alguien? — le pregunto a Cole, con el corazón en la boca.   —No, estamos bien. — respondió el chico, quien saltaba con nerviosismo.   —¡Aja! — exclamo ella, cuando la cerradura cedió ante sus hábiles manos. — estamos dentro. — celebro.   Pero todo su éxito se vino abajo en unos segundos, esa no era el área de sistemas, estaban dentro de un maldito closet, de repente se sintió igual que Harry Potter, una enorme araña descendía del techo, el estrecho lugar estaba lleno con escobas, mopas, haraganes, y trapos, además de dos cubetas amarillentas, y por supuesto la colina del arácnido amigo.   —¡Mierda! — dijo frustrada, tenían un ligero contratiempo.
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