Capítulo 9: Contratiempos

1226 Words
—¿Revisaste de nuevo? — indago Cole, el pobre chico estaba frustrado, enojado y asustado, y ella podía leerlo todo en su cara, se balanceaba de arriba hacia abajo sobre sus talones, y tenía una especie de tic nervioso en su ojo derecho.  —Ya te dije que sí. — respondió Betty, con un humor de perros. — en los planos dice que el área de sistemas se encuentra detrás de la tercera puerta a la derecha. — ella estaba sentada en el suelo, con los planos extendidos frente a ella.   —Habla más bajo, no sabemos quién se encuentran detrás del resto de las puertas. — él se agachó a su lado reprochándola.   —No hay nadie, este pasillo son puras oficinas, a estas horas no hay nadie aquí arriba, solo tenemos que estar atentos a la ronda de guardia nocturna.   —Magnifico. — refuto el joven con un bufido. — ¿ahora que hacemos?   —Lo más estúpido que se me ocurre. — respondió ella mientras se mordía, por milésima vez, una de sus uñas. — tratamos de abrir todas las puertas de este pasillo, para saber cuáles están abiertas, y cuáles están cerradas.   —¿Y luego qué?   —Si no encontramos el servidor detrás de unas de las puertas abiertas, abrimos el resto de las oficinas para encontrar lo que necesitamos.   —¡Por el amor a los cielos Betty! — grito Cole, poniéndose de pie furioso. — estamos acabados, si mis Padres se enteran de esto, es mi fin, me enviaran a un internado en Ucrania, donde no perderé la virginidad nunca porque es un colegio de puros chicos.   Betty no aguantó las ganas de reírse, el comentario de Jones le parecía sumamente divertido, además que tenía una terrible costumbre, cuando se sentía nerviosa le daban ataques de risas, mientras que el joven tendía a hablar hasta por los codos, cuando la ansiedad parecía comérselo vivo.   —¿De verdad eres virgen? — pregunto la chica divertida, tratando de aligerar la tensión.   —No es el momento para ese tipo de conversación. — él se cruzó de brazos y le dedico una mirada asesina. — si vamos a prisión será tu culpa.   —¿Por qué mi culpa? — se quejó ella.   —Porque trajiste unos planos de hace diez años, eso fue muy estúpido de tu parte.   —No logre encontrar un documento más actualizado. — se defendió. — además investigué acerca de renovaciones que se pudieron haber realizado al ayuntamiento en esos diez años, y no encontré absolutamente nada, no creas que me vine como una loca hasta aquí, hice mi trabajo de campo.   —Uno muy malo, debo agregar.   —Mira Jones. — ella se levantó de un salto, y lo apunto con un dedo. — yo sé lo que estoy…   De repente ambos se quedaron congelados, alguien subía las escaleras, debía ser el vigilante haciendo su guardia habitual, tomando las mochilas y los planos del piso, se apresuraron a meterse dentro del armario, cerraron la puerta con cuidado, no tenían demasiado espacio, así que sus cuerpos quedaron apretados el uno al otro, parecían hallarse en una lata de sardinas.   Para su pesar, al momento de entrar al reducido espacio, ninguno se molestó en pesar en la posición en la que quedarían, ¿y cómo hacerlo? Cuando los pasos de la persona que querían evitar se acercaban lentos, pero muy seguros.   De pronto se percató de la incómoda posición en la que se encontraban, él pegado a uno de los extremos del closet, mientras que la espalda femenina se pegaba al pecho masculino… bueno más bien su trasero, porque estaba ligeramente inclinada hacia adelante, sus dos manos apoyándose del otro extremo de la estancia, con su mochila colgando de su antebrazo, y el plano arrugado bajo su mano derecha, Cole la sostenía de las caderas, aplastando su propio bolso, con uno de sus costados.   La respiración agitada del chico jugaba con su cabello, su grande mano la quemaba con el calor que expedía, y ambos podían escuchar o sentir, los latidos erráticos del otro. Bethany abrió los como platos, cuando sintió un bulto presionándole las nalgas.   —Qué asco Jones. — le susurro.   —Lo siento, tiene mentalidad propia. — respondió él, tratando de acomodarse, sin ningún cambio, solo logro restregarle la cosa, que pareció entender el movimiento como una invitación a crecer.   —Ya deja de moverte. — lo regaño. — lo estás empeorando.   —Lo siento. — farfullo de nuevo. — la próxima vez que nos colemos en una instalación del gobierno, asegúrate de tener el plano correcto.   —Ya te dije que hice mi mejor trabajo, además no pretendo que hagamos esto de nuevo. — ella se afincó en el m*****o del chico, resaltando la frase “esto de nuevo”.   —Quédate quieta. — le reprendió con los dientes fuertemente apretados, mientras respiraba pesadamente y contaba hasta cien.   —¿Hay alguien allí? — escucharon una callada voz fuera de la puerta, observaron la luz de una linterna por el filo de la puerta. — ¿Hola? — intento de nuevo el hombre.   —¿Qué estás haciendo? — pregunto alguien más.   Los dos jóvenes apretujados en el pequeño espacio se quedaron sin respirar, sin moverse ni un poco, y el enojo de ambos se había convertido en pánico total, iban a descubrirlos, ambos observaban la madera, esperando que se abriera en cualquier segundo, los hallarían y ambos estarían muertos.   —Creí escuchar algunas voces. — respondió la primera voz.   —Deben ser los fantasmas de los esclavos que se suicidaron saltando por las ventanas de este piso. — respondió la segunda voz, ambas masculinas. — ni siquiera me gusta venir al último piso por las noches, hasta siento que el frío se me cala por los huesos.   —No seas ridículo. — los pasos de ellos continuaron por el pasillo, pasando lejos del closet, pero seguían allí afuera, hasta que abandonaran el lugar, no podían respirar.   —Tú eres el único que ama hacer su guardia completa, nadie va a meterse en el ayuntamiento, y mucho menos con la estación de policía abajo, y este piso siempre está desolado desde que cambiaron la sala de sistemas al piso de abajo.   Como pudo Bethany se volteó a ver a Cole, con una mirada cargada de suspicacia, él negó resignado.   —Bueno, creo que no hay nadie, te juro que escuche voces. — respondió el primer vigilante. — creo que iré a por unas donas, es increíble como los policías siempre están forrados de ellas.   —Iré contigo. — los pasos se aproximaron de nuevo al closet, pero continuaron fuera del pasillo. — tomemos el ascensor, a estas horas ya me duelen las rodillas.   —De acuerdo. — los hombres continuaron charlando mientras subía el elevador, los jóvenes escucharon el pitido del ascenso, y luego la conversación de los camaradas desapareció al cerrarse las puertas de la máquina.   Cuando ya no lograban escuchar pasos, ni voces, Bethany y Cole respiraron profundamente.   —Solo tenemos que bajar un piso. — dijo la muchacha, llena de esperanza.   —Vas a hacer que nos maten. — respondió él en medio de un sonido muy parecido a un gemido, y tan cerca de la oreja femenina que la piel de ella se erizó con fuerza.
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