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Larkin
Actualidad
¿Por qué no se sale esto? Estaba furiosa, intentando restregar con más fuerza.
Estoy sobre una escalera que se encuentra colocada fuera de la casa de mi madre. Olvida eso, mi mamá falleció hace tres años y antes de eso ella nunca se ocupó de la masiva y vieja casa victoriana.
Es por eso que estoy ahora en la escalera, limpiando con furia las telarañas y otras mugres negras que se habían creado junto a las hojas.
Supongo que ahora es mi casa.
Tenía puesta una vieja camisa manga larga, mis jeans más viejos y tenía mi largo cabello rubio atado con un pañuelo. Podrá ser verano, pero en la costa de Oregón nunca se pone muy caliente. A lo máximo llegará a los sesenta.
Así que, limpiar las hojas de la casa es una tarea necesaria, pero también me permite tomar sol un rato. Me bañé en la vitamina D, esperando que me hiciera feliz de alguna forma. Qué mal que no pudiera hacer nada con esta sustancia negra al lado de la casa.
Finalmente pude sacar un pedazo y se salió.
Ah. Solo tengo que levantarlo y pelarlo, creo.
Mientras trabajo, me pregunto cómo hizo mamá para que esto empeorara tanto. La casa se encuentra en el medio de lo que yo creo que es el área del centro de Pacific Pines, un enorme área abierta de césped rodeada de casas y tiendas. La casa de mi mamá, aunque ahora es mía, tiene dos pisos, es gris y verde y de techo a dos aguas.
En algún momento en el pasado, mi mamá pagó para que la casa se convirtiera en un dúplex. Ambos lados de la casa están decorados en diseños atrevidos y espeluznantes que se remontan a principios de la década de los 70. Pero esa es mi mamá, Ruth la Grande, así la llamaban. La directora de la escuela primaria, una galanteadora en serie y una completa narcisista hecha y derecha. Ella nunca hacía nada a medias, especialmente no la decoración de interiores.
Intensifico mis esfuerzos y soy recompensada cuando sale un pedazo enorme. Toda la idea de regresar a Pacific Pines es vender esta casa y usar el dinero para mudarme a Nueva York. He estado aquí por seis meses, trabajando en la biblioteca y pasando tiempo con mi tía Mabel, la hermana mayor de mi madre.
Desafortunadamente, como todo lo que tiene que ver con mi madre, no es algo sencillo poner la casa a la venta. Tengo que arreglar primero el lugar. Desde las persianas que se están cayendo, a la pintura, por dentro y por fuera, además de la pila de basura oxidándose en el patio trasero…
Esto va a ser un proyecto masivo. Como no tengo el dinero para mandarlo a arreglar, estoy haciendo todo lo razonable que puede hacer una persona de metro cincuenta. Hoy es la primera vez que le he puesto trabajo duro a la casa y lo encuentro…
Bueno, frustrante, si soy honesta.
En realidad no es verdad. Pasé un día entero la semana pasada abriendo el otro lado de la casa, el lado que ha estado básicamente vacío por años. Tenía curiosidad sobre lo que encontraría ahí, así que abrí todas las puertas y ventanas y molesté a todo el polvo y las polillas.
Para mi sorpresa, el otro lado de la casa está decorado totalmente igual al mío. Gabinetes verdes y papel de pared verde en la cocina. Una enorme sala de estar con piso de adoquines, el cual hacía contraste con el sofá bajo de color amarillo y las sillas. Todos los baños estaban de un color verde, rosado y amarillo.
Incluso subí y encontré los mismos muebles en el dormitorio, todos de cedro y teca, las colchas tenían el mismo patrón geométrico en marrón y amarillo. Hice lo mismo ahí que en mi lado; saqué todas las sábanas de la cama y las reemplacé con unas frescas, recién salidas del paquete. Limpié todas las alfombras, aspiré las cortinas y limpie casi todas las superficies disponibles.
Sí, tendré que reemplazar todo lo de ahí o deshacerme de todo tarde o temprano, pero por ahora está suficientemente limpio.
“¡Hey, señorita Lake!” llamó un joven.
Volteo mi cabeza y cubro mis ojos por el sol. Es Sam Rees, un niño regular de diez años de mi biblioteca. Él está usando un uniforme de la liga de menores.
“Hey, Sam. ¿Cómo estás?” pregunto yo.
“Bien”, dice él. “Voy a jugar béisbol.”
“¡Bien, eso es increíble!” digo.
Él se rasca su cabeza. “Sí… pero preferiría estar en la biblioteca. ¿Va a estar ahí mañana?”
“¡Sip!” digo. “Desde muy temprano, para tenerlo todo listo para ustedes.”
Sam sonríe. “Okay, bueno. ¡La veo entonces, señorita Lake!”
“Chao, Sam”, digo, pero él ya se había ido en dirección al campo de béisbol del pueblo.
Quito lo último de la mugre negra que puedo alcanzar y luego comienzo a bajar la escalera. Mientras paso por la ventana de arriba, me quedo asombrada de ver a mi zoo personal reunido, mirando y esperando.
Muffin me mira atentamente a través de su ojo bueno, su pequeña cola felina moviéndose. Zack y Morris son mis dos labradores mezclados con seis piernas entre los dos; ambos ladran y jadean emocionados cuando golpeo el vidrio. Sadie es mi perro más especial, ella es una Malamute ciega y sorda y actualmente tenía su cabeza ladeada, intentando comprender por qué Zack y Morris están emocionados.
Sonrío mientras bajo por la escalera. Todos son considerados dañados de alguna forma, pero eso solo hace que sean más preciados para mí. Cuando llego al piso, veo a un hombre alto y de cabello oscuro de mi edad caminando hacia mí. Él lleva una niña pequeña que juzgo que debe tener dos años. Ella tiene cabello más oscuro, pero había algo en ellos que los marcaba como familia.
Miro a la izquierda y a la derecha, asegurándome de que el hombre estaba caminando hacia mí. No había nadie a la vista, así que enderezo mis hombros. Mientras el hombre se acerca, veo que es mucho más alto que yo. Hay casi medio metro entre nuestras cabezas.
No solo eso, es todo un papacito, me admito para mí misma. Cejas oscuras encima de unos ojos verdes brillantes, pómulos altos, labios amplios, perfecto. Él estaba vestido casual, tenía jeans, una sudadera negra y botas negras al estilo militar. Su cuerpo era espectacular. Era muscular y enorme en todos lados.
Cielos.
“Hola”, dije, manteniendo mi tono ligero y amigable.
Él acomoda a la pequeña niña en su cadera y se detiene frente a mí. La examino brevemente; ella lleva una sudadera gris claro y leggins azul marino, además de unos zapatos negros.
“Hey”, dijo él. “Soy Charlie Lawson.”
El timbre de su voz es inesperadamente profundo y duro. Hizo que un escalofrío de emoción recorriera mi columna. Me siento mal por la esposa de este galán por el cual me estoy excitando.
Bueno, no tan mal. Ella logra dormir con él en la noche.
“Larkin Lake”, digo y extiendo mi mano. Él acomoda a la niña y luego toma mi mano. Cuando sus dedos tocan los míos, yo siento una pequeña carga de electricidad. Él suelta mi mano rápidamente.
“Esta es mi hija, Sarah”, dijo él. “Di hola, Sarah.”
La niña pequeña se ríe y muestra una sonrisa brillante. “Holaaaaaa.”
Me rio. “¡Hola, Sarah!”
“Estábamos comiendo en el Dot’s Diner por allí”, dijo él, sacudiendo su cabeza hacia donde estaba el comedor en el otro lado del césped. “Y pregunté dónde puedo rentar un lugar por aquí. La señorita que me atendió me dijo que hablara contigo, que tú tienes un lugar.”
Volteo y miro mi casa. Sí tengo un lugar, pero no es de conocimiento público. Eso me enseñará a que no puedo limpiar un lado de mi casa en este pueblo y no esperar que todo el pueblo se entere de inmediato.
“Lo tengo”, dije lentamente. “Pero es muy anticuado. Todo fue instalado en los setenta.”
“¿Está limpio?” pregunta él, arrugando sus cejas.
“Bueno, sí.”
“Sí”, imita Sarah, orgullosa de sí misma.
Él ni siquiera reacciona, solo la mueve en su cadera.
“¿Tiene dos dormitorios?” preguntó él.
Muerdo mi labio antes de responder. “Tiene tres. ¿Quieres… quieres verlo?”
Él me mira por un segundo, quizás intentando decidir si soy confiable. “Claro.”
Me volteo y los llevó hacia las escaleras de la segunda entrada, construida para imitar a la primera. No es tan bonita como la original, la puerta es de madera vieja y sólida mientras que la mía es de cristal. Las dos entradas están separadas por una pared, así que cada una tiene su propia mitad privada del porche.
“Ya regreso”, le digo a Charlie, el cual solo mueve a Sarah en su cadera. “Tengo que ir a buscar las llaves en mi casa.”
Corro por los escalones y me apresuro a mi puerta. Las llaves están en un gancho adentro, colgadas justo encima de mi fila de abrigos ordenados en sus ganchos y mis botas de lluvia en el suelo.
Las agarro y regreso hacia Charlie y Sarah. Levanto las llaves como evidencia de que tuve éxito, pero él ni siquiera parpadea.
“Entonces, uh… ¿te vas a mudar aquí con tu… compañera?” Yo pregunto mientras desbloqueo la puerta y la abro.
“Com-ñera”, repite Sarah. Yo le sonrío.
“Así es, dije compañera”, le digo.
Estoy seguro de que es heterosexual, pero ya sabes lo que dicen de asumir cosas. Entramos directo al espacio de la sala de estar.
“No”, dice Charlie en un tono que ruega que no le hagan más preguntas. “Solo Sarah y yo.”
“Ah”, asiento yo, regañándome internamente.
Noto que Charlie no tiene la necesidad de llenar las largas pausas entre sus palabras con charlas. No como yo; me siento ansiosa cada segundo que paso en silencio.
Con eso y el aspecto de sus botas, apuesto a que solía ser militar. Mi papá era militar cuando yo era pequeña. Él se movía de forma similar, sus ojos siempre moviéndose.
“Entonces, si no te importa que pregunte, ¿para qué te mudas a Pacific Pines?” digo.
“Quiero estar más cerca de la familia”, contesta él. Él mueve a Sarah en su cadera y su atención va hacia la cocina.
Lo sigo mientras él avanza por el primer piso. “¿Y qué haces como trabajo?”
Él abre uno de los gabinetes verdes y lo encuentra vacío.
“Trabajo para mí mismo”, dijo él. “El dinero no es un problema.”
Mis cejas se elevan. “¿Oh?”
“Abajo”, dice Sarah, jalando la camiseta de Charlie. “Abajo.”
Él mira alrededor y luego baja a Sarah. “¿Te importa cuidarla un segundo mientras reviso los dormitorios?”
Miro a Sarah, la cual está caminando hacia los gabinetes de la cocina y comienza a abrir y cerrar los que están abajo. “Claro, no hay problema.”
Él desaparece hacia el resto de la casa. Asumo que puede encontrar las escaleras por su cuenta. Pero Sarah no está convencida.
“¡Papá se fue!” ella me dice, su expresión es de sorpresa.
Hora de distraerla. Yo avanzo hacia ella y me inclino, señalando un gabinete.
“Eso es un gabinete.”
“Gabi-tee”, dice ella.
“Gabinete”, repito yo.
Escucho las botas de Charlie en las escaleras y luego lo escucho caminando.
Ella me mira, su expresión solemne. “Gabi-tey.”
“Mmmhm”, murmuro yo. Sarah se voltea y mira alrededor.
“¿Dónde?” chilla ella. “¿Papá se fue?”
“¿Hey, viste esto?” Yo redirijo su atención al abrir un gabinete. “Mira.”
Su cara se llena de curiosidad. “¿Qué?”
Cierro el gabinete y lo vuelvo a abrir. Ella se acerca y coloca su mano pequeña sobre la mía y empuja hasta que se cierra el gabinete. Luego me mira.
“Funciona.” Dice ella, completamente seria.
“Sí, lo hace.” Yo vuelvo a abrir el gabinete y ella me mira con ojos solemnes.
Escucho a Charlie avanzando por las escaleras y unos segundos después aparece en la cocina.
“¡Pa!” Chilló Sarah y levantó sus brazos. “¡Levanta!”
Charlie la levantó. Ella se ve completamente feliz. Había algo en la forma en que sus pequeños puños se agarraban a su sudadera que hizo que apareciera un nudo en mi garganta con una emoción que no puedo nombrar.
“Me gusta”, me dice él. “Preferiría que no fuera un arrendamiento. Pagaré más si tengo que hacerlo. Asumiendo que aceptes, obviamente.”
“Bueno, no estaba planeando dejar ir este lugar tan pronto… así que todavía no tengo un arrendamiento”, dije encogiéndome de hombros. “¿Qué te parece… ochocientos al mes?”
Él no reacciona, solo se encoge de hombros. “Está bien. ¿El primer y el último mes como depósito?”
Mis ojos se abren. Eso es mucho dinero. Pero bueno, él dijo que no habría problema. “Claro.”
“¿Puedo mudarme ahora mismo?” preguntó él.
“Ahora”, repite Sarah y luego se pone a reír. Es difícil no sonreír.
“Sí, claro. ¿Tienes muchas cosas?” pregunto yo.
“No”, dice él. “Probablemente tenemos menos de seis mochilas cada uno y eso es todo.”
“¿En serio?” pregunto yo, sorprendida.
“En serio”, dice él y busca su billetera. Él saca varios billetes con habilidad de su billetera mientras Sarah encuentra el cordón de su sudadera y lo jala. Él cuenta y me entrega. “Toma. Ahí debería haber mil seiscientos.”
Él coloca el dinero en mis manos. “Bien. Aquí están las llaves. ¿Quieres que cuide a Sarah mientras metes las cosas?”
“Nah”, dice él. “Estaremos bien.”
“Está bien”, digo encogiéndome de hombros. “Los veré luego. Chao, Sarah.”
Sarah dice un montón de palabras raras, pero yo supongo que es una despedida. Yo camino alrededor de la casa hacia mi escalera y arrugo mi cara.
De alguna forma, parece mucho menos interesante que hace una hora. Muevo la escalera y vuelvo a subir. Si subo hacia lo más alto y me pongo de puntillas, puedo ver a Charlie y a Sarah avanzando por el jardín verde, seguramente al auto que tiene.
Charlie es una enorme interrogante para mí, aunque muy apuesto. Aun así, no puedo decir que no estoy feliz de tener a un dulce así…
Sarah es una preciosidad.
Suspiro y regreso a mi trabajo de limpieza.