Dos semanas.
Ese fue el tiempo que transcurrió desde que me convertí en la octava m*****o del que era el grupo de kpop más famoso del momento: BTS.
A su vez, era también el tiempo que llevaba como "novia" del mayor, Jin.
Lo expreso con comillas ya que, desde aquel suave beso tras el concierto, no se volvió a hablar del tema, aunque ambos sabíamos que había algo más que amistad entre nosotros.
En casa todo se volvió más tranquilo: ensayos más suaves, buenas relaciones entre todos, diversión, e incluso mi padre empezó a cambiar su actitud.
Y eso me alegraba.
Me alegraba mucho.
Hoy era domingo, pero era un domingo de los que yo llamaba 'Dayreza'.
Día en inglés más pereza: Dayreza. Era uno de esos horribles y fastidiosos días en lo que te aburre hacer cualquier cosa, incluso las actividades que más te encantan no son aceptables en un Dayreza.
Es por eso por lo que deseaba que volviera a ser lunes.
Para colmo, hoy no teníamos nada que hacer. Sin prácticas, componer, clases de afinación vocal, pruebas para los nuevos vestuarios, etc.
Nada.
Un domingo completamente para hacer lo que nos plazca.
Estaba en mi dormitorio arreglando uno de los cajones en el que guardaba mis libretas y apuntes musicales, pero a cada minuto me quedaba embobada mirando a la nada y pensando en todo.
Pronto me aburrí: repito, los Dayreza me afectan demasiado.
Es por eso por lo que terminé por tirar un par de antiguas partituras que ya estaban acabadas y que la compañía ya tenía registradas. Nada más. El resto del cajón lo deje tal y como estaba.
Salí del dormitorio y me dirigí hacia el mueble de la cocina para buscar algo que picar: mi objetivo eran unas galletas con mitad de chocolate.
Buenísimas.
Pero mi meta se derrumbó al ver que ya no quedaba ningún paquete.
Mientras me disponía a cerrar la puerta escuché unos sonidos "crujientes".
Entrecerré mis ojos mientras activaba al máximo mi olfato.
No me equivocaba: aquel olor era definitivamente el de las galletas con chocolate.
Me giré rápidamente en busca de mi futura víctima. Fue entonces cuando, mientras revisaba con la mirada el lugar, vi algo sospechoso: una pierna asomando por el sofá.
- ¡Mis galletas! – exclamé mientras saltaba por la parte de atrás del sofá y caía en la parte delantera.
- ¡Auch! – se quejó aquel chico el cual se encontraba tumbado.
- ¡Suga! No puedes comerte mis galletas – dije mientras seguía sentada sobre su barriga e intentaba quitarle la comida.
- Estaban en el mueble de la casa, entonces es de todos – respondió en su defensa mientras estiraba el brazo para que no llegara a ellas.
- Al menos dame una – pedí mientras me bajaba del sofá e iba hacia su brazo el cual, con un ágil movimiento, volvió a alejar de mi alcance.
- Solo queda una.
- ¡Comparte!
- ¡Já! ¿Me vas a obligar? – sonrió de lado.
- Te la robaré si hace falta.
Para lo perezoso que era Yoongi, me sorprendió la velocidad con la que se levantó y salió corriendo por la cocina-sala de estar mientras, con torpeza, intentaba sacar la última galleta del paquete.
Por supuesto yo no pensaba quedarme atrás. Quería comer aquello y aquel enano no me lo iba a impedir.
Corríamos y corríamos por el lugar como si aquello fueran 'Los juegos del hambre'.
- Por favor – dije haciendo un medio puchero mientras veía cómo se la llevaba a la boca.
¡Crunch Crunch!
Demasiado tarde.
Había perdido esta guerra.
- ¡Ya te vale! – me quejé mientras le daba un pequeño golpe en el hombro.
- La próxima vez será – soltó una risotada mientras se burlaba de mí.
- ¿Qué ocurre que estáis haciendo tanto alboroto?
¡Oh no! Omma Jin salvaje apareció.
- Yoongi se comió mis galletas y no quiso compartir – respondí rápidamente mientras señalaba al chico de mi lado.
- Si están en la casa es de todos – me miró amenazante.
- Si, pero pudiste haberme dado la mitad – dije en mi defensa.
- Ya basta niños – respondió Jin mientras cortaba la conversación – (TN) lo que hay en casa es de todos. Yoongi, hay que compartir.
Ambos aceptamos a regañadientes las palabras de Jin, quién asumió de nuevo el papel de mamá de manera automática.
- Tss, chivata – susurró Suga hacia mí.
- Vete a decorar la entrada de la casa, gnomo de jardín.
Pude notar como a Jin se le abrieron los ojos mientras intentaba aguantarse la risa, por otra parte, el insultado se giró hacia mí a la velocidad del rayo.
Si las miradas mataran, Yoongi incluso me habría enterrado.
(TN) 1 – Suga 0.
Orgullosa ante el resultado final, me dirigí hacia mi dormitorio en busca de algo de dinero.
Por culpa de Yoongi no paraba de pensar en aquellas galletas chocolateadas, así que saldría a comprar un paquete. Además necesitaba salir a la calle, respirar algo de aire puro y pasear. Tal vez de esta forma mi Dayreza se haga más leve.
- Bueno chicos, voy a salir – avisé mientras me despedía de los dos que allí se encontraban.
- ¿Dónde vas? – preguntó Jin curioso.
- A por galletas – respondí con mirada amenazante hacia el ladronzuelo.
- ¿Te acompaño?
- No hace falta, voy a la tienda que hay al pasar la esquina. Además así me despejo un poco, este domingo encerrada me está consumiendo – rodé los ojos.
- Está bien, ten cuidado – sonrió.
- ¡Si!
Fui al vestíbulo a coger mi chaqueta. Me la puse junto una mascarilla y una gorra negra para que no me reconocieran.
Nuestra casa se encontraba en un solar en mitad del bosque, cosa que era maravillosa tanto para los fans, prensa y otros medios de comunicación como para nuestra paz y tranquilidad.
Pero hoy hacía demasiado frío y la carretera principal estaba a unos quinientos metros de distancia de la casa. Una vez llegara a esta, solo tendría que andar unos pocos metros para llegar hasta la tienda.
Pensando en las actividades programadas para esta semana, llegué a la puerta del local antes de darme cuenta.
Las puertas automáticas se abrieron en cuanto me acerqué a ellas.
- Buenas tardes – me dijo amablemente la cajera.
- Buenas tardes – respondí de la misma forma mientras hacia una pequeña y rápida reverencia con la cabeza.
Sin detenerme mucho más, fui al pasillo donde se encontraban los snacks, aperitivos y refrescos.
Pasé la mano por la estantería en busca de mi merienda hasta que me detuve delante de un paquete color rojo y marrón con dibujos de galletas.
> - pensé.
No fue hasta ese momento en el que noté como un grupo de estudiantes tenían su mirada en mí a la vez que cuchicheaban algo.
No quise detenerme mucho más así que rápidamente me dirigí a la caja para pagar.
Mientras la dependienta pasaba el artículo por el lector de productos yo me apresuré a sacar el dinero y pagar.
Con las mismas salí del local algo apresurada, aunque todavía no era muy famosa, no quería arriesgarme a que me reconocieran.
Con mi pensamiento de victoria me encaminé vuelta a casa.
Aquello no fue así.
- ¡Eh, tú! – escuché la voz de una chica a mis espaldas.
Yo me paré en seco mirando hacia los lados. No será a mí, ¿verdad?
Sin más espera, reanudé mi marcha, pero de nuevo:
- La chica con la corra y mascarilla negra – dijo otra.
Definitivamente se referían a mí.
Volví a pararme y noté como aquellas tres niñas me rodeaban.
- Eres tú, ¿cierto?
>
- Lo siento, creo que os equivocáis, no nos conocemos. – respondí mientras volvía a caminar.
Velozmente una de las chicas, la que no había hablado aún, tiró de mi mascarilla dejando mi rostro al aire.
- ¡Lo sabía!
- ¡Eres (TN)!
Vaya....¡Qué pronto había conseguido fans!
- Estúpida y asquerosa (TN) – respondió otra con maldad.
Corrijo: Qué pronto había conseguido anti-fans.