Busco mi bolsillo, recuerdo que no llevo nada más que calzoncillos y luego me lanzo hacia el traje empapado y mutilado en el porche del bungalow. Me lleva demasiado tiempo encontrar mi tarjeta de acceso en el bolsillo interior y, cuando lo hago, casi espero que no funcione.
Déjame perderme. Déjame perderme. Déjame perderme .
Pero se abre con un clic tal como lo hizo con ella hace un momento.
Y cuando entro, sí, después de tropezar con mi disfraz y quitármelo de una patada, Marysha está allí.
Me froto los ojos.
Parpadea unas cuantas veces.
Espero mucho.
No funciona.
Ella todavía está aquí, a mitad de camino sobre la alfombra con estampado tropical de la sala de estar de camino al primer dormitorio, arrastrando una horrible maleta con estampado floral.
—Esa es mi habitación—, digo.
Ella redirige como sólo la Sra. Sabelotodo puede hacerlo, dirigiéndose a la puerta cerrada del dormitorio al otro lado de la espaciosa sala de estar con una pequeña cocina a lo largo de la pared más cercana a mí.
—Eso también es mío—, digo.
—Estás usando ambas habitaciones—. No es una pregunta. Una declaración como si estuviera señalando que soy ridículo.
Soy un chico tranquilo. Me encanta divertirme. Me encanta ayudar a las personas que me rodean a divertirse. Puedo manejar muchas cosas.
Yo causo mucho.
Hoy en día casi siempre son muchos inofensivos, pero muchos.
¿Pero compartir una habitación con la princesa Marysha para que pueda cuidarme ?
No.
Uno de nosotros tiene que irse.
Cualquier otro día, en cualquier otro lugar, con cualquier otra cosa escondida en ese segundo dormitorio, me ofrecería como voluntario para ir.
Pero esa no es una opción.
—Sí—, digo como si ella fuera la tonta, aunque sé que no lo es, —estoy usando ambas habitaciones—.
Su rostro se contrae como era de esperar. —Emma está trabajando con la gerencia para encontrarme mi propio bungalow o una habitación abierta en el hotel desbordado, pero en realidad, esto no será tan malo hasta que lo haga. Sé que no estás usando ambas habitaciones—.
Es muy molesta cuando sabe cosas.
¿Y por qué Emma no me lo dijo ella misma? —Puedes quedarte con la cama plegable. Los dormitorios son míos—.
—Grant. No se puede dormir en dos camas a la vez —.
—Tal vez simplemente no te quiero aquí—.
Ha pasado mucho tiempo desde que pasamos un tiempo significativo juntos. De hecho, la mayor parte de nuestra vida adulta, y no tengo ninguna duda de que está esperando a Grant, el idiota de la escuela secundaria, en lugar de Grant, un adulto que tiene sus cosas juntas.
Sus expectativas me están haciendo volver a caer en viejos hábitos que superé hace mucho tiempo y que no me gustan.
—Soy una compañera de cuarto fácil—, dice rotundamente con una enorme sonrisa falsa plasmada en su rostro. Probablemente ella también esté descontenta con este acuerdo. —Promesa. Muy silencioso. Ni siquiera sabrás que estoy aquí—.
En todos mis años escolares, ella fue la única compañera de clase a la que nunca pude conquistar. Finalmente me juré a mí mismo que dejaría de intentarlo, sin importar cuánto me matara por dentro saber cuánto quería ganármela. ¿Entonces Emma le pidió que me cuidara ?
Esto es un insulto a la maldita injuria. —No has dejado de hablar desde que entraste por la puerta—.
—Simplemente digo todas las palabras para poder estar callado más tarde. ¿A menos que quieras que hable más?
—No.— Mierda . No sé si se supone que debo revertir la psicología de ella o ser honesto.
—Funciona para mi. Tampoco sé si quiero hablar mucho más contigo—.
—Sin pelos en la lengua, ¿verdad, princesa Plainy?—
Se encoge de hombros como si estuviera desviando el apodo por las puertas del balcón y hacia la oscuridad sobre el Pacífico mientras se dirige una vez más hacia la puerta cerrada. —No tiene mucho sentido cuando ambos sabemos que nunca seremos amigos cercanos. Al menos sabemos cuál es nuestra posición, ¿verdad? Esto es para Emma. Haría cualquier cosa por Emma—.
Muevo mis cejas hacia ella. No puedo evitarlo. El camino más fácil para molestarla. —¿Y si Emma quisiera que tú también te desnudaras conmigo?—
Ella se cruza de brazos y me mira fijamente a los ojos. — Todo lo que ella me pida.—
Las alarmas suenan en mi cabeza.
Para ser justos, son solo dos de ellos, porque esas son todas las alarmas que tengo, pero ambos a la vez son motivo de preocupación.
—¿Estás jodiendo conmigo?— Le pregunto.
Ella no responde.
Pero un aullido muy fuerte suena detrás de la puerta cerrada del dormitorio.
Lo imito mientras bostezo. —Cansado. Irse. Necesito mi siesta de belleza antes de irme de fiesta toda la noche—.
Ella me mira fijamente.
Luego en la puerta, donde cuatro pequeños maullidos atraviesan la madera.
— Fuera —, repito, señalando la salida mientras camino por la alfombra decorativa para evitar que abra esa puerta.
Ella ya no sonríe. —Dime que no estás coleccionando animales para tu papá—.
Mi temperamento, que generalmente existe tanto como las alarmas, ruge como si alguien lo hubiera clavado con un atizador caliente. —Conseguir. Joder. Afuera. De mi habitación—.
Ella me ignora y se dirige a la puerta de mi habitación de invitados.
La ignoro, me ignora y la interrumpo, colocándome entre ella y el pomo de la puerta.
Hasta el último gatito dentro de esa habitación decide encontrar sus cuerdas vocales de inmediato, lo cual es impresionante considerando lo pequeños que son.
—Grant—, dice.
Sólo mi nombre.
Como si ella fuera una maldita maestra y yo estuviera en problemas por traer una ardilla bebé herida al salón de clases.
No es así que pudiera esperar a que pereciera y presentárselo a mi papá para que lo rellenara, como mi maestra también asumió ese día.
—La única razón por la que no te voy a tirar desde mi balcón ahora mismo es porque arruinaría el día de Emma—, fuerzo a decir con los dientes apretados.
—Además, aquí estamos básicamente al nivel del mar, por lo que tendría un aterrizaje bastante suave—, dice. —Eso arruinaría tu día si hicieras todo ese esfuerzo para lograr un pequeño impacto, estoy seguro. Y no soy un debilucho acobardado, como habrás notado cuando te salvé de un incendio hace unos minutos. No querrías que te atacara con mis músculos dos veces en un día, ¿verdad?
Quién es esta mujer?
Ciertamente no es la Marysha de la escuela secundaria quien me habría informado que si no dejaba de hacer rebotar una pelota de tenis contra la pared cuando se suponía que íbamos a tener un recreo tranquilo en el interior, se lo diría a la maestra. —Puedes quedarte con la cama plegable. Porque hará feliz a Emma . Pero no abras esa puerta. Si abres esa puerta, arruinaré el resto de tu vida, sin importar qué tipo de habilidades musculares locas creas que tienes. Mantente fuera de mi habitación también—.
Sus ojos azules vacilan y da medio paso atrás. —Me doy cuenta de que esto no es conveniente para ninguno de los dos—, dice suavemente, —pero estoy segura de que ambos podemos manejar esto por el bien de Emma. Y seguramente puedes ver que es al menos inesperado escuchar lo que suena como una manada de gatos en tu habitación de invitados—.
—Solo puedo dormir si hay una habitación separada con la puerta cerrada y el canal de naturaleza en el televisor del interior—.
Ella abre la boca.
Lo cierra como si estuviera decidiendo que no quiere saber si esa es la verdad.
Recorre mi cuerpo con la mirada como si recién se diera cuenta de que estoy aquí sin nada más que mi ropa interior.
Buenas noticias: su personalidad ha destruido una vez más cualquier deseo que mi pene pueda tener de tener una erección.
Me recuesto contra la puerta del dormitorio. —Sabrina tiene dos bungalows abajo. Ve y quédate con ella—.
Su mirada se fija en la mía. —No.—
—Aquí no tienes mucho margen de negociación, princesa Plainy—.
—Emma quiere que me quede aquí—.