Baja la mirada y cruza la habitación para arrodillarse frente a mí y colocar suavemente el transportador para gatos sobre mi alfombra. —¿Gatitos?— pregunta en voz baja. —Aceptaré gatitos—. —¿Te sientes bien?— —Estoy tan enojado contigo—. Hace una mueca cuando abre el transportín y saca a un gatito gris. Frijol de jalea. Es Jellybean. Y ella maúlla mientras él la coloca con cuidado en mi regazo. —Dejé a Fred en casa con Miss Doodles, pero el resto está aquí. La caja de arena está en el coche. Iré a limpiarlo. O envía a alguien más si no quieres verme—. —¿Por qué sigues siendo un idiota?— Este no soy yo. Que no es. Soy la mujer educada para la que mi madre me entrenó. Pero estoy muy enojada con él. Y estoy muy feliz de verlo. Y se ve tan jodidamente bien aquí. Como si él fuera el