—Me retracto. Es usted inteligente, señor matemático. Fuiste amable al dejar el bar conmigo. —Psh. Soy un idiota—. Está brillando de nuevo. Los ojos se iluminaron y los labios se abrieron en una amplia sonrisa. —Bueno, merezco que sólo haya imbéciles en mi vida, así que me alegra oírlo—. Le doy un codazo, sobre todo buscando alguna excusa para tocarla de la misma manera que ella me tocó a mí en el bar. —Derramar. ¿Qué hiciste que es tan horrible? Adiós brillo. Mi culpa. Pero es por un bien mayor. Ella brillará de nuevo una vez que se desahogue, estoy seguro. Pero primero, recibo otro suspiro profundo. —Estoy aquí con amigos—. —Gente encantadora, estoy seguro, si son tus amigos—. Actualmente vivo por la forma en que sus labios se inclinan cuando lucha contra una sonrisa después de