CAÍDA TREINTA En el baño VIP, al cual estaba feliz de poder tener acceso, oyó unos sonidos. Sonidos íntimos. Ya estaba listo para detenerse, retroceder y dejarlos con sus deseos carnales, cuando oyó una voz. “¿Quieres el contrato, pequeña puta? Entonces abre tu bonita boca y chúpamelo. Y es mejor que lo hagas bien” Esa voz asquerosa, molesta. Héctor cerró los ojos con fuerza, sacudió la cabeza y convirtió sus manos en puños No. Una nalgada está bien. Debería haber una demanda por acoso s****l, pero qué carajos. ¿Ser un cabrón con las empleadas? Eso viene con las prerrogativas de ser un maldito dueño. ¿Pero que ella se lo haya buscado? No. Hubo un gemido. Una bofetada. Un sollozo. Otra bofetada. Un quejido apagado y sonidos de ahogo. Un gruñido masculino. Héctor entró a los baños