CAÍDA VEINTINUEVE Héctor se volvió a perder y luego de alguna forma supo dónde estaba. Había seguido el sonido de unas voces encantadoras hasta llegar al gynaeconitis. Esta vez se quedó en el corredor y esperó a Patty. Las damas adentro tomaban duchas, atendían sus heridas y se reían. Ambos equipos. En realidad no podías creer que apenas media hora antes estaban intentando destrozarse las caras las unas a las otras con armas de gomaespuma y, de paso, lográndolo. Una Chica Poster salió del vestuario con sólo una toalla puesta y le envió un beso a Héctor al pasar. “Hola”, dijo él en voz baja. Por los dioses, estaba sonriendo como un adolescente. “¿Pickle?” dijo en voz alta, tratando que lo oyera por encima del escándalo. “¿Qué?” respondió desde adentro. “¿Cuánto más?” “Diez minutos