Capítulo 8 Inevitable tentación

976 Words
—¿Qué deseas de mí? —Ni siquiera le saludé. —Buenas tardes, Loraine. Es de buena educación saludar siempre. Por favor, siéntate —le indicó Julius. —¿Qué de bueno tiene esta tarde? Simplemente he venido aquí gracias a su vil chantaje. No puedo creer que me estés haciendo esto, Julius. ¿Por qué? ¿Por qué a mí? —Porque sé que me deseas tanto como yo a ti. —Eso no es cierto. No le deseo de ninguna manera. Lo que ocurrió en el gimnasio fue simplemente un error, uno que no se repetirá. Si quiere publicar ese video, adelante. Pero le advierto que no me chantajeará un minuto más —dije, mientras él permanecía en silencio. De repente, sentí su mano tocar mi pierna por debajo de la mesa, haciéndome estremecer. Sin dejar de mirarme, era difícil resistirme a la atracción de su mirada. —No creo que estés tan segura de querer que esto no continúe. Vamos hacia atrás, donde hay un poco más de intimidad. —No quiero ir con usted a ningún lado, Julius —respondí. Él apretó mi pierna salvajemente debajo de la mesa, mirándome con deseo. Estaba segura de que no podía seguir diciendo que no. Al mismo tiempo que él se levantaba, yo también lo hice y, como si estuviera hipnotizada, lo seguí a una sala más apartada. Era un bar donde claramente se encontraban las figuras más prominentes de la mafia, rodeadas de mujeres semidesnudas con trajes que dejaban poco a la imaginación. Había muchas mesas llenas de cartas y botellas finas de Scofflaw. Me sentía muy nerviosa por lo que estaba presenciando. Jamás imaginé que estaría siquiera cerca de un lugar así. —¿Aquí es donde pasas tu tiempo, Julius? —pregunté. —No deberías hacer muchas preguntas sobre los negocios, querida Loraine. Pero este es solo uno de los lugares de placer de la cosa nostra. Así que tranquila, eres completamente bienvenida —respondió Julius. —Pero quiero irme inmediatamente de aquí —insistí. —No lo creo, preciosa —dijo Julius, tomándome de la mano. Entramos a una pequeña cabina rosa separada del resto, con grandes sillones de cuero blanco y luces de neón, algo fetichista para mi gusto. Había una mesa con una botella y un par de mujeres atendiéndonos. —Por favor, retírense y cierren las cortinas —ordenó Julius a las mujeres, refiriéndose a los suaves velos que rodeaban la cabina. Me senté a su lado y tragué saliva. No era el mejor momento para salir corriendo. Estaba atrapada entre las luces de un bar de placer y un hombre que invitaba a rendirse. —Bueno, dejémonos de tanto protocolo y dime ¿Por qué a mí? Mira, Julius, lo que pasó en el gimnasio no se repetirá. Te juro que no tenía la intención de... Julius se abalanza sobre mí y me comienza a besar apasionadamente, su lengua invade todo mi ser, mi boca se movía al compás de la suya, y siento como unas cosquillas invaden lo más bajo de mi abdomen, ahora sus manos están en mi cuello y siento como un leve gemido se escapa de mi boca. —¿Por qué tu? Es algo que realmente quisiera responderte en este momento, pero no sé qué decirte, soy un hombre débil, y tú me gustas demasiado —Es que yo no quiero nada contigo Julius , soy una mujer casada, no considero que sea correcto— le digo mientras me separo de él tratando de evitar el contacto —¿Si no fueras casada, dirías lo mismo? —Claro que sí, no considero que sea el hombre para comenzar una relación —¿Quién te dijo que quería una relación contigo? —¡¿Ah no?!, entonces ¿Qué es lo que quiere? —Quiero que seas mi sumisa y que me complazcas por no sé cuánto tiempo, corriendo la posibilidad de que me enamore de ti, y seas la mujer de mis sueños, y tal vez me case contigo— eso me hizo recordar las palabras de Ángel en el gimnasio, en seguida me alejo de él y le niego con la cabeza —¡Estás loco! ¡No quiero ser la esclava de nadie, eso lo tengo claro! —exclamé. —Ya lo eres, mi pequeña flor —respondió mientras se acercaba nuevamente y me acostaba sobre el gran sillón. Lentamente desabrochó mi blusa y con sus grandes manos comenzó a deslizar mi pecho fuera del sostén. Involuntariamente, mis pezones se endurecieron y él, sin preguntar, tomó uno en su boca y comenzó a succionarlo con fuerza. Grité, sin saber si era de dolor o placer, mientras sentía su entrepierna dura y grande rozando la mía, deseando arquearme debajo de él. —¿Qué estás haciendo? —le pregunté con un tono de reclamo, pero al mismo tiempo de placer. —Quiero confirmar que ya eres mía —respondió mientras continuaba succionando mis senos y haciendo maravillas con cada uno. Estaba en un completo trance, solo podía meter mis manos en su cabello y hundir su cabeza en mi pecho. Luego, llevé mis manos hacia su majestuoso m*****o y él me permitió tocarlo, sintiéndolo completamente húmedo como yo. —Ponte de rodillas —me ordenó. —¿Qué? —Haz lo que te digo —dijo mientras mis senos quedaban libres sobre su camisa. Me puse de rodillas frente a él, y cogió la botella de alcohol que estaba frente a nosotros y mojó su m*****o con un poco de ella. —¡Chúpamelo! —me tomó por la cabeza y me introdujo a la fuerza su gran m*****o en la boca. Hice gestos al sentir el amargo sabor a whiskey invadiendo mi garganta, sintiéndome quemada, pero Julius cada vez empujaba con más fuerza su m*****o dentro de mi interior
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