—¿Qué estabas haciendo con esa señorita? —Ángel, el hermano mayor de los Ricci, reprende a su hermano.
—Llevo varios días viéndola. Creo que puede ser una buena oportunidad —responde.
—¿Una buena oportunidad para qué?
—¿Y a ti qué te importa, Ángel? Yo decido qué hacer con las mujeres que me encuentro —contraataca su hermano.
—Si piensas que es adecuada para trabajar con nosotros, estás equivocado. Es muy simple. No se ha sometido a cirugías y tampoco tiene la actitud —Ángel habla con sarcasmo. Ambos pertenecen a la familia de mafiosos más temida de la ciudad, encargados del mayor negocio de lavado de dinero. Julius, con tan solo 27 años, ha tomado el control de gran parte de los negocios de su padre, Gilbert Ricci, aprovechando su poder para ser controlador, mujeriego y enfermizo. Todas las mujeres que caen en sus redes se convierten en sus esclavas sexuales, muchas por dinero. A Julius le gusta someterlas a una serie de pruebas, entre las que se incluye acostarse con otros hombres, lo que le proporciona placer.
Por su parte, Ángel es el contador de la organización, inteligente y prudente. Es la cara buena de los mafiosos y gracias a su participación, la policía nunca logra demostrar algo ilegal en contra de los Ricci, lo que les permite acumular dinero ilegal en sus arcas.
Julius era un obsesionado por las mujeres. Cuando una de ellas se convertía en su objetivo, no había escapatoria. Utilizaba cualquier medio para hacerlas sucumbir a sus deseos, incluso recurrir a la fuerza, ya que no tenía respeto alguno por el libre albedrío. Loraine Martins se había convertido en su nueva obsesión, y aunque había logrado escapar de él en su primer intento, no escatimaría esfuerzos para hacerla suya.
—No me importa que ella no esté físicamente apta para trabajar en la organización. Tal vez no la quiera para eso —Julius suelta una pesa con fuerza, sus pupilas se oscurecen mientras imagina lo que tiene planeado hacer con ella.
—No lo niego, es una chica muy hermosa, pero parece ser diferente a las demás. Aquí, las mujeres que buscan dinero se acercan a ti, y las que no, obviamente no les interesas. Todos saben que eres un "sugar daddy" —comenta Ángel.
—Deja de decir estupideces, Ángel. Que tú no gustes de las mujeres no significa que yo sea el estúpido que tú dices —responde Julius.
—No soy gay, simplemente no soy un mujeriego como tú —replica Ángel.
—Quiero saber quién es esa mujer, Ángel. Necesito que me ayudes a averiguarlo desde tu laptop. Con todos tus sistemas de información, debería ser fácil descubrir su identidad —Julius le pide a su hermano mientras este trabaja frente a su computadora.
—No es tan simple. Eso sería una invasión a la privacidad —responde Ángel.
—Somos delincuentes. ¿Un delito más, uno menos? Muévete. Mira la lista de inscripciones recientes en el gimnasio, desde hace unas dos semanas. Ella es nueva —insiste Julius.
—¿Cómo sabes eso? —pregunta Ángel.
—Eso no importa. ¿Vas a ayudarme o no? —Julius le ofrece una copa de licor, pero Ángel la rechaza. Ambos eran completamente opuestos. En muchas ocasiones, Ángel lamentaba ser parte de la organización de su padre.
—Dame unos 20 minutos y te diré lo que encontré. Pero déjame solo, no puedo concentrarme con tu olor a alcohol. Lárgate de aquí —Ángel le pide a su hermano, quien sale y se sienta en su gran sillón de cuero.
Mientras tanto, una mujer le sirve otra copa de vino y le hace un masaje. Era su empleada doméstica personal, vestida con una diminuta tanga y unas flores que apenas tapaban sus pezones. Había pasado por varias cirugías estéticas por orden de su jefe, con senos gigantes y caderas operadas.
—Delphi, no puedo seguir recibiendo masajes si no te quitas esas malditas uñas. Me estás enojando —exclama Julius.
—Pero señor, usted me ordenó que debía tener uñas largas y decoradas para mostrar elegancia al atenderlo —responde Delphi.
—Tienes 10 minutos para quitarte esas cosas de las manos. ¡Rápido! O recibirás un castigo —advirtió Julius. Delphi corre desnuda hacia la cocina en busca de ayuda, mientras él no deja de pensar en Loraine. Aunque solo la ha visto unos días, imagina los cambios que haría en su figura y ansía el momento de poseerla. Una obsesión está creciendo en su interior y no se detendrá. Va al estudio de Ángel en busca de información.
—¿Qué averiguaste? —pregunta Julius.
—No fue difícil. Es una figura casi pública, pero respetable. Es la directora del periódico local y esposa de un abogado hijo de un político. No puedes hacer lo que sea que estés planeando. Es una mujer de familia, con esposo e hija —responde Ángel, quien ha accedido a las r************* de Loraine, donde hay muchas fotos y publicaciones familiares.
Aunque inicialmente Julius siente algo de ira porque esto podría obstaculizar su objetivo, respira profundamente y se da cuenta de que esto hace que su próxima presa sea aún más interesante. A partir de ese momento, Julius Ricci se convierte en la pesadilla de Loraine Martins.