Un par de horas más tarde, llegamos a la cabaña que mi esposo había alquilado para nuestro escape. Él estaba emocionado, no dejaba de mirarme con deseo, lo cual era conveniente si quería crear una escena emocionante de sexo para mi mafioso.
—Amor, este lugar es precioso. Gracias por pensar en nosotros —me acerqué y lo miré con una expresión de niña mimada. Le di un beso húmedo en los labios, lo cual encendió sus motores de inmediato, ya que pude sentir su entrepierna reaccionar al abrazarlo.
—Preciosa, solo lo mejor para mi esposa. Te mereces esto y mucho más —me dijo mientras me apretaba el trasero con una mano.
—Bueno, cariño, vamos adentro, nos instalamos y continuamos con nuestra pequeña luna de miel —cerré con un beso apasionado, tomé su mano y lo llevé al interior.
El lugar era encantador, una cabaña con una decoración vintage muy romántica. Él la había decorado con rosas y luces doradas, lo que le daba un toque de romanticismo y erotismo al ambiente.
—Es increíble. Es la primera vez que venimos a un lugar así.
—Sí, amor. Espero que podamos disfrutarlo. Voy a servir un par de copas de vino, espérame aquí —dijo mi esposo mientras se dirigía a la cocina.
Mientras él estaba ocupado, revisé mi teléfono y vi que tenía un mensaje que había recibido hace unos quince minutos.
«Estoy esperando por ti preciosa, no tienes idea de cuánto anhelo verte ser poseía por otro hombre»
Ese mensaje en lugar de indignarme, me excitó por completo. Rápidamente eché un vistazo al lugar, acomodé el teléfono para grabarlo todo y enseguida Emanuel regresó con dos copas.
—Gracias, mi amor —tomé la copa y me la bebí de un sorbo, el licor quemó mi garganta, pero no me importaba. Ahora lo único cierto es que, por una razón ardientemente excitante, quería complacer a mi mafioso. No sentía miedo o desesperación; quería dar lo mejor de mí.
—Estás sedienta, cariño.
—Sí, bastante —lo senté en el sofá, justo frente al teléfono que ya estaba grabando. Mi esposo apenas tomó un trago de su copa y comenzó a ponerse nervioso, pero no me quitaba los ojos de encima. Pude ver de reojo cómo su m*****o quería salirse de su pantalón, y le sonreí con picardía.
Comencé a quitarme la ropa lentamente, simulando un striptease con una canción invisible, una que solo susurraba con mis labios. Mi esposo apenas me dedicó una sonrisa mientras lo hacía, luego me puse frente a la cámara, con la espalda hacia él.
Empecé a quitarme el sujetador, lo dejé caer frente a la cámara y dejé mis pechos al aire. Comencé a acariciármelos ferozmente frente a la cámara, luego me agaché, poniendo mi trasero muy cerca de la cara de mi esposo, y me quité las bragas, quedando completamente desnuda.
Me abrí de piernas y sin girarme, tomé la mano de mi esposo y lo animé a que me tocara en medio de mi flor. Estaba completamente mojada, apenas mi líquido chorreaba por mis muslos. No podía ver la cara de Emanuel, pero por sus gemidos me di cuenta de que lo estaba disfrutando tanto como yo.
—¿Te gusta, cariño? —le pregunté mientras lo giraba hacia mí de nuevo. Emanuel estaba tan excitado que ni siquiera podía articular palabra. Le tomé la cabeza con mis dos manos y lo obligué a comerme los senos. Hacía algún tiempo a él no le gustaba demasiado, o tal vez no se sentía con la confianza suficiente para hacerlo, pero ahora lo disfrutaba; sus movimientos de boca lo demostraban.
Agarró mis senos con ambas manos y comenzó a saborearlos, mordiendolos y chupandolos.
Me liberé de él y despojé su pantalón. Arrodillada, logré que se acomoda un poco para dar más visibilidad a la cámara. Su m*****o estaba completamente erecto. Lo tomé con una mano y suavemente lo introduje en mi boca, succionando primero lentamente, luego más rápido, sin apartar la mirada de la cámara en ningún momento.
Mientras tanto, Emanuel se recostó hacia atrás y gemía como nunca antes. Nunca en nuestro matrimonio me había concentrado tanto en darle placer. Seguí acariciándolo con más intensidad y mi cabeza se movía de arriba hacia abajo.
Estaba a punto de llegar al clímax, así que seguí chupándolo más y más. Sus gemidos me estaban volviendo loca. La idea de imaginar la cara de Julius viéndome dar placer a otro me excitaba enormemente. Había dejado atrás cualquier valor o principio que pudiera haber conocido, ya que para mí era más importante lucir lo más sensual posible.
No aparté la mirada de la cámara ni un solo segundo. A pesar de estar grabando un video, sentía como si estuviera transmitiendo en vivo desde aquel bar de mafiosos, con Julius como mi mayor espectador. De repente, sentí cómo la leche caliente de mi esposo empapaba toda mi cara, y la limpié con gusto.
Emanuel apenas podía respirar, se quedó mirándome avergonzado.
—Lo siento, querida, no pude resistirlo. Fue un placer enorme para mí.
—Para mí también lo fue —respondí, acomodándome para que mi intimidad quedara sobre su cabeza. Confundido, Emanuel se dejó llevar por mi mano que lo guiaba hacia mí.
—Lámeme, cómemela toda, chúpame todos mis jugos. Estoy hambrienta de ti, Emanuel.
La imagen que proyectaba frente a la cámara era intrigante. Mientras él succionaba mi clítoris, mis fluidos se deslizaban por su boca. Su lengua se movía suavemente dentro de mí, mientras con una mano introducía dos dedos y con la otra acariciaba su m*****o. Estaba al borde del éxtasis, pero me contuve. Me bajé de esa posición acrobática y me acomodé sobre él de un tirón, casi de espaldas a la cámara, con mi trasero cubriendo su cuerpo.
Comencé a cabalgar sobre él, obligándolo prácticamente a devorar mis senos. Realicé movimientos bruscos para que la cámara captara cómo Emanuel entraba y salía de mí. En varias ocasiones miré a la cámara y esbocé mi mejor sonrisa traviesa para Julius.
De repente, Emanuel aumentó el ritmo debajo de mí, penetrándome cada vez más profundo. Mi trasero rebotaba frente a la cámara mientras mi intimidad estaba a punto de estallar por la estimulación.
—¡Ah! ¡Ah! Oh sí, así, por favor, así —gemía desesperadamente mientras me acercaba al clímax. Cuando finalmente llegó, me dejé caer hacia atrás, mi rostro de placer frente a la cámara, esperando un momento para recuperarme.
—Mi amor, estuviste increíble — dijo Emanuel mientras me abrazaba hacia él y me daba un dulce beso. Sus manos recorrieron mi espalda, haciendo que me estremeciera. Después de haber hecho el amor de esa manera con Emanuel, me sentía mal, ya que no lo hice por deseo hacia él, sino por los deseos que en ese momento sentía por otro hombre.
Disimuladamente fui por mi teléfono, detuve la grabación y de inmediato se lo compartí al mafioso. Dejé el teléfono cargando y me fui con mi esposo a comer. Esa noche tuvimos más sexo, uno más suave y otro más rudo, pero todo pensando en Julius.
Pero en el fondo no me sentía tan mal, porque eso hizo que mi esposo disfrutara del sexo como nunca antes lo había hecho conmigo.