Bebé en caminó

1278 Words
Al terminar de vaciar mi estómago bajé la palanca y me senté en el suelo. —¿Ya te sientes mejor? –me preguntaron Román y Renato. Vaya, ahora se preocupan por mí que honor. —Si –les digo, con mis manos limpie las lágrimas derramadas mientras soltaba sollozos incontrolables. Sin pensárselo un segundo la pregunta salió por si sola de mí. —¿Por qué estoy aquí? Con la vista un poco borrosa pude ver como ambos hermanos voltearon a verse al mismo tiempo, Román apretó sus labios mientras Renato abrió la boca para decir algo pero antes de que él pudiera decir algo Román lo interrumpió. —Eres nuestra, ya deberías tenerlo grabado en tu cabeza Annika, nunca te irás de nuestro lado. En cuanto Román termina de hablar salió del cuarto de baño azotando la puerta. Sin poderlo evitar y valiéndome una mierda de que Renato me estuviera viendo lloré, y al sentir sus manos tocándome lo empuje aparte lo más lejos de mí. —¡No me toques! ¡maldita sea! –grite. —Annika tienes que calmarte. Renato me hablaba cómo sí fuera estúpida. A empujones lo saque del baño y gracias a Dios él no puso resistencia alguna. —Solo necesito estar sola un momento ¿por favor? Fue lo único que le dije y antes de que él pudiera decirme algo le cerré la puerta en la cara. Con rapidez me alejé de la puerta y me detuve frente al lavabo y ahí estaba mi reflejo en ese espejo, allí se veía una mujer de cabello largo y oscuro, de ojos negros y grandes, piel bronceada, pero lo único que yo veía realmente era a una mujer rota que emanaba tristeza; y qué ya no aguantaba ni un segundo más en el infierno King. Sin pensarlo estrellé mi puño en el espejo ocasionando un estruendo y qué se rompiera en miles de pedazos por segunda vez. Por la adrenalina que había en mi cuerpo no sentí dolor al romper el espejo con mi puño, pero al ver mi mano miré pequeñas heridas por dónde salía hilitos de sangre. El suicidio siempre será una de mis opciones favoritas, y fuí una idiota al pensar que podría escapar y estúpidamente lo intenté 2 veces y lo único que provoque fue un asesinato. Dejé de ver mi mano herida y miré a la puerta al escuchar que golpeaban. —¡Annika! –gritaba Renato tras la puerta. No contesté, sólo puse los ojos en blanco y me dispuse a llenar la bañera hasta dejarla casi al tope, me quité las converse y me adentré en la bañera junto con un trozo de espejo con el cual me corté las venas. —Roman y Renato King váyanse al puto infierno –susurre sintiendome un poco adormecida por la perdida de sangre. Me dejé resbalar en la bañera hasta hundirme por completo y antes de perder la conciencia miré el agua roja. RENATO KING. Corrí a nuestra habitación al escuchar los gritos de Renato. Mi hermano golpeaba la puerta bruscamente en repetidas ocasiones y gritaba el nombre de Annika. —¿Qué pasa? –le pregunté confundido. —No se, pero siento que algo no está bien ahí dentro –respondió con su respiración agitada. —Bien, tranquilízate ¿si? –le digo, pero empieza a gritar y patear la puerta. —¡Cómo quieres que me tranquilice si Annika está allí dentro haciendo no se que cosa!, ¡y creo que rompió el puto espejo! –grito. Mierda, Sé qué estuvo mal contestarle de esa manera a mi esposa pero ella pone las cosas difíciles y me saca de quicio. —Está bien iré por la llave –le dije a mi hermano y salí corriendo de la habitación. Con miedo de que sé hiciera daño entré rápidamente al despacho y empecé a buscar esa maldita llave maestra, en el escritorio revolvi todo y nada, abrí cada cajón hasta encontrarla en el último donde estaban nuestros papeles falsos, estos los usaremos pronto; con pasos rápidos salí del despacho con la llave en mi mano al entrar a la habitación me detuve abruptamente al ver a Renato salir del baño con su camiseta blanca manchada de sangre y en sus brazos llevaba a una Annika mojada y su piel más pálida de lo habitual. —¡Román reacciona! ¡Tenemos que llevar a Annika a un hospital! –me gritó Renato. Con rapidez me moví, salimos de la casa y subimos al coche, cómo un loco conduje y e internamente me maldije por haber comprado un lugar tan alejado del pueblo, en el momento en qué llegamos a la clínica, Andrew nuestro amigo y médico rápidamente atendió a Annika, mientras Renato y yo nos quedamos fuera de la habitación volviéndonos locos por saber de ella. Una hora después la puerta de la habitación que usará temporalmente en el hospital mi esposa se abrió, y con rapidez nos pusimos de pie al ver que salió Andrew. —¿Qué es lo que tiene? ¿Ella se encuentra bien? –lo ataque de preguntas. —Por supuesto que lo está Román, en esté momento tu esposa se encuentra descansando –contestó – Y felicidades amigos por que serán padres. Fruncí el entrecejo al procesar completamente la información que había salido de la boca de Andrew. —Espera ¿has dicho feto? –preguntó Renato. Andrew sin dejar de sonreír asintió. —Si lo he dicho, la chica no se lo tomó muy bien al principio pero al final quedó encantada con la noticia que por cierto le hice un ultrasonido tiene 8 semanas de gestación y –hablaba como todo un profesional. —¿Ella está feliz? –le pregunto ahora yo. Andrew no quitó sus ojos acusadores de nosotros ya que él sabe cómo Annika llegó. —Lo está, también ya hice el reporte de la traslación de hospital y eso será esta noche como lo habíamos programado. —Bien y gracias amigo –le dijo Renato mientras le daba unas cuantas palmaditas en la espalda. Nos despedimos de Andrew y después entré a la habitación y Renato fue a casa para recoger los papeles falsos que serán nuestras nuevas identidades. —Lo siento pequeña –Me disculpé cuando estoy a su lado. Nunca creí que esto pasaría en nuestras vidas. Una sola mujer que nos volverá locos por tenerla a nuestro lado y ahora nos dará un hijo. Por dios, ésto es increíble. Seremos padres. —Eres hermosa mi amor –le susurro para no despertarla, con delicadeza pongo mi mano en su vientre y le doy pequeñas caricias en —Nada malo te pasara mientras estemos con ustedes. El color de su piel ha vuelto, el morado de sus labios ya no está, en su lugar son rosados. Treinta minutos después llegó Renato. —Es hora de irnos hermano, Annika estará despierta cuando estemos allá –comentó Renato a mis espaldas. —Bien –por última vez me incliné hasta quedar a la altura de sus labios y los besé —Te amo pequeña. Cuando salí de la habitación Renato entró y unos minutos después salió de la habitación. —Llegaste demasiado rápido –le digo mientras ambos salimos del hospital. —Solo fui por lo que tenía que ir, ya que cuando estemos allá compraremos las cosas necesarias. —Por cierto no creí que diéramos en el blanco –le digo, Renato al darse cuenta de a lo que me refiero soltó una carcajada a lo que yo también me reí. Está vez sí seremos una familia, que protegeré con garras y dientes.
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