Erin llevaba puesto un vestido n***o strapples con una gargantilla de oro blanco que su padre le había regalado en su último cumpleaños, el cabello dorado recogido y zapatos altos. Algunos de los presentes la miraron, la hija de los Clark se había convertido en una jovencita muy hermosa, más bien en una mujer muy hermosa, sus facciones finas en el rostro, su mirada profunda y azulada, tan profunda que sentías que te penetraba el alma. Su delicada figura en la que su vestido se ceñía eran la señal de que la hija menor del matrimonio Clark había crecido.
—Buenas noches, Harrison feliz cumpleaños —su padre saludó estrechando la mano de su gran amigo.
—¡Thomas! Me alegra que hayan venido —la mirada de Harrison Barkley se fija en la jovencita de cabello rubio —tú debes ser la pequeña Erin, ya no tan pequeña, mírate toda una mujercita.
Harrison Barkley era un hombre demócrata, de ideas conservadoras, su esposa siempre ofrecía reuniones de ese tipo, “para socializar” y mantenerse al tanto de las actividades de sus amigos de la alta sociedad, su padre decía que cuanta más gente poderosa te rodearas, más poderoso eras, ellos siempre asistían a este tipo de reuniones donde se derrochaba elegancia.
Erin sonríe tímidamente —feliz cumpleaños señor Barkley.
Ambos estrechan sus manos, luego pasa a saludar a Hailey Clark y a su hijo Xavier. Harrison invita a tomar asiento a la gran mesa que han dispuesto para exactamente treinta y dos personas, todas de las cinco familias más adineradas y poderosas de todo San Francisco en el ámbito de la abogacía.
Apenas los Clark caminan una voz áspera y gruesa, los detiene —papá, lamento la demora, estaba terminando unos asuntos importantes en el despacho.
Los Clark miran al joven, en especial Erin que parece admirarlo anonadada. Siente como si algo la hubiera atropellado de pronto, su pecho se contrae agitando su respiración, casi puede sentir el exquisito aroma amaderado que se desprende de aquel ser casi angelical.
—Está bien hijo, saluda a Thomas, Xavier será parte del gabinete cuando me den el puesto de Juez.
—Mucho gusto señores Clark—saluda a cada uno de los integrantes de la familia, pero luego su mirada se detiene cuando mira a la chica de ojos azules y cabello rubio que lo dejan sin aliento, tal vez fue su mirada profunda e inocente o el hecho de que fuera exquisitamente bella, pero algo en él había cambiado en ese momento. Erin alejó su mano de inmediato al sentir una corriente eléctrica que de pronto recorrió todo su cuerpo. ¿Qué era lo que le estaba pasando? Era como si ese hombre le hubiera nublado la mente, se sentía cohibida y desorientada.
Erin escucha a lo lejos el nombre de aquel hombre alto, apuesto, de sonrisa picaresca pero demasiado perfecta, belleza pura la de este hombre vestido con un traje n***o con una corbatilla de moño. Erin no podía dejar de verlo a los ojos y él tampoco podía dejar de ver a la joven, pero fue Erin quien apartó la vista de pronto.
—Necesito ir al baño mamá —le susurró a su madre.
Después de que ella le dijera donde estaba el baño. Erin corrió a refugiarse, en un momento estaba húmeda, nunca había sentido eso al tener a un hombre frente a ella, no entendía qué le pasaba. Pero justo cuando subió las escaleras al ver todas las puertas que conformaban el largo pasillo del segundo piso de la mansión, olvido donde estaba el baño. Probó abriendo algunas puertas, pero ninguna era. Abrió la cuarta puerta, era un dormitorio “todos los dormitorios tienen baño, será solo un segundo” se dijo. Después de refrescarse un poco y controlar el ritmo de su respiración, cuando se sintió preparada para regresar a la reunión, abrió la puerta. Pero su corazón se aceleró de nuevo al ver a aquel hombre frente a ella, la miraba con una sonrisa picaresca y tremendamente sensual que por un instante provocó que sus piernas flaquearan, al dar el primer paso su pie se dobló hacia adentro provocando que casi cayera al suelo de no haber sido por él quien la tomó de la cintura y la atrajo con fuerza hacia su pecho.
Erin tuvo que pasar saliva, ahora sus rostros estaban apenas a unos centímetros de distancia —¿Qué hace aquí señorita Erin, verdad?
La chica asintió, la piel enrojecida de sus mejillas la delató, eso hizo que a aquel hombre le regodeara el efecto que estaba provocando en ella.
—Perdón, solo venía al baño, pero olvide donde estaba —se disculpó.
El joven la soltó de a poco, sentía su garganta seca, la dejó más, no soltó su mano que sujetaba con fuerza sin saber por qué —nunca te había visto antes, por aquí —se atrevió a decir.
Erin carraspeó —emmhh… casi nunca acompaño a mis padres, me cuesta mucho aprobar mis materias de la universidad, así que prefiero quedarme en casa —se maldijo al decir esa explicación tan sosa, pero era verdad.
El joven sonrió de nuevo divertido, ella le causaba ternura, pero a la vez algo más, eran unas ganas tremendas por poseer esos labios rosados y carnosos que le gritaban que se los comiera a besos.
—¿Qué estudias?
—Leyes —esta vez respondió demasiado rápido.
—Puedo ayudarte cuando gustes, también soy abogado.
—Gracias, lo tomaré en cuenta —no pudiendo más se encaminó varios pasos hasta que de pronto se dio media vuelta, había estado conversando con él, pero no recordaba su nombre —disculpa, ¿Cómo te llamas?
—Steven Barkley —su nombre salió de su boca de manera sensual resonando en sus oídos, después de eso Erin salió disparada de la habitación, como si el diablo le pisara los talones. Regresó al lado de su familia, mientras con discreción trató de buscarlo con la mirada, sin embargo, no tuvo suerte.
Cuando comenzaron a servir la cena, Erin vio a Steven acercarse a una mujer de cabello castaño muy hermosa, a ella si la reconocía era la hija de los Walker, la había visto en al menos dos ocasiones. Su corazón se detuvo en cuestión de milisegundos, sintió como este se rompió en añicos al ver que ambos se besaban. Suspiro.
—Se van a casar a finales de año, ella estará conmigo en el gabinete de los Barkley —escuchó la voz de su hermano, quien estaba sentado a lado de ella.
—¿y él?
—Steven es más bien un alma rebelde, acaba de abrir su propio despacho.
Erin tuvo que desviar su mirada cuando él se percató de que los estaban viendo, su mirada cambió a una más gélida. Toda la noche, Erin tuvo que luchar para no verlo, pero falló en el intento, había algo en ellos, algo sobrenatural que los atraía a cruzar sus miradas, “es un hombre comprometido” pensó con tristeza para su mala suerte.