Debería haber sabido que era una mala idea dejarlo tener sexo conmigo cuando ni siquiera se molestó en quitarme la ropa por completo.
Su nombre era Brad y era fácilmente el chico más hermoso que jamás me había mirado por segunda vez, eso era seguro. Me había tomado unas seis cervezas hasta ese momento, así que no le costó mucho llevarme a su dormitorio al final del pasillo. Todavía no podía creer que me estuviera mirando, y mucho menos queriendo estar conmigo a solas. Mientras me conducía por el pasillo, más allá de todas las personas que nos rodeaban, no pude evitar sentirme un poco mejor conmigo misma y eso era realmente lo que necesitaba en este momento. Me habían usado y dejado de lado como una don nadie tantas veces últimamente que se sentía bien ser de repente el centro de atención.
