La extraña joven no dejaba de apuntarle con esa flecha y Yun temía lo peor, de pronto se dio cuenta de algo inusual: la muchacha tenía la boca llena de agua, por lo que sus mejillas lucían infladas. Eso parecía extraño pero poco amenazante.
No le había dado importancia a ese detalle y continuó con su postura de defensa, hasta que sintió un húmedo toque en la frente y al instante su cara se empapó de agua. Él esperaba un flechazo, en cambio la chica le había prácticamente escupido para luego reírse de él.
–Pero qué graciosa... –frunció el ceño, mientras se apartaba el agua de la cara y se retiró de la cabeza su coolie, que estaba goteando –Estuve a punto de atacarte con un arma, no vuelvas a hacer eso, ¡estás loca! –la regañó.
–Bueno, el intruso aquí eres tú, yo estoy donde siempre acostumbro, vivo en una aldea cerca de aquí –contestó mientras se cruzaba de brazos.
–Pues... no deberías andar sola, ni hablar con desconocidos y mucho menos apuntar con flechas a personas pacíficas como yo –le espetó, pero la chica continuó sonriendo, cosa que irritó más al jovencito.
–No podía adivinarlo— se defendió la chica —, oye... ¿Qué haces aquí?, es que por estos lados casi nadie viene y si lo hacen son maleantes. No es por presumir, pero siempre he sabido defenderme de esa gente –esbozó con una risita orgullosa.
—Ya noté que usas armas... yo estoy de paso, no es importante de dónde vengo ni a dónde voy —dijo cortante y con los brazos cruzados.
Con un ágil movimiento, la muchacha salió del agua y dejó ver una increíble figura, marcada por el agua que pegaba su gastado qipao rojo a la piel. Su flequillo destilaba pequeñas gotas, que resbalaban por su rostro de finas facciones y tintineaban cual cristales a la luz del sol, era una visión mágica.
En un abrir y cerrar de ojos, el príncipe sintió sus mejillas arder como el fuego y volteó su vista para otro lado. Se colocó su coolie, pero de inmediato se percató de que no estaban solos, volteó a ver a la chica y ella ya estaba de nuevo en posición de ataque, apuntando con su flecha.
Yun estaba a la expectativa, podrían ser personas inofensivas, pero esa pinta... definitivamente dictaba otra cosa. Todos eran jóvenes y mal vestidos, algunos llevaban tatuada la piel, pero eran sus miradas las que irradiaban maldad y quizá hasta portaran armas blancas.
–¿Y ustedes qué quieren? –soltó el príncipe con el ceño fruncido.
—Tranquilo, tranquilo... sabes, tenemos hambre, solo queremos unos centavos y nos iremos –respondió uno de ellos.
A Yun no le dio tiempo de responder nada, porque uno de los maleantes estaba hurgando el carruaje, quizá en busca de objetos de valor, acto seguido, mientras el hombre se reía, ya había sido herido en el brazo con una flecha, la chica sonrió triunfante.
–¡Infeliz, te voy a dar tu merecido! –gritó el hombre mientras con un gemido de dolor se arrancaba la flecha del brazo.
–Quiero ver que te atrevas –respondió Yun desafiante, quien se movilizó para quedar al lado de la chica y ella sonrió con valentía.
Todo el grupo se dejó ir sobre ellos con sus armas filosas, mientras Yun y la arquera desconocida comenzaron a defenderse con patadas, puñetazos y el arma blanca que él tenía consigo, pero no bastaba, ya que eran unos diez hombres contra dos individuos. Mientras algunos salían heridos por la pareja de guerreros, otros les golpeaban con mucha fuerza.
Uno de los hombres saltó bastante alto asestó un navajazo en dirección de Yun, quien se dio cuenta de inmediato y utilizó la suya para detener el golpe. Ambos se quedaron haciendo fuerza con dichas armas hasta que, de una patada en la cara la chica lo mandó a volar y Yun sonrió ante la carcajada victoriosa de ella.
Yun y la chica se sonrieron por un momento, pero alguien tomó del cuello a su compañera de combate y la levantó para ahorcarla. Él de inmediato golpeó a un par de contrincantes que le intentaban bloquear el paso y saltó con velocidad sobre sus cabezas para llegar al otro lado y terminar de golpearlos por la espalda.
Al noquearlos él comenzó a correr en ayuda de la chica, quien yacía sentada, respirando fuerte para recuperar el aliento. Él le ofreció su mano para levantarse y al estar de pie, ella se sacudió su quipao que estaba lleno de tierra.
Antes de que pudieran formular conversación, él se dio cuenta que todo era una emboscada para llevarse su carruaje. El líder de aquella tropa había huido con todo lo que Yun llevaba para subsistir, esto lo enfureció sobremanera.
De un momento a otro, los hombres que quedaron allí, al voltear a donde los dos chicos se encontraban, Yun percibió en aquellas miradas temor o quizá pánico, ya que, acto seguido intentaron huir como cobardes; él quedó perplejo con esas acciones.
«¡Pero qué demonios! ¿Algo los habrá asustado?»
El príncipe no pudo seguir con sus pensamientos ya que en un cerrar de ojos, los maleantes fueron cayendo a causa de una flecha en la espalda y quedaron tendidos en el suelo. Él volteó a ver a la muchacha, que ahora tenía el rostro perlado de sudor y encendido por el rubor del trajín de la batalla.
–Te dije que sé defenderme –dijo la muchacha con la respiración entrecortada.
–Ya lo noté, en efecto sí sabes combatir –respondió Yun con una sonrisa, la que se opacó de inmediato al pensar en todo lo que aquel hombre se había llevado.
–¡Por Buda!... ahora sí que estoy perdido –se lamentó con desesperación, mientras se quitaba el sudor de la frente –. He venido completamente solo hasta aquí, con el tiempo contado y el pueblo más cercano está tan lejos que pasarían días hasta regresar allá.
–¿Tanta prisa llevas? –se acercó ella para conversar.
–Demasiada para ser sincero –Yun sacó la hoja con el acertijo y se detuvo a verla –. Y ahora tendré que comenzar de cero con mi misión.
—¿Qué tipo de misión? A lo mejor puedo ayudarte —trató de alentarlo la trigueña.
—Prometí no hablar de eso, además parte de la misión es resolver esta jornada solo.
—Entiendo, pero ahora necesitas ayuda, te has quedado sin nada —la chica lo veía con cierta preocupación que a Yun le extrañó.
—Bueno, si quieres puedo encaminarte hasta tu aldea, ya que dices que está cerca, luego yo seguiré mi camino y quizá tu gente me pueda orientar —esbozó Yun con suavidad.
—Eso estaría genial, así podremos conocernos mejor —la chica se veía emocionada y Yun un poco enrarecido por la actitud de ella.
Los dos jóvenes comenzaron a caminar entre esos senderos de tierra, rodeados de naturaleza y aire fresco. En otras circunstancias, un paseo por estos lugares no estaría nada mal.
No caminaron demasiado, la aldea de la muchacha estaba justo al pasar una pequeña hilera de arbustos.
Literalmente aquella aldea tenía cinco cabañas de madera y un solo sembradío de arroz. Se veía que vivían en condiciones de pobreza y Yun no podía creer que existiera tal sitio, pero efectivamente su mapa lo marcaba como Aldea Yumai.
—Bueno, ya llegamos –esbozó el joven mientras seguía observando el lugar.
—Gracias, eres muy amable y educado, por cierto ¿Cómo te llamas? —mostró una amplia sonrisa, mientras peinaba un mechón de su cabello lacio.
El muchacho dudó si decirle su verdadero nombre, ya que este lo delataría en su clase social, pero al final decidió hacerlo, puesto que ese lugar era lejano y nadie pensaría que un príncipe llegara por esos alrededores, y menos con las vestimentas que llevaba.
—Bonito nombre, es inusual... el mío es Siu. —A Yun le sorprendía la confianza de esta muchacha.
—Ha sido todo un gusto.— Yun le estrechó la mano por cortesía.
—¡Siu!, ¿quién es ese hombre? —una señora, que parecía preocupada la llamaba desde una de las cabañas y otros rostros se asomaban para ver que estaba pasando.
—Ve con ella, yo me iré —le dijo a la chica.
—¿Ya te vas tan pronto? —los grandes ojos de Siu parecían pedirle que no se fuera tan rápido.
Definitivamente ella tenía algo místico y embelesante, o algo en sus palabras que le irradiaban a Yun aires de confiabilidad y aún no se explicaba el por qué de esto ya que jamás se había sentido de esa manera acerca de alguna persona.
—Disculpe, ¿qué se le ofrece? –un hombre se acercó a cuestionar a Yun.
–Soy viajero, solamente encaminé a la jovencita de vuelta, yo seguiré mi camino y no molestaré más –dijo haciendo una reverencia de respeto e inmediatamente el hombre suavizó la mirada ruda que tenía.
–Padre, este joven acaba de ser emboscado en la salida de la aldea, lo han dejado sin nada –dijo Siu, casi suplicándolde al señor que lo ayudara.
–Malditos rufianes, esa gente busca lugares solitarios para robar a los viajeros –respondió el hombre con decepción y su esposa asintió.
–Aunque a veces cosas extrañas ocurren con esos maleantes, es cuestión de esperar –dijo la señora.
«¿Qué cosas?, ¿como el hecho de que huyeran sin razón? Eso sí que fue extraño».
–Lo sé, si tan solo pudiera conseguir mi transporte de nuevo, pero algo se me ocurrirá, por lo pronto continuaré con mi camino –esbozó Yun.
–Joven, si necesita resguardarse de la fría noche, no dude en pedir posada acá con nosotros. No tenemos lujos pero sí comida caliente y resguardo –ofreció la señora con una sonrisa.
–Muchas gracias, créanme que les recompensaré gratamente por su amabilidad, ahora debo partir –el príncipe hizo una reverencia de despedida, sonrió a la amable familia y se dio la vuelta.
–Que el espíritu del Fenghuang te proteja –dijo Siu, a lo cual Yun volteó de inmediato, sorprendido de aquellas palabras.
–¿Qué has dicho? –interrogó a la joven, sintiendo su corazón acelerarse.
«¿Estará más cerca de lo que pienso?»