No podía escuchar una palabra más, aquello fue suficiente para desatar el caos en la mente de Yun. Aunque en su cuerpo aún hubiera dolor, no se daría el lujo de descansar mientras algo terrible le había pasado a Siu. De un portazo cerró la habitación y aunque no conociera el camino, el príncipe no dudó en caminar por el pasillo en busca de ese médico esquivo. —¡Alteza, espere! Ay no... Estoy en problemas —exclamó la enfermera para luego morderse las uñas del miedo. En el camino, el joven se ató su liso cabello en una cola baja sin dejar de caminar. Todos se alarmaban al verlo pasar, pero no se atrevían a dirigirle palabra alguna; solo se limitaban a reverenciarlo. Yun debía comprobar aquello, lo necesitaba de qué forma; como si su vida dependiera de eso. Miraba hacia todos lados y todo