CAPÍTULO 2
Mis manos viajan a su cuello para profundizar el beso en una necesidad incesante y su lengua se desliza por mis labios pidiéndome entrar, permiso el cuál niego intentando calmar mis instintos. Stefan aprieta más su agarre en mi cintura provocando que gima de repente, dando ventaja para introducir su lengua en mi boca. Bajo mis labios a su labio inferior y lo muerdo suavemente. Él gruñe como respuesta y a punto de regresar la mordida cuando una voz interrumpe.
—Alfa —susurra una voz temblorosa. Un chico moreno, un poco delgado para ser hombre lobo admira nuestro espectáculo con timidez—. Siento interrumpir… ¿Interrumpo algo?
Como si fuera obvio...
—Claro que interrumpes algo, Matt —gruñe Stefan airado—. ¿Qué quieres? —No tenía ni veinte minutos al mando y ya hablaba con la voz de Alfa.
—Es que, bueno, su padre me dijo que lo buscara, los alfa de otras manadas han llegado y usted no estaba en ningún lugar. Siento mucho interrumpir.
—Bien Matt, ve, yo iré dentro de unos minutos —el chico asiente con la cabeza para irse rápidamente, puedo asegurar que en este momento mi cara es similar a la de un tomate. Me dejé llevar por la conexión que existe entre ambos sin pensar en las consecuencias.
—Nena, ¿Vamos? —me extiende su mano, la cual niego agarrar.
—Escucha, yo, no sé cómo decirlo… —dije, tartamudeando débilmente con la mirada gacha.
—Un momento… ¿Estás pensando en rechazarme? Porque si es sí déjame decirte que eres mía, aunque me rechaces eres y serás mi luna Alice —dice, con la posesividad marcada en la voz. Alzo las cejas desafiantes y me cruzo de brazos indignada, ¿Pero qué se ha creído este?
—No, no estaba pesando en rechazarte, pero gracias por la idea —asevero, aun con la indignación en mi sistema—. No quiero ir rápido, no te veo en cuatro años y cuando te veo a los quince minutos me estás metiendo la lengua en la garganta. No es lógico.
—Eres mi compañera, y en realidad no sé porque tarde tanto en besarte —simplifica con una sonrisa burlona en su cara.
—Imbécil.
—No me dirás eso cuando esté encima de ti —se acerca a mi oreja mordiéndola, mientras me toma ligeramente de la cintura. Miles de sensaciones invaden mi cuerpo debilitándolo, anhelando más que su toque, la electricidad que viaja sobre mi cintura me hace ahogar un gemido. Agarré su mano bajando la cara, tratando de ocultar el color de mis mejillas. Él parece advertirlo, porque me suelta con lentitud para entrelazar nuestras manos. Su simple toque es capaz de explotar miles de sensaciones indescriptibles, cuando me habían dicho que era así no lo había creído ni un solo momento.
Al llegar al lugar donde se supone que es la celebración, me encuentro con Claire agarrada de la mano de Aiden, notablemente sonrojada, al igual que yo. Stefan me suelta de repente para abrazar a un chico rubio que viene acompañado con una linda pelirroja, esta me mira esbozando una afable sonrisa en sus labios.
—Stefan —chilla el rubio saltando de la emoción, para abrazar a Stefan como si no le quisiera soltar jamás. Ahogo una risilla cubriendo mi boca con mi mano.
—Eric —chilla de la misma manera Stefan, provocando una carcajada de parte de todas las personas que están en la mesa con la mirada fija en ellos.
—Vaya alfas —murmura Vladimir lo suficientemente fuerte como para que todos rían otra vez.
—Eric, te presento a mi luna, Alice Vólkova —dice Stefan como si estuviese orgulloso, quisiera esconderme debajo de la mesa dado a que toda la atención ahora es para mí.
Mi madre me mira interrogante pero sonriente al igual que todos, creo que Claire gritará en algún momento. Me tocará responder a cada una de las preguntas con mucha exactitud más tarde.
—Eric Nóvikov luna, alfa de la manada Red Moon, esta es mi luna, Irina —la chica pelirroja tímidamente estrecha mi mano, brindándome una sonrisa cálida.
—¿Luna? —pregunta Jay pálido y con nerviosismo.
¿Pálido? ¿Por qué Jay reacciono de esa forma?
—Sí amigo mío, luna.
Aiden se ríe con ganas, como si estuviese ocultando algo. Claire me hace una seña interrogante y sólo soy capaz de levantar los hombros sin tener idea de lo que está ocurriendo.
—Oh por favor —grita Eric para reírse abiertamente. Stefan ríe bajo y mi hermano parece estar regocijándose.
—Chicos, era una apuesta cuando éramos apenas unos infantes —vocifera Jay, casi sudando frio del nerviosismo.
—Teníamos catorce, Jay. Y tú amigo mío, no has conseguido a tú mate, por lo tanto perdiste —exclama Aiden.
—¿No entiendo? —Claire ve a todos confundida, las personas en la mesa están más que atentos a esta rara conversación que no logro descifrar.
—Una apuesta, amor —dice Aiden logrando que las mejillas de Claire tomen color nuevamente.
—¿Y se puede saber de qué es? —hablo por primera vez.
—Te enterarás —contesta Eric sonriente—. Mañana.
Pasamos la noche entera riendo de los chistes malos, realmente malos de mi hermano, y de las estupideces de Eric. Nos devolvemos a casa a medianoche, en el camino Stefan me toma de la mano y caminamos con calma. Mi corazón late desbocado expectante, no puedo creer que sea la luna de la manada. Y mucho menos, que sea la compañera de Stefan, miles de inseguridades embargan mi mente ¿Qué tal y si Stefan sólo me quiere por un instinto? Suena tan erróneo, pero quiero que me ame por mí, así como yo lo amé muchos años atrás. No por algún designo de la luna… Cuando estoy a punto de entrar a mi cuarto Stefan me acorrala contra la pared, mi respiración agitada hace que suba mi pecho con rapidez.
—Mi luna —susurra, con su boca sobre mi cuello besando con suavidad—. Este ya no es tú cuarto, es ese —señala el cuarto más grande de la casa. El cuarto del alfa y la luna, de por sí los cuartos de la casa son grandes, imagínense este.
Lo que me gusta de la casa de la manada es que es grande, vivir aquí es elección de las personas de nuestro paquete. La mayoría de los integrantes de la manada tienen casa propia y viven en ella, dejando así algunos pocos de los más jóvenes con nosotros. Supongo que pasan de vivir aquí para tener más privacidad, aun así prefiero esta, el jardín es realmente grande, y la cocina ni se diga. La sala de estar siempre está ocupada por omegas viendo películas o cosas por el estilo.
—Nena —su voz me hizo salir de mi trance—. Ven, vamos a dormir.
—No Stefan, lamento decirte que no dormiré contigo —el ojiazul voltea con la mandíbula apretada, podría jurar que ejerciendo tanta fuerza puede que se fracture—. No quiero discutir ¿Vale? también tengo sueño, y me harías un favor si me dejas entrar a mi cuarto.
—Cariño —ruega en un murmullo, su boca ahora se encuentra en mi oreja mordiendo, miles de descargas se dirigen a mi vientre remolinando cosquilleos dentro de mi sistema—. No quiero pasar la noche que te encontré sin ti.
—Buenas noches, Stefan —digo, poniéndome en puntillas para darle un beso en la frente—. Que descanses.
Abro la puerta rápidamente y entro al cuarto con frenesí escuchando su gruñido detrás de la madera. De la que me salve... Me saco los incómodos tacones junto al vestido sintiendo un alivio inexplicable. Luego de tomar una ducha uso ancha que le robe a papá. Me lanzo a la cama y lo último que veo son sus ojos azules, sus penetrantes ojos que me incitan a levantarme e irme a dormir acurrullada a él.
…
Despierto gracias a que mi puerta está siendo atacada con golpes bastante fuertes, que gracias a mi sensible oído, escucho diez veces más fuerte. Abro refunfuñando para encontrarme con una Claire exageradamente sonriente. Demasiado sonriente para mí gusto para esta hora de la mañana.
—Ugh —me mira de pies a cabeza con expresión de asco—. ¿No te has bañado?
—Claro que me he bañado Claire, si quieres puedes oler.
—No es necesario cochina, necesitas un baño.
—¿Quién lo dice?
—Uy, lo siento señorita luna —canturrea sabiendo que me irritará con creces.
—Si mi mamá hubiese querido que me llamarán luna, en mi acta de nacimiento estaría "Luna" en vez de Alice.
—Alguien aquí se levantó con el pie izquierdo ¿No es así?
—Claro que es así, ¿Creíste que iba a recibirte con una banda musical sonriendo por casi haber roto mi puerta? —Pregunto con exasperación, ella sonríe risueña ignorándome por completo.
—¿Te desperté?
—¿No es obvio? —Inquiero con ironía.
—Sí, lo es, pero yo pregunte primero, y, necesitas un baño.
Me dirijo al baño haciéndole burla a mi amiga que no deja sonreír. Al salir luego de un largo aseo Claire sigue estando tan risueña viendo el techo con una sonrisa extremadamente bobalicona.
—Bajemos —le digo tomando su mano para arrastrarla detrás de mí.
Al bajar las escaleras se acerca más el sonido de distintas risas provenientes de la sala de estar, al bajar me doy cuenta del por qué.
Jay.
Jay vestido de hada.
—Que guapo —exclamo soltado una risa que probablemente se escucha en toda la casa, pero no me importa. Las medias ajustadas parece que en algún tiempo se van a romper o a causar estrangulamiento en sus grandes piernas trabajadas.
Me acerco más a él, tocando sus alas rosadas—. Lo siento Jay, tu ala izquierda estaba más baja que la derecha.
—A ver si así se conectan y fluyen tus poderes —dijo Claire provocando que todos rían nuevamente.
—Déjame decirte Jay, que si un hada ve a un hombre lobo disfrazado así le daría una apoplejía —reflexiono, agradeciendo a que no esté fuera, en los bosques, con la posibilidad de que ellas puedan verlo.
Considerando lo delicados que son las hadas, esta sería tomada como una gran ofensa. De estar en los bosques, y ser vistos, ya estaríamos frente a su concejo siendo acusados de evidente humillación y quien sabe cuántas cosas más.
—¿No huelen eso? —pregunta, sin prestarle atención a lo que le hemos dicho…
—¿Qué, Jay? —inquiero mirándole raro.
—¿Tus polvos mágicos? —exclama Eric divertido.
—Huele a fresas.
Todo ocurre muy rápido, unos chicos le avisan a Stefan a través del link que consiguieron a una pícara entrado a nuestro territorio sin permiso ni previo aviso. La traen en sus brazos contra su voluntad y lo siguiente que veo es a Jay dirigirse a ella como poseído para besarla y estrecharla contra sus brazos. Arrugo la frente consternada. Supongo que es normal ver a un hombre lobo vestido de hada besando a una mujer que conoció hace unos segundos.
"Tú hiciste lo mismo."
Kya habla por primera vez en el día.
Algo me daba golpes leves en la pierna, mejor dicho, alguien.
—Luna —me dice la hermana pequeña de Stefan, ver sus profundos ojos que parecen dos pozos son ver los de mi compañero—. ¿A las hadas les gusta besar niñas?
—Eh —la miro a los ojos confundida—. Bueno, sí… ¡Digo, no! Me refiero, él no es un hada real.
—¿Entonces las hadas no existen? —Pregunta con desilusión. Oh si querida, si existen. Y más te vale que no te topes con ellas.
—Sí, pero realmente no somos amigos de ellas —ella me miro decepcionada cruzándose de brazos, romper una sueño infantil era lo que menos deseaba el día de hoy—. Digo sí, pero de algunas, pero puede que algún día nos llevemos bien.
—Uh, ¿Ese no es Jay?
—Lo es —responde otra niña que realmente no reconozco.
Luego de pasar treinta minutos tratando de explicarles a dos niñas porque un chico estaba vestido de hada, besando una chica. Me dirijo a la cocina, tratando de tomar un vaso, pero realmente no llego, he estado peleando con las personas altas de aquí para que no dejen los vasos en la repisa más lejana. No creo que sea tan difícil entender que no todos aquí medimos casi dos metros.
Estoy a punto de subirme al mesón cuando una mano cálida rodea mi cintura. Sin estirarse mucho, coge el vaso y lo deja en el mesón, pasa un mechón de mi cabello a mi oreja con lentitud.
—Espero que seas así de dulce con nuestros cachorros, nena —me toma del rostros con sus manos para luego fundirnos en un beso dulce.
Sus manos bajan a mis muslos obligando a sentarme en el mesón y hacerme un poco más alta, empujo su nuca para profundizar más el beso, terminamos el beso tomando aire, sus ojos vieron los míos con devoción. Este momento somos solamente él y yo.
—Nunca me dejes, mi luna.