NICOLE Nunca debí haber regresado a la ciudad porque ese amor maldito, como lo llamaba desde hace un tiempo, lo único que haría sería deformarme más de lo que ya estaba. Haberlo visto de nuevo me había hecho despertar algo que ya había dado por muerto. Mientras caminaba con la botella en la mano rumbo a la salida, me maldecía a mí misma por haberme dejado arrastrar y regresar. No debí regresar. No le dije a nadie de mi huida de la fiesta. No creía que alguien lo fuera a notar, ni tampoco es como que me importara mucho. Todos le habían dado la razón a mi papá desde el momento en que había decidido irme de la casa por la discusión que habíamos tenido. Me tenían en un concepto de ser una “maldita zorra,” como había escuchado decir a algunos familiares. Estuve obligada a morderme la len