–¿Enseguida?– exclamó Sir Robert. –Así es– dijo el Marqués–. Supongo que en Rotterdam habrá alguna Iglesia Protestante y algún Sacerdote de nuestra religión. –Sí, desde luego… Pueden casarse en la Iglesia que hay al lado de este edificio. Es a la que asistimos nosotros. Tenemos un Sacerdote inglés que oficia todas las ceremonias. El Marqués sonrió. –Era justo lo que esperaba. –Todas las formalidades del matrimonio– continuó sir Robert– pueden gestionarse aquí mismo. Sólo tengo que enviar un aviso al Sacerdote. –Le agradeceré mucho que lo haga al instante– dijo el Marqués y sonrió al agregar–: Puedo parecerle innecesariamente ansioso, pero tengo la sensación de que Esmé Blanc no cejará en su intento y, ahora que hemos salido de Alemania, intentará causarnos problemas, sea en Holanda o