MARIANA En la hermosa mansión, llena de lujo en cada detalle, los pasillos con obras de arte, los baños con accesorios de oro, con muchos cuartos, cada uno equipado con lo mejor en comodidades y accesorios de entretenimiento de última tecnología. Provista de cincuenta cuartos, en uno de los más lujosos se encontraban encerrados Mariana y Alberto, dándose amor. Un guardaespaldas fue enviado a interrumpirlos. No quiso dañarles el momento y despertar la ira del hijo del jefe. Dudó en golpear la puerta, por eso mejor decidió pegar la oreja a la cerradura, escuchando una incómoda conversación. —Alberto, tranquilo, si él no quiere, pues no lo obligues, podemos dejarlo para otro día, aunque yo tenía muchas ganas—. Mariana se sentó en el borde de la cama, tapándose con las sábanas. Alberto la