MARIANA —Tranquila señorita, no le voy a hacer daño, pues yo la he estado siguiendo desde que mi hijo la dejó escapar, y hasta ahora lo has hecho bien. Pero está equivocada, este camino te conduce de vuelta a la tribu. Las manos liberaron a Mariana, quien dio la vuelta y reconoció a la persona que la detuvo. Se trataba del cacique Chanco. —Déjeme en paz, no dejaré que me capture—. Mariana le lanzó un puño que chocó contra el hombro izquierdo del cacique que ni se inmutó. —Señorita, vengo a ayudarla, no me conviene que regrese a la tribu, pues los de la junta de caciques decretaron que usted tiene que morir. Es que le temen a lo que no conocen; la mayoría quieren acabar con los jaguares caminantes y eso está en camino de suceder, —Chanco se frotó las manos como si estuviera rezando, —es