MARIANA Ella corrió durante toda la noche, atravesó el desierto y contempló como la arena se volvió marrón dando lugar al verde, y en su nariz bailaron diferentes aromas que le provocaban rugidos en la panza. ”Es pollo asado, huele como el del asadero donde mi padre compraba uno de esos con papá a la francesa, plátano y arepa, cuando le pagaban el sueldo; ese era un aroma a felicidad“. Con este pensamiento siguió ese rastro. Aunque le parecía que se alejaba, redoblo la marcha motivada por la saliva que le desbordaba la boca, hasta que divisó un cerdo salvaje, que por huir quedó encerrado en una pequeña cueva. —Tranquilo, amiguito, no soy un jaguar de verdad, soy humana—. Ella rugió al detallar que ese animalito era el que irradiaba aquel agradable perfume. —Aunque tengo mucha hambre, p