Víctor merodea la ciudad, se detiene en una de las famosas tiendas del centro de Emma, allí hacen los más deliciosos bollos de anís y nuestro muchacho es fanático de esas delicias. Compra una bolsa llena, dónde al menos caben unos diez bollos y sale con una sonrisa en el rostro cual niño con un dulce recién comprado.
Antes de poder tomar el desvío que lleva hacia su departamento– el que comparte con Francis– logra ver a Florencia, parada en un pequeño puesto de flores y observando con detenimiento todas y cada una de las margaritas.
—Hola— saluda el chico.
—Hola goloso, ¿vas a comerte todo eso?— dice la peliroja sonriéndole.
—Sip, ya sabes que me encantan — le tiende uno.—¿Qué haces?
—Pues, quiero algunas flores para decorar mi habitación. Pero no me decido por una, me gustan las marg
