Capítulo 11: Los Wild Hunters

1977 Words
Era lunes a medio día y los wild hunters salieron de cacería. Habían pasado ya varias horas recorriendo el bosque, de este a norte y no había rastro del Heraldo. En su camino habían encontrado varias ardillas, con las cuales practican su puntería, ninguno pudo acertar ni un tiro. A pesar de lo que su nombre sugería, la especialidad de los wild hunters no era la cacería, eran los problemas. El grupo estaba conformado por cinco hombres, Bronco, Lombriz, Raptor, el Muerto y Cap, por supuesto que esos no eran sus verdaderos nombres, ellos no tenían nombres, todos fueron hijos del orfanato “Laura Vela” por esa razón muchos en el pueblo se referían a ellos como “los hijos de Laura”. Ninguno tuvo padres o al menos no el tiempo suficiente como para recibir un nombre o como para adoptarlo, existían excepciones, pero eran justamente eso excepciones, eran muy raros aquellos que conocieron a sus padres y por lo general eran los más complicados. Los niños se nombran entre ellos después de conocerse un poco, pero la personalidad pocas veces influye en el apodo, lo que ven es lo que hay. Bronco fue llamado así después iniciar una pelea con un niño mayor, perdió la pelea, pero siempre busco otra, era un niño robusto y fuerte, como un toro, por el contrario Lombriz era un chico sumamente delgado y miope, casi ciego de nacimiento, cuando se le caían los lentes podía limpiar el sucio piso del recinto con su cuerpo buscando su vista, así que el apodo no fue difícil de escoger. Por otra parte Raptor era un chico rápido, bastante listo y atlético, era el chico que todos querían tener en su equipo y en el equipo que estuviera, ganaba, pero también era despiadado y rudo al momento de un enfrentamiento, todo un carroñero, no temía pasar por encima de quien fuera. El Muerto tal vez es el caso más especial, su delgadez y aspecto completamente pálido fueron evidentes, pero el apodo le fue dado debido a que rara vez habla, puede quedarse sumamente inmóvil en un lugar hasta el punto que se vuelve parte de la decoración, no suele expresar emociones. Y por último está Cap, es el único cuyo apodo cambio con el tiempo, antes solían llamarlo “Peste”, debido a que el niño era un caos por donde sea que pasara, de los cinco fue el que entró más grande al orfanato, con 8 años, sus padres lo llevaron un día, prometiendo que regresaría por él en unas semanas, después que el ambiente en casa mejorará, pero no fue así. Tenía un verdadero don para buscar problemas, juntarte con él era un pase directo a la sala de castigo, en donde “las guardianas” como solían llamar a las mujeres que trabajaban ahí, les daban un castigo físico dependiendo de la severidad del crimen, nadie colecciono tanta variedad como Cap, reglazos, planas en el pizarrón, pegar la nariz a la pared por horas, cargar cubetas de agua, hasta cinturonazos. Su apodo cambió hace un par de años, a los catorce, cuando convenció a un selecto grupo de huérfanos de escapar para ir a un concierto en un bar, a varias cuadras de distancia. Iba a tocar “el Tuerto”, un ídolo del pueblo y una leyenda del orfanato. También fue un hijo de Laura Vela, ahí aprendió a tocar la guitarra y al cumplir los 18 años ya había firmado con una disquera por su primer álbum. El rock del Tuerto fue conocido por todo el país e incluso en varías partes del mundo, pero nadie lo escuchaba más que en el orfanato, les hacía pensar a sus hermanos, que tenían una oportunidad de mejorar, la ilusión de que la vida sería mejor de lo que habían visto hasta el momento. La Peste escuchó sobre su visita del Tuerto al pueblo y difundió la noticia entre los huérfanos, pero su mala reputación ya era bastante conocida y sabían que si lo seguían lo único que les esperaría sería una tunda absoluta, así que solo cuatro acudieron al encuentro, los que después se consolidaron como los wild hunters. El joven les enseño un modo para bajar por la ventana del tercer piso, saltando a la bodega de la terraza, después de ayudarles a burlar a las guardianas en turno, caminaron al bar y usando tres petardos entrelazados (que la Peste consiguió días antes), pudieron llamar la atención en la entrada principal y así colarse por la puerta de servicio, fueron vistos por el lava trastes, pero por suerte no le dio importancia. Cuando el Tuerto se paró en el pequeño escenario, las luces se atenuaron, entonces fue fácil no llamar la atención. La Peste le indicó a Bronco como pedir cinco cervezas sin levantar sospechas y se sentaron en una pequeña mesa al costado del escenario y vieron a su héroe cantar canciones de sus recuerdos en Monte n***o y de su vida como Huérfano, mientras los cinco chicos compartían su primera cerveza cantaron a todo pulmón los himnos que cantaban a escondidas en el orfanato, hasta El muerto sonrió esa noche. Lamentablemente (y como esos niños ya estaban acostumbrados), la felicidad no dura, al menos no para ellos. Un agente de seguridad notó lo jóvenes que se veían esos cinco chicos, pararon la tocada y encendieron las luces, él y otro sujeto, verificaron que no tenían edad de estar ahí y les pidieron salir del lugar, pero La Peste se negó, alegando que no estaban molestando a nadie. El asunto se volvió físico cuando intentaron sacarlos a la fuerza, entonces los otros cuatro chicos intervinieron y rápidamente las cosas pasaron de tibias a un completo infierno, nadie estaba seguro de quien soltó el primer golpe, pero el último lo dieron ellos, los huérfanos. Todo el bar miro el conflicto, algunos con discretos comentarios, otros vitorearon a los jóvenes y pocos se indignaron por el acto, pero El Tuerto se limitó a reír, al terminar la pelea los señalo y dijo con el micrófono: -¡Tengan cuidado, los Wild Hunters salieron esta noche y están cazando problemas! Las sirenas de una patrulla se escuchó a la lejanía. -¡Vámonos!- Dio la orden La peste y los cinco chicos, salieron del bar hacia la fría noche, corriendo como bestias salvajes, sedientas de libertad. Después de un par de calles fueron alcanzados por una patrulla. Los chicos no pusieron resistencia, hasta ellos sabían que una pelea en un bar y una pelea contra un policía, era algo completamente diferente. -No seas tan dura con ellos, Juana- Dijo el jefe Ramírez después de contarle a Juana, la directora del orfanato, lo ocurrido. -No, si dura, no soy, el castigo es justo con el crimen, usted debería saberlo más que nadie Jefe. A estos niños debemos corregirlos pronto, si usted no quiere tener más trabajo después, me entenderá. El jefe Ramírez se fue después de eso. Juana le entregó a cada niño un cepillo, una cubeta con agua y jabón y los mandó a tallar cada pasillo del orfanato, pero antes llevó a La Peste al salón de castigo, donde recibió diez cinturonazos en el trasero con un grueso cinturón de cuero, esto por ser la mente criminal a cargo de crear el plan (obviamente no hizo falta una averiguación). Los niños tallaron el piso en silencio a lo largo de toda la noche, pero cuando cumplieron la mitad de la tarea El muerto dijo: -Gracias por llevarme, fue genial. -Si, no puedo creer que les ganamos a los del bar- Dijo Raptor, mientras sonreía con el recuerdo. -Ni que tomamos cerveza.-Agregó Bronco. -¿Así que esto es meterse en problemas? -Preguntó Lombriz, que hasta ese momento, llevaba un registro de comportamiento impecable.- Me gusta. -De saber que era tan divertido juntarme contigo, lo habría hecho hace años, Cap- Dijo Raptor. Esa noche fue la mejor noche de sus vidas. En esa noche nació un fuerte lazó entre ellos, un lazó que a muchos les lleva años formar, una amistad genuina, una hermandad. Fue en ese momento que La peste se convirtió en Cap y los cinco chicos pasaron a llamarse Los Wild Hunters, cazadores de problemas. Los castigos en el orfanato aumentaron exponencialmente para los cinco muchachos a lo largo de ese año. Cuando todos cumplieron los 15 años, huyeron del orfanato y nadie intentó hacerlos regresar. Cap encontró una vieja casa abandonada entre el bosque y el pueblo donde se establecieron y a lo largo de un año rondaron el pueblo, buscando comida, dinero, diversión y tal vez algún trabajo rápido (sea legal o no). Ese mismo año El tuerto sacó su nuevo disco, donde estaba el sencillo llamado “wild hunters”, tenían un himno propio, que cantaban por las oscuras calles del pueblo, asegurándose que todo el que la escuchara supiera quién eran ellos. La aparición del Heraldo le brindó a los wild hunters la oportunidad de un reconocimiento mayor, tal vez lo suficiente como para ser como su ídolo. Así que compraron varías sogas y un pequeño revólver con dos docenas de balas, que compraron a un conocido del bajo mundo. Llevaban dos días de cacería, recorriendo el bosque de este a norte. En el camino se encontraron con varios cazadores, platicaron con ellos, compartiendo información sobre las áreas que cada grupo exploró para saber qué dirección ya era inútil buscar. Después de varias horas de búsqueda monótona algo llamó su atención. –Hola mierditas ¿Olvidaron que tenemos cuentas pendientes? La voz de un joven resonó entre los árboles. Cap levantó el puño de su mano derecha y con ese simple movimiento sus cuatro compañeros supieron que no debían hacer ningún ruido. Buscó con la mirada de donde provenía la voz, pero no vio a nadie, ese bosque era engañoso, podría ser que estuvieran a kilómetros de distancia. –¿En donde está la maldita Muralla y en donde está el Heraldo? ¿El heraldo? Sí, todos lo escucharon, eso les llamó la atención y supieron que era información que debían obtener. Se acercaron silenciosos en dirección a donde venían las voces. Sus pisadas debían ser suaves para evitar que las hojas secas de aquel otoño los delataran, se cubrían detrás de los árboles y revisaban el terreno antes de proceder hasta que por fin llegaron donde la acción se desenvolvía. Eran un total de 5 chicos, tres de ellos eran mucho más grandes que los otros dos. Uno de los pequeños se encontraba tirado en el suelo mientras uno de los mayores lo pateaba en el suelo. Fue entonces que los Wild Hunters supieron que no era más que una pelea de niños. Raptor y Lombriz se rieron de lo que consideraban una pelea inocente y Bronco admiraba la resistencia y dureza del niño que estaba bajo el pie del otro. -Solo son unos niños.- Le dijo Lombriz a Cap en voz baja. -Vámonos- Dijo Raptor. -Esperen- Dijo Cap, que desde que llegaron no le quitó los ojos de encima al niño que estaba en el suelo. Había algo que le resultó especialmente intrigante a Cap, algo que los otros cuatro no lograban entender, hasta que el niño se levantó del suelo y empezó a golpear, con un magistral salvajismo, al adolescente. Los wild hunters habían visto y participado en muchas peleas a lo largo de su corta, pero emocionante historia, tenían buen ojo para detectar lo que ellos llamaban “un verdadero cabrón” y sabían que ese niño lo era. Los secuaces del muchacho tomaron al niño, mientras el otro se ponía de pie. Cuando este dijo: –Essstassss muerrrto. Las risas de la pandilla se volvieron incontrolables. El Cap asintió con la cabeza y los Wild Hunters supieron que había llegado la hora de actuar.
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