Era de imaginar que mi nuevo trabajo empezaría a partir de ese momento.
Alek y yo teníamos un trato y a cambio, Brandon sería libre. Tal vez Alek no cumpliría su promesa, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse e intentar escapar, eso era imposible.
El hombre paseó junto a mí, mostrándome la gran casa en la que a partir de ahora viviría y la última estancia de nuestra visita fue la habitación en la que desperté. Una habitación amplia, llena de cuadros y tapices y una impresionante cama con doseles de lino.
También había una lámpara que Alek se encargó de encender. La verdad es que hasta ese momento no había reparado en el frío que tenía con aquel vestido n***o y el abrigo rojo que iba a juego.
Me acerqué a la chimenea bajo la atenta mirada del hombre, me quité el abrigo, lo dejé sobre un sillón y me calenté las manos. Alek se acercó a mí y me volteó para quedar frente a él.
Se relamió los labios al observarme y metió sus manos bajo mi vestido hasta acariciar mi trasero.
—Esta noche nos divertiremos, te lo aseguro —dijo y entonces, sus labios chocaron con los míos.
Era un beso violento y con fuerza que no supe corresponder porque no lo esperaba. Alek me sonrió a cambio y se marchó, como no, echándole llave a la puerta.
Me sentía muy agobiada. No estaba preparada para estar con él, así que decidí darme una ducha y mentalizarme.
Cuando salí del aseo, me tumbé en la cama para intentar descansar del viaje y desprenderme de las preocupaciones.
Lo logré…
…
Alek
Odiaba tratar a las mujeres como monedas de cambio, pero era un hombre de palabra y cumpliría mi promesa.
Cuando Ariana hiciera todo el trabajo que yo le pidiera y es que de algún modo tenía que conseguir mi salario, les dejaría libres a ella y a su hermano.
Sabía que ella no conseguiría el dinero y desde que nos vimos por primera vez, estuve pensando de qué forma cobrarle el dinero que su hermano me debía… Aunque en realidad, estuve pensando en ella.
Mis hombres llevaban vigilándola desde hace tiempo y yo ya sabía que era hermosa, pero era aún más bella frente a frente. Además, me sorprendió su valentía al ofrecerse como moneda de cambio para liberar a Brandon y sobre todo, cómo se enfrentó a mí en su despacho.
Ariana era la clase de mujer que me gustaba. Su cuerpo era una perdición, delgada y esbelta, de cabello largo color castaño y textura ondulada, que olía a fresas y ojos verdes de tono esmeralda, hipnóticos.
Si los mirabas fijamente, sentías caer hasta el fondo de un pozo, perdido.
Yo podía tener a cualquier mujer, siempre las había tenido nada más chasquear los dedos y me moría de ganas por tener a Ariana. Por desgracia, tuve que dejarla sola en mi habitación porque yo tenía una importante reunión con un socio y gran amigo.
Francisco García, el mayor narco de América Latina con el que trataba desde hacía mucho tiempo.
—¿Qué hay del dinero que nos debe Brandon? —me miró inquisitivo.
—Me he puesto en contacto con sus familiares. Me pagarán en un par de semanas —expliqué.
—No podemos esperar tanto, Alek.
—Su familia hace lo que puede. Además, van a trabajar para mí como disculpa —junté los dedos con satisfacción.
—No sé cómo has conseguido eso…
—Créeme, cuando alguien que amas está en peligro, haces cualquier cosa —dije con seguridad.
—Es cierto. En ese caso, debemos hablar del tráfico de drogas en Italia —dijo el hombre con una mueca—. Tenemos problemas.
La reunión se alargó por horas. Cuando finalmente acabó, mi cabeza estaba embotada y me costó más de un minuto ubicarme.
Tenía algunas cosas que hacer antes de ver a Ariana. ¡Ah, sí! No le había dado tiempo a recoger sus cosas en Nueva York porque quería que vistiera con elegancia y sensualidad para mí, así que fui a las tiendas más caras y lujosas de la ciudad para comprarle algunas cosas.
Era la hora de la cena cuando regresé a casa. Abrí mi habitación, ansioso por ver a aquella mujer tan hermosa y la vi, pero durmiendo. No sabía si despertarla para cenar o esperar a que ella despertara.
Al final, la dejé sola de nuevo. No había reparado en que estaría cansada del viaje, pero supuse que aquella tarde le serviría para descansar.
Después de cenar, regresé al cuarto, pero ella aún dormía. Dejé una bandeja con alimentos para ella sobre la mesa y me senté a su lado para observarla. Sus labios estaban enrojecidos del beso que habíamos compartido antes de esa reunión.
Bueno, en verdad ella no correspondió mi beso, pero supuse que la había pillado por sorpresa. Esa mujer se acostumbraría a mí con el tiempo, de eso estaba seguro.
Me levanté de la cama para cambiarme de ropa, aunque solo me quité los pantalones y la camisa y me metí en la cama junto a ella.
Su olor y su calor eran casi una droga, pero le di la espalda y me dispuse a dormir. Yo también había tenido un duro y cansado día…
…
Ariana
A la mañana siguiente, cuando desperté, quise ubicarme. Miré el techo de la habitación y recordé que me encontraba ahora en Rusia.
El frío había poseído la habitación y también a mí.
Me di la vuelta en la cama para intentar entrar en calor, pero me quedé estática al ver a Alek. Estaba tumbado a mi lado, con solo unos bóxers.
Dios, era tan guapo… y tan malvado.
Él se removió inquieto a mi lado y finalmente despertó, pillándome observándolo con descaro, a lo que me sonrojé cuando él me sonrió.
—Buenos días, nena. ¿Has dormido bien? —Dios, qué voz tan seductora.
—Sí… Creo que me quedé dormida después de la ducha —dije algo azorada, sintiendo su mirada profunda sobre mi rostro.
—No te preocupes, estabas cansada del viaje y es lógico —dijo en tono condescendiente.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué no me despertaste?
—Podemos divertirnos cuando estés mejor. Pero, de momento, deberías levantarte y vestirte —sonrió al ver mi desconcierto—. En el armario tienes ropa nueva.
Alek se levantó y se dirigió al baño. Yo estaba helada de frío, pero decidí que era el momento de vestirme y que él no me viera desnuda.
Abrí el armario y me encontré con ropa femenina de marca. Supuse que él la había comprado para mí, porque no tenía nada con lo que cubrir mi cuerpo del frío.
Elegí unos vaqueros claros y una camiseta de color lavanda a juego con un pañuelo de estrellas de color lavanda de distintos tonos. Busqué zapatos cómodos, pero la mayoría eran tacones, así que al final, elegí unos impresionantes tacones negros.
Por suerte, ya estaba peinándome cuando Alek salió. El hombre frunció el ceño al verme, tal vez molesto por no haberme visto desnuda.
Sonreí con ganas, percatándome de que él no me quitaba la vista de encima.
—Debí haberte comentado que hoy empiezas tu trabajo y no has elegido la ropa adecuada para ello —comentó con aire crítico.
—¿Disculpa?
—Necesito eliminar a un rival y te necesitaba para seducirlo —me miró de arriba a abajo—. Así no creo que conquistes a nadie.
Quise gritarle miles de insultos, pero preferí callarme.
Me quité el pañuelo dejando ver un escote de pico. Alek sonrió un poco, pero se acercó a mí y puso sus manos en mis caderas.
—¿Me permites aconsejarte? —dijo de nuevo con ese aire seductor que me hacía estremecer.
—No necesito que nadie me diga cómo vestirme… —comencé a refunfuñar, pero me detuvo.
—Hicimos un trato. Trabajarás para mí y necesito que te cambies de ropa —dijo esta vez con tono más serio.
Alek abrió el armario y sacó un vestido rojo, muy ceñido y escotado, en definitiva, provocativo.
Suspiré resignada y tomé el vestido. No sabía si se iría del cuarto o no, así que fui al baño a cambiarme. Me sorprendió que no me siguiera ni nada por el estilo.
Una vez lista, salimos del cuarto en dirección a mi primer día de trabajo.
Debía admitir que estaba nerviosa, no sabía siquiera a qué me enfrentaría, pero estaba segura que no sería de mi agrado.
Alek, por su parte, no dejaba de mirarme de arriba a abajo, cosa que no sabía si me hacía sentir halagada o asustada.
Al final, llegué a la conclusión de que era un poco de las dos.