Capítulo 12
Narra Melu:
Las semanas siguientes antes del show habían sido una locura, entre ensayos y música se habían pasado mis días, prácticamente estaba viviendo en el teatro. Quise esforzarme más que el resto por ser la última en ingresar a la obra, decidí solo concentrarme en eso y no en Pablo o Martin, dos hombres que han puesto mi vida literalmente de cabeza.
La noche antes del estreno decidí quedarme en casa, hice algunos rituales de relajamiento que encontré por YouTube y después de una ducha relajante de dos horas fui directo a hacerme un té para poder irme a la cama. Cuando me acosté, aun no tenía sueño, las noches de insomnio me estaban pasando factura, o quizás era una conversación pendiente la que me tenía así.
En un arrebato de valentía me puse de pie, busqué mi abrigo y salí a tocar la puerta de enfrente. Un Pablo con lentes y cara confundida me recibió, al percatarse de mi presencia me regalo una sonrisa.
-¿No puedes dormir?- preguntó, haciéndose a un lado para yo ingresar en su departamento, negué con la cabeza abriéndome paso-. Es normal, mañana es un gran día para ti y no es un delito estar nerviosa.
-Ojala fuese eso nada más, pero hay muchas cosas más atormentándome Pablo- confesé.
-¿Lo quieres compartir? Soy bueno escuchando.
-No sé si sea el momento de lidiar con esto, pero para algo vine.
-Melu, me estas poniendo nervioso, ¿Qué pasa?
-Hace unas semanas Martin me fue a ver al teatro, el motivo de su visita me sorprendió por completo… Él dijo que alguien cercano había insistido en que tu sentías algo por mí, y no sé si estoy loca pero siempre he pensado que ya han pasado cosas entre nosotros, claro que se lo negué a tu hermano…
Y me besó, en que momento había acortado nuestro espacio no lo sabía, pero lo tenía allí encima rozando mis labios sin dejarme terminar de hablar. Enrede mis manos en su cuello, acercándolo más si era posible, queriendo derribar todos los pensamientos de que lo que hacíamos no era lo correcto, pero en ese momento se sentía tan bien hacer lo incorrecto. En un movimiento, mis piernas quedaron enredadas en su cintura y él me tomaba por el trasero.
-Si quieres que me detenga- dijo en un susurro, intentando recuperar el aliento- Dilo ahora, porque si me dejas seguir no me detendré más.
-Te necesito- chillé, acercándolo otra vez para comerle la boca.
Pablo nos llevó hasta su sillón, me sentía como si fuese una puberta en su primera vez, estaba nerviosa y me sudaban las manos, y las mariposas de mi estómago habían aprendido de motocross porque estaban revolucionadas. Me dejó la cabeza en uno de los almohadones y me quitó el abrigo, mi pijama corta quedó a la vista, subió solo un poco mi camisa y comenzó a llenarme de besos, lo entendí en ese momento, se tomaría su tiempo. Dejaba besos húmedos desde mi ombligo y subiendo hasta mis pechos, que claramente no llevaban brasier ni ningún tipo de traba, uno de mis pezones fue encerrado en su boca, haciendo que me llenara de placer, con el otro jugaba su mano, sus ojos que se habían oscurecido un poco por el placer me vieron con lujuria, robándome un corto beso de los labios para seguir con su labor. La mano que jugaba con mi pezón de pronto comenzó a descender, hasta llegar a mis bragas, me tanteo con sus dedos largos y solo el roce con mi clítoris me volvió loca. Ya estaba muy húmeda, el solo saco sus dedos y los lamio, para introducirlos nuevamente, mis jadeos, estaba muy segura de que los escuchaban los vecinos. No aguantaría por mucho más tiempo y me deje ir en el mejor orgasmo que había tenido en mucho tiempo.
Él me dejo retomar la respiración unos minutos, cuando la realidad chocó en mi mente, me sentí muy apenada de mi actuación y mis mejillas se sonrojaron, quería levantarme e irme, pero Pablo había leído mis pensamientos y me tomo del brazo.
-No te puedes ir, no puedes dejarme así- dijo, señalando su paquete muy visible. El fuego que según yo se había apagado, se volvió a encender, Pablo tenía ese poder sobre mí, podría tratarme seguramente como un interruptor que podía subir y bajar en menos de un minuto.
Esta vez, tomados de la mano me llevó a su habitación. Estaba tan metida en el fuego que lo único que note es que estaba pintada de blanco y tenía cortinas negras, de solo cruzar la puerta los labios de Pablo se apoderaron de los míos. Le ayudé a despojarse de la ropa, que era más difícil de quitar que la mía y luego fue mi turno, la luz se quedó encendida, así que podía apreciar su cuerpo, en ese si me detuve a observar. Tenía una pequeña cicatriz en la cintura, su pecho tenia algunos lunares, que podría dibujar con la boca sin problemas y crear la constelación más hermosa que hubiese visto jamás. Pasé mi mano por ellas, intentando dibujarla en mi mente. Quería capturar este momento para tener en que pensar cuando volviera a la soledad de mi casa.
-Eres hermosa- aseguró, lo que yo no sabía era que mientras lo estudiaba a él, él hacía lo mismo conmigo. Intenté taparme con la sabana, pero Pablo lo impidió, repitiendo su frase-. Eres hermosa, Melissa. No dejes que nadie te haga creer lo contario.
Depositó un beso en mi clavícula, luego en mi barbilla y en mi frente, como si intentara curar mi inseguridad, pero eso era imposible o así lo creía yo. Sus labios se unieron a los míos en perfecta sincronía, pero había algo mas esta vez, que no note antes, había amor. Pablo y yo esa noche estábamos teniendo algo más que sexo, estábamos haciendo el amor. Pablo y yo nos estábamos entregando en cuerpo y alma, que caro nos costaría todo esto. Esa sería una noche que no olvidaríamos, pero al otro día no solo tendríamos muchos problemas, se avecinaba una guerra que ni conocíamos.