Capítulo 13
Un salvador inesperado.
Narra Pablo:
Esa noche con Melissa era de las mejores que había tenido en mi vida y seria inolvidable, pero como todo… En algún momento terminaría, nos despedimos después de media noche y volví a mi departamento, al siguiente día sería muy importante para ambos, algo por lo que los dos habíamos trabajado mucho y quise darle su espacio.
Desperté tan pronto como mi alarma sonó, había muchas cosas por hacer en el estudio y no quería retrasarme ni un segundo, sino prestarle todo mi apoyo a Don Alfredo y que nuestro primer espectáculo saliera perfecto. Me levanté, preparé un desayuno leve que constaba de tostadas con huevo y zumo de naranja, luego me di un baño donde puedo decir que si me demoré unos quince minutos y salí directo al teatro. Al llegar aún era muy temprano, por lo que Melissa todavía no llegaba. Saludé a todo el equipo y al ingresar en el despacho de mi jefe, me llevé una gran sorpresa.
-Hermano, ¿Qué haces aquí? - pregunté, viendo anonadado a Martin. Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a cruzar por mi cabeza y sin poderlo controlar, la vergüenza apareció con ellos.
-Solo me levanto temprano para una cosa, Hermanito… Hacer negocios.
¿Negocios? ¿En el teatro? Si a mi familia nunca le ha interesado esta rama.
-Señor Martin, aquí están los papeles que me pidió…-La voz de Don Alfredo me interrumpe, al percatarse de mi presencia maldice y baja la cabeza.
¿Qué sucedía allí?
-No se preocupe, Don Alfredo. Mi hermanito se tenía que enterar en cualquier momento, no le hagamos esperar y explíquele que hago aquí.
-Pablo, él…Tu hermano, el señor Martin- decir “señor” parecía un insulto, ya que lo decía entre dientes, claramente molesto al tener que ser cortes-. Él nos ayudará a salvar el teatro…
-¿Salvar? ¿A qué te refieres? –pregunté confundido.
-En los últimos meses, no hemos podido cubrir todos los gastos administrativos que conlleva el teatro, apenas da para pagar a los empleados y a ustedes, y la función no vendió todos los boletos que necesitábamos…
-Eso significa que estaban en quiebra- interrumpe Martin-. Y digo estaban porque llegue yo, me debes una, hermanito.
-¿Y que se supone que fue lo bueno que hiciste, según tú?
-Compré el teatro, ahora me pertenece. De nada.
-¿Qué hiciste qué?- grité alterado, acercándome a él en forma amenazante.
-No deberías ponerte así, sin mi este pobre teatro se hunde- bufó, haciéndome a un lado.
-¿Pobre teatro? Y ¿Qué piensas hacer? Demolerlo y construir un centro comercial.
-Oye, no es una mala idea- dijo sonriendo sarcásticamente.
-No hagas que te de una paliza Martin, sal ahora mismo de aquí.
-¿Y cómo pretendes tu salvarlo? Que yo sepa, ya no estás en la herencia de papá- se burló.
-Algo se me ocurrirá.
-Suerte con eso.
-Chicos, calmémonos- dijo Don Alfredo-. Tenemos que hablar como personas civilizadas y lleguemos a un acuerdo.
-Discúlpeme Don Alfredo, pero yo con este nunca acordaría nada.
-Sigues siendo un niño caprichoso, Pablo- se quejó Martin-. Estas a punto de perder una de las cosas que más quieres y por tu ego alto no puedes trabajar conmigo para salvarlo.
-Trabajar contigo es como venderle el alma al enemigo- le dije y salí de allí casi corriendo.
Uno de los días que creía que serían más felices, se estaba convirtiendo en uno que dejaba un sabor amargo en la boca.
Narra Melu:
Me levanté con una energía que irradiaba luz por cualquier lugar que pasara, me sentía feliz, plena y radiante. Me di una larga ducha, desayuné avena con frutilla y me hice una sesión de sinceré de día. Elegí una ropa cómoda y fui a trotar. Por orden estricta de Don Alfredo, no me acercaría al teatro hasta las cinco en punto de la tarde, pero si me quedaba en casa la ansiedad me comería, así que me puse en movimiento.
Para el almuerzo me reuní con mis amigos, ambos estaban muy emocionados de verme haciendo algo como esto porque jamás me hubiese atrevido en otro momento y ahora que me ven diferente, creo que les gusta el cambio. Lo que pasó con Pablo la noche anterior me lo guarde para mi hasta saber hacia dónde iba eso, porque no quería hacerme ilusiones. El recuerdo de la advertencia de Martin cruzó mi mente causándome escalofríos, pero lo aparte rápidamente y me centré en su conversación.
Estábamos en un restaurante que quedaba muy cerca del teatro, así que veía muchas caras conocidas entrar y salir de allí, una de las chicas de vestuario se acercó a mí con una sonrisa tímida.
-Hola, Melu ¿Podrías regalarme unos minutos?- preguntó, observando tímida a mis acompañantes.
-Sí, Lía vamos afuera-. Caminamos en silencio, algo me decía que no estaba por contarme nada bueno, llamémoslo presentimiento, premonición o como quieran- ¿Qué sucede?
-Hoy, anunciaron al dueño nuevo del teatro y bueno como no estabas, quería que no llegaras confundida…
-¿Cuál nuevo dueño? Lía, ¿De qué hablas?
-Don Alfredo tuvo que vender el teatro, pero no te preocupes, seguirá siendo nuestro director.
Muchas dudas cruzaron mi mente: ¿Por qué vendió? ¿Por qué justo hoy día del estreno? Y la más importante…
-Lía, ¿A quién le vendió? ¿Lo sabes?
-Sí, al hermano de Pablo, el señor Martin.
Trágame tierra.
Sin esperar respuesta de la chica, camine deprisa hasta la mesa donde se encontraban mis amigos y recogí mis cosas rápidamente, tome mi celular y de explicación solo les pude decir:
-Tengo que irme, pasó algo terrible y tengo que ver si puedo ayudar.
-Melu, no puedes irte así- me dijo Lud.
-Martin compró el teatro, o eso creo- bufé-. Si eso es verdad, que espero que no, estoy muy jodida amigos, tengo que irme.
-Te alcanzamos- dijo el nuevo novio de Lud, porque si ya se había hecho novios mis tortolos.
-Está bien, iré a ver qué sucede.