Capítulo 7
Narra Pablo:
Una semana, una semana llevo evitando a toda costa a Melissa, intento tratarla frio y distante, pero me está costando demasiado. Ahora que se quién es, mis sueños húmedos ahora tienen una cara y es la de ella. No quiero dormir, no quiero comer, me siento lo peor que hay en el planeta.
¿Cómo pude ser tan tonto?
Wendy me llama, alejándome de mis pensamientos y llega a mi lado, dejándome un casto beso en los labios. Me acosté con mi compañera para ver si de esa forma dejaba de anhelar volver a sentir a Melissa, pero nada ha resultado y ahora Wendy cree que estamos en una especie de ´´relación´´, aunque tampoco he aclarado ese punto.
-Pablo, ¿Me estas escuchando?- la voz chillona de Wendy me devuelve a la realidad, me observa con el ceño fruncido.
-Lo siento, no es mi mejor día- le expliqué, levantándome de mi asiento y ella me sigue.
Tengo que escribir el final de la obra, ya que hemos decidido darle un giro drástico y no he podido concentrarme, me siento enojado e impotente con esta situación.
-Mi amor, están tan tenso-. Wendy pone sus manos en mis hombros, fallando en su masaje pues estoy demasiado tenso y me pongo peor cuando un carraspeo al fondo hace que me separe de mi acompañante.
-No quería molestar, disculpen- murmuró Melu, toma unos apuntes del escritorio de Don Alfredo.
-Siempre tan inoportuna- comentó Wendy, escupiendo veneno en cada palabra. Melu le iba a responder, pero yo me adelanto.
-Wendy, estamos en el lugar de trabajo y no quiero ningún problema con Don Alfredo por ti, así que retírate-. La mujer me mira estupefacta, una sonrisa involuntaria se escapa de Melissa y cuando se da cuenta intenta recuperar la compostura. Wendy no dice nada más y sale de allí.
-No era necesario- comentó Melu, sabía que eso significaba: gracias.
-Wendy ha sido muy grosera desde que llegaste.
-No es la única-. Su respuesta me duele, porque sé que es verdad. Melu está por retirarse, pero lo impido tomándola por el brazo y girándola hacia mí. Me ve sorprendida, no se esperaba mi reacción, yo tampoco en realidad, esta mujer me tenía hechizado y ella ni lo sabía.
-Lo lamento tanto, Melu- digo, acercándome a su rostro sin dejar de ver sus ojos-. Todo tiene una explicación, pero necesito que estemos a solas para contártelo todo.
-No tengo tiempo para eso, Pablo- dice, soltándose de mi agarre, y vuelvo a insistir, pero sus palabras son como una daga en mi pecho-. Tu hermano y tú ya me han hecho mucho daño, por favor déjame continuar-. Una lagrima se escapa sin permiso de su ojo izquierdo, no podía verla así, pero tenía razón, ninguno de los dos éramos buenos para ella, entonces la deje ir.
Unas horas más tarde
La noche cayó y mi energía también, ya todos se habían ido, pero yo no podía abandonar el teatro aún. Don Alfredo se acerca a mí, solo quedábamos nosotros dos. Espera unos segundos y comienza a hablarme sobre su familia y su amor al teatro, me cuenta viejas anécdotas que he escuchado un millón de veces, pero me alegran cada vez que las comparte.
-¿Qué te tiene tan distraído, hijo?- preguntó él. Me debato entre decirle la verdad o mentirle, pero necesitaba un consejo antes de actuar como un loco frente a ella otra vez, así que gana la primera.
-Hice algo sin pensar y los involucrados pueden salir heridos cuando lo sepan- le expliqué, Don Alfredo espera más información así que decido continuar-. Tengo sentimientos por una persona que debería ser prohibida, pero ya probé más de lo que tenía y ahora no puedo retroceder.
-Lo prohibido es lo que más atrae, hijo- comentó-. Ahora tienes que reconocer si tus sentimientos son hacia lo prohibido o si son verdaderos, porque si es lo primero, es un simple capricho que cuando lo cumplas dejará de llamarte la atención, pero lo segundo es para siempre.
-Ella no se merece que le haga eso, Don Alfredo. Ya le han hecho mucho daño, no quiero contribuir a eso- digo sincero, mi mirada está perdida en un punto muerto.
-Tienes una difícil decisión hijo, espero que sepas tomar la correcta.
Yo también lo esperaba.
Narra Melu:
Llegué agotada al departamento, tanto física como mentalmente, aunque la segunda tiene más que el resto. No entendía el comportamiento de Pablo desde que comencé a trabajar, pensé que estaría un poco feliz por mí, pero recuerdo de donde viene y entiendo todo, es igual de malo que su hermano y seguramente esperaban tener lejos después de la humillación que Martin me hizo pasar.
Sirvo vino en una copa, era de esas noches que quería estar sola y tratar de encontrar paz. Me siento en el sillón, tomándome copa tras copa hasta que mis pensamientos se nublan. Abro el balcón y observo lo fácil y sencillo que sería acabar con todo de un salto. Mi tentación crece, un impulso loco me atraviesa y me acerco a él, Creo firmemente en mi decisión, hasta que el pitido del timbre llama mi atención, bufo molesto y veo al cielo: aun me quieres aquí, eh…
Voy a abrir la puerta y me encuentro de frente con Pablo, se ve igual de cansado que estaba yo al principio, antes de tomar las copas de vino, así que sin pensar le ofrezco de la mía. Él me observa con duda y sonríe.
-¿Cuántas de esas llevas?- preguntó, quitándome la copa y bebiendo un sorbo.
-Las suficientes para saber que también necesitas una- respondo simple, me hago a un lado para dejarlo pasar. Me siento relajada y quiero echarle la culpa al alcohol, aunque sabía que era el impulso de hace un rato que no me había abandonado.
-Quería explicarte, aunque no me dejaste hacerlo hoy en el teatro, pero no podría irme a la cama así, por eso estoy aquí.
-Te escucho- respondí, sentándome en el sillón nuevamente.
Pablo me observa, veo la duda en su mirada, pero me hace caso sentándose a mi lado y lo suelta sin más.
-Yo…Soy el chico del bar, el de la máscara.
Mi cerebro trata de procesarlo, pero no entiendo nada.
-¿De qué hablas?- digo, confundida.
-Melissa, esa noche… Te acostaste conmigo.
Mierda, eso no lo vi venir.