Capítulo 8
Narra Melu:
Despierto con una gran resaca, me levanto de la cama sin saber ni como llegue allí, mi último recuerdo es querer lanzarme por el balcón y ahora me siento aterrada, voy hacia la cocina y busco una aspirina más agua, me la tomo de un sorbo intentando aminorar el dolor de cabeza.
¿Por qué me detuve? ¿Por qué no me lance? Son las preguntas que rondan en mi cabeza todo el día, los recuerdos son borrosos, pero siento que hay algo muy importante que no debía olvidar.
Era domingo, así que no me preocupaba haberme despertado tarde porque no tenía que ir al teatro. Lud me envía un mensaje para ir por un café y acepto inmediatamente. Me doy una ducha larga contando con el tiempo suficiente y luego me pongo unos jeans gastados con una camisa negra, amarro mi cabello en una cola alta y escondo mi mal humor debajo de unos lentes de sol negros. Al abrir la puerta recibo una visita que, si hubiese sido por mí, no le abro.
-Hija, te ves terrible- comentó mi madre de forma despectiva, viéndome de arriba abajo y me hace a un lado para ingresar al departamento, por más que intento detenerla me esquiva y pasa. Niega con la cabeza al ver las botellas de vino por toda la sala-. Desperdiciando tu tiempo, como siempre- se quejó-. Dios mío, ¿Qué hice mal?
-Madre, ¿Qué haces aquí?- pregunté notablemente molesta.
-Ya que no quieres contestar mis llamadas, tuve que venir a ver como estabas- explicó.
-¿Siquiera te importa?- bufé.
-Eres mi hija, claro que me importa- dijo, haciéndose la ofendida.
-No parecía lo mismo cuando me humillaron en público y no hiciste nada, ¿Lo recuerdas?- inquiero, tragándome el nudo en la garganta.
-Melissa, eso te lo buscaste tú, no me eches la culpa a mi ahora- respondió, la observé anonadada.
-Vete, por favor- dije, señalando la puerta.
-No seas tan dramática linda, tengo que hablar contigo de cosas verdaderamente importantes.
-Vete- repetí, esta vez en tono amenazante.
-Tu padre sufrió un ataque al corazón, Melissa- soltó sin más, mis ojos se agrandan por la noticia-. No quiso decirle a nadie en su momento, pero no podrá seguir al frente de la empresa y tú eres su única sucesora.
-Ya hemos hablado antes de eso, madre- me quejé-. Les dije que no me haría cargo, mi sueño no es ese.
-Pues es momento de que vayas despertando y vuelvas a la vida real, Melissa- regañó-. Basta de que vivas así- dijo señalando mi departamento-. Es momento de que tengas una responsabilidad real.
-Madre, yo tomaré mis propias decisiones.
-¿Cómo te ha resultado hasta ahora?- inquirió -. No voy a seguir discutiendo esto contigo, hay una reunión importante para anunciar que tú padre se retira y te deja al mando, es el sábado y tienes prohibido faltar.
Mi madre se va, dejándome con la palabra en la boca, con ganas de decirle unas cuantas cosas y aún así me ignora y sale de mi departamento, dejándome sola y pensativa. Estaba cerca de un sueño en el teatro y cómo siempre vienen a explotar mi burbuja, mi poca felicidad. Claro que podía negarme, pero faltarle a mi papá me ponía en una situación incómoda, él había aceptado mis decisiones desde un principio y no se tomó bien la idea cuando me quise casar con Martín, era un hombre que respetaba inmensamente y era todo lo contrario a mi madre, así que no sabía que hacer.
Me fui al encuentro con mi mejor amiga, ya había pedido café para las dos y se estaba comiendo un panecillo, al verme movió su mano invitandome a sentarme con ella.
-Lo siento linda, me ganó la tentación... Sabes cómo soy con el dulce.
-Tranquila- sonreí-. Supongo que este es mío- digo señalando el café frente a mi, ya que ella tenía el suyo.
-Supones mal- dijo una voz a mis espaldas, Julián se acerca y me besa en la mejilla-. Ese es mío -. Toma el café y lo coloca frente a él.
-Perfecto, entonces iré por el mío.
Me levanto caminando hasta el mostrador y un volcán de chocolate me hace agua la boca, pido uno junto a un capuchino. La campanilla de la puerta anuncia me hace desviar la mirada hacia allá, mi paz se va volando al ver a la feliz pareja ingresar: Wendy agarrada del brazo de Pablo.
¿Y eso por qué me importaba?
Me concentro en pagar mi pedido y volver con mis amigos, el camarero es tan atento de ayudarme a llevarlo hasta la mesa y sólo me limito a probar el café, de pronto el antojo se me había quitado.
¿Qué mierda me pasa?
-Mira a quien tenemos aquí, amor-. La voz de Wendy no se hace esperar, observo cómo arrastra al hombre hasta nosotros y hago una mueca-. Melissa, que sorpresa-. su tono de ironía logra molestarme.
-Wendy, Pablo- nombré en forma de saludo-. Ellos son mis amigos, Ludwika y Julián-. Los presenté por educación más que otra cosa. Se dan la mano, pero se que mi amiga nota mi incomodidad y las ganas de salir corriendo.
-Encantada - dijo Wendy-. Que interesante Melissa, cómo siempre andas sola creí que no tenías amigos.
Sentí esa bofetada de su parte, sabía que lo hacía para provocarme y lo estaba logrando. ¿Es que hoy todos se pusieron de acuerdo para molestarme? Pensé. Iba a responder, pero Ludwika se me adelantó.
-Si tiene y si alguien se mete con mi mejor amiga, soy capaz de matar- dijo en un tono amenazador, con los ojos fijos en los de Wendy, ví el pánico cruzar su mirada y luego se recompuso con una sonrisa de superioridad.
-Me alegra ver qué cuentes con tan buenos amigos- respondió falsamente.
-¿Nos vamos?- intervino Pablo, intentando sacarnos de esa situación tan molesta.
-Claro amor, hasta pronto chicos.
La pareja se alejó de nosotros, Ludwika no tardó en comentar lo mal que le había caído Wendy y se quejó de Pablo, en cambio Julián se mantuvo al margen. Hace mucho que no hacía algo como eso, pero lo necesitaba. Saqué del bolso un cigarrillo y salí del café a fumar afuera. Lo prendí y di una calada, intentando relajarme. Una especie de recuerdo llegó a mi mente, era Pablo en mi departamento, ¿eso fue anoche? no podía recordarlo, pero sabía perfectamente que hacer. Observé que se encontraba sólo en su mesa, bote el cigarrillo pisandolo y me dirijo hacia él, sus ojos me perforan a cada paso que doy.
-Melissa- susurró.
-¿Estuviste ayer en mi departamento?- pregunté, directa.
-¿Es cierto eso, Pablo?-. Wendy había llegado a nosotros también, desconocía si ellos tenía algo formal pero la voz de reproché de parte de ella anunciaba una cosa: Problemas.