Capítulo 20
El Dolor de una Decisión
Narrador Omnisciente:
La tensión en el aire era palpable mientras Melissa sostenía la carta en sus temblorosas manos. La había recibido esa mañana y había sido escrita por Martin. En sus palabras, él amenazaba con hacerle daño a ella y a las personas que amaba si no se alejaba de su hermano de inmediato, y ya había hecho un primer intento, quizás en el próximo Pablo quedaría sin vida, ella lo había decidido la noche anterior, pero con eso, era definitivo, se alejaría.
El miedo y la angustia se apoderaron del corazón de Melu mientras luchaba por procesar la amenaza. Sabía que Martin era capaz de cosas terribles y no podía ignorar la posibilidad de que cumpliera sus palabras. Su mente se llenó de imágenes de violencia y peligro, y aunque su corazón se rompiera en el proceso, si era posible se iría esa misma noche. Le dejó un beso de despedida a Pablo en la frente mientras dormía y regresó a su apartamento.
Rodeada de recuerdos de los momentos felices que había compartido con Pablo, las lágrimas caían por su rostro mientras luchaba con su decisión. Sabía que la seguridad de los que amaba estaba en juego, pero también sabía que estaba renunciando a la felicidad que había encontrado junto a él.
Como era de costumbre, a media tarde ya Melissa estaba de vuelta en la casa de los padres de Pablo, pero ese día era diferente y él ya lo había notado. Así que cuando el teléfono sonó repentinamente, interrumpiendo sus pensamientos, no fue de extrañarse. Sabía que era Pablo en el otro extremo de la línea, preocupado por su repentino distanciamiento. Ella tuvo que contener el llanto en su voz mientras le explicaba vagamente que no podrían estar juntos y que era mejor que siguieran caminos separados.
Pablo se quedó en silencio unos momentos, y luego, con voz entrecortada, le preguntó qué estaba pasando. Melissa, luchando contra su propio dolor, optó por no contarle las amenazas de Martin, ni del primer mensaje. No quería que Pablo se involucrara más en ese peligro que lo amenazaba a él y a su familia. El silencio se extendió por la línea telefónica mientras los dos lidiaban con la realidad de su separación forzada. Hubo promesas de esperanza y amor eterno, pero ambos sabían que esta era una situación demasiado peligrosa para desafiarla.
Después de colgar, Melissa dejó caer el teléfono y se hundió en el sofá, incapaz de contener el dolor que la inundaba. Sentía que una parte de ella se apagaba, pero sabía en lo más profundo de su corazón que había tomado la decisión correcta, aunque fuera la más difícil de su vida.
Lud, quien ya se había enterado de todo, toco a su puerta como un salvavidas, literalmente. En sus manos tenía dos boletos de avión y el contrato que había firmado con Alex. Se irían a Nueva York. Antes de partir, se reunió con Don Alfredo, al que no le conto los detalles, pero no hizo falta, el sabía que algo muy fuerte estaba pasando al ella tomar esa decisión, así que le deseo suerte y esperaba verla pronto.
La llegada a Nueva York no fue feliz, o no como a Melu le hubiese gustado. Los días que siguieron se convirtieron en un período de sobrevivencia emocional para ella. Había momentos en los que cuestionaba su elección, preguntándose si estaba sacrificando la felicidad por la seguridad. Pero cada vez que esas dudas afloraban, recordaba las palabras amenazadoras de Martin y su determinación volvía a fortalecerse.
En cada esquina de su vida, Melissa recordaba a Pablo y sus momentos juntos. El dolor de su partida se volvió una presencia constante, pero ella se aferraba a la creencia de que había hecho lo correcto para proteger a quienes amaba, incluso si le costaba su propia felicidad.
Dos meses más tarde, era la primera presentación de Melissa en Nueva York. Ella y Pablo no habían tenido más contacto, solo se había quedado en un bonito y lejano recuerdo, así que ella decidió enfocarse en su carrera.
Las luces brillantes de Broadway iluminaban el cielo nocturno y los corazones de los artistas que anhelaban triunfar en el teatro. Melissa estaba a punto de hacer su debut en esta icónica ciudad y estaba llena de nervios y emoción.
Ese día, el teatro se llenaba de una energía electrizante. Los ensayos y preparativos habían llevado semanas de arduo trabajo, pero finalmente había llegado el momento de presentarse ante el público. Ella se encontraba en su vestuario, mirándose al espejo mientras respiraba profundamente y repetía en su mente todas las palabras de aliento que había recibido de sus seres queridos.
El telón se alzó y Melu apareció en el escenario frente a una multitud expectante. La música comenzó a tocar y ella se dejó llevar por el ritmo, dejando atrás cualquier miedo o duda. La melodía la envolvió como un abrazo cálido y familiar.
Con cada movimiento, se sentía más cómoda en el escenario. Su voz fluía como un río, resonando en cada rincón del teatro. Cada gesto, cada expresión, estaba lleno de pasión y entrega. La audiencia respondía con aplausos y ovaciones.
Mientras cantaba sus canciones, Melu notó cómo su voz era acompañada por los ecos de todos aquellos que habían soñado con estar en su lugar. Sentía una conexión instantánea con el público, compartiendo su amor por la música y el teatro.
Cuando finalmente llegó el último número de la noche, cerró los ojos y se entregó por completo a la música y a las emociones que fluían a través de ella. Las notas parecían elevarse al cielo, alcanzando alturas inimaginables. Cada palabra, cada verso, era una expresión de su amor por el arte y por la oportunidad de estar en ese escenario.
El último acorde sonó y la sala estalló en aplausos. Melissa, con lágrimas en los ojos y una sonrisa radiante, se inclinó ante el público, agradeciendo su apoyo. Había logrado su sueño. Había hecho su primera presentación en Nueva York, cautivando al público y sintiéndose como en casa en el escenario.
Ese día, la confianza y la fortaleza de Melu habían florecido. Sabía que este era solo el comienzo de su carrera en Nueva York, y que había ojos atentos observando su desempeño. Pero, más importante aún, se había dado cuenta de que podía hacer realidad sus sueños, que su pasión era lo que la impulsaba y le daba fuerzas para seguir adelante.
Mientras el telón caía y la multitud vitoreaba, tomó un momento para agradecer el camino que la había llevado hasta allí y para abrazar la dulce sensación de éxito. Ese momento marcaría el comienzo de una nueva etapa en su vida, llena de desafíos, pero también de triunfos y realización. Su sueño se había hecho realidad, y ella estaba lista para enfrentar los desafíos del maravilloso mundo del teatro en Nueva York.
Narra Pablo:
Mi recuperación, que en su momento iba muy bien, comenzó a decaer cuando Melissa se fue. Me sentía traicionado, nunca había esperado que se fuera en el momento que más la necesitaba, pero quería entender el porqué. Cuando regresé al teatro después de un largo reposo, Don Alfredo me contó la buena noticia, había aceptado la propuesta de Alex de irse a Nueva York, cuando tampoco me había hablado de eso, entonces entendí que, aunque yo le había dado mi cien por ciento, solo había recibido migajas de su parte.
-Es la primera función de Melissa- me comentó mi amiga Camila, mientras almorzábamos en su casa, su panza había crecido considerablemente-. Si quieres ir a verla, Jesús y yo tenemos algo para ti.
Me tendió un boleto de avión, la observé anonadado y me negué.
-Ella me quería lejos de su vida, cumpliré con su deseo- respondí.
-Si te retractas, es tuyo.
¿Ir o no ir? Solo tenía pocas horas para decidir. Así que termine aceptando montarme en ese avión. Al llegar a Nueva York, estaba por comenzar la función, tomé asiento y la vi triunfar.
-Te dije que aquí estaría siempre para ti, hermosa.
Fin.