Capítulo 17
Otra noche en el teatro
Narra Melu:
Pablo y yo volvimos de nuestro tan espectacular viaje a la playa, mentiría si dijera que no estaba emocionada por esta nueva relación, principalmente porque era la más sana que había tenido en muchos años. Después de un sueño reparador y mi rutina de skincare, estaba lista para volver a los reflectores. Al llegar al teatro, Don Alfredo me pidió que lo acompañara a su despacho, así que lo seguí sin chistar y como niña buena, me senté frente a él en el escritorio.
-Dígame, Don Alfredo.
-Mi niña, lo estás haciendo maravilloso- comentó, alegre-. Ya vendimos todas las entradas de esta función y de toda la semana, es un aumento increíble.
-No lo puedo creer, es magnífico.
-Así es, no habíamos visto estos números en años Melissa- confesó-. Y significa que podremos desligarnos más rápido de Martin.
-¿Eso es posible?- pregunté.
-Si, a él no le importa realmente el teatro, solo está aquí por ti y por molestar a su hermano, si saldamos la deuda, se ira.
-No será tan sencillo, Don Alfredo… Usted lo dijo, si es por mí, no se ira hasta que acceda a regresar con él.
-A veces, tenemos que dejar de luchar mi niña y entregarle nuestras cargas a Dios.
-Es difícil, porque ya no sé qué más hacer.
-Luchar y resistir, ese es mi consejo.
Cada vez que hablaba con Don Alfredo me hallaba en un trance de reflexionadera profunda, sentía que él era muy sabio y que sus palabras tenían que ser escuchadas con mucha claridad, quizás había un acertijo allí.
Esa misma tarde, Don Alfredo reunió a todo el equipo, donde también se encontraban Pablo, Martin y Wendy. Comenzó la charla dándonos las gracias y contándoles las buenas noticias sobre las entradas vendidas, aunque ya yo tenía la primicia. También nos comentó que había cazatalentos en la zona y debíamos estar atentos porque venían desde la gran ciudad con grandes contratos. Y para finalizar, algo que Pablo no me había comentado, pero se hallaba con una súper sonrisa.
-Hoy también tengo un anuncio que hacer- dijo Don Alfredo-. Ya que esta obra está teniendo un gran impacto, no podemos dejar pasar esta oportunidad y que el teatro gane más fama, no solo con los pueblerinos, sino con las ciudades alrededor, por eso mi buen amigo aquí- señaló a Pablo-, escribió una nueva producción y comenzaremos las audiciones la próxima semana, ya saben que los puestos aquí no son lineales, nadie se quedará con su mismo papel para siempre, a menos que lo merezca. Y en dos semanas ya estaremos dando inicio a los ensayos.
-Excelente- susurró Wendy, con una mirada aterradora. Sabía que quería el papel estelar, pero esta vez lucharía con garras y dientes por él.
Antes de dar inicio a la función, encontré a Pablo y le hice señas para que me siguiera, alejándonos del resto. Nada más de apartarnos, me dejo un pequeño beso en los labios y sonrió.
-No me lo comentaste- dije, refiriéndome al anuncio de Don Alfredo.
-Quería que fuese una sorpresa- confesó, haciendo un puchero-. Te verás hermosa como mi protagonista.
-No estés tan seguro, Wendy luchará por ese papel.
-Y tú también, además estoy muy seguro de que lo obtendrás- dijo, con una sonrisa juguetona.
-¿Por qué?
-Porque la protagonista está basada en ti, tus gestos, tus expresiones, tus muecas, capturé cada segundo contigo en ella- expresó, enamorándome aún más.
-Te amo-. Era la primera vez que lo decía y en realidad, se me había escapado, pero antes de avergonzarme o arrepentirme, ya él me estaba respondiendo.
-También te amo, Melu.
La función fue tan espectacular como las otras, terminamos con aplausos y ovaciones de pie, nos despedimos del público antes de que se cerrara el telón y nos abrazamos al finalizar. En el camerino, mientras me cambiaba, alguien toco la puerta. Termine de amarrar la trenza de mi zapado y me ate el cabello en una cola alta, abrí la puerta y allí estaba la persona que menos quería ver, Martin.
-Hola, Melissa ¿Puedo pasar?- preguntó, sin más remedio me hice a un lado.
-¿Necesitas algo?
-Saber porque no pude localizarte en todo el fin de semana- reclamó, con tono frio, volviendo a recordarme el Martin que siempre había sido.
-No estuve en la zona, es lo único que debes saber.
-Y mi hermano tampoco, que casualidad- murmuró.
-Una casualidad, tú lo has dicho.
Martin se acercó y me tomo del brazo con bastante fuerza bruta, acerco su boca a mi oreja y susurró:
-No juegues conmigo, Melissa. No me quieras ver la cara de estúpido- bufó-. No me quiero enterar de que ustedes andan en algo, porque no la cuentas mujer ¿Me entendiste?
-Sí…sí- respondí, con las lágrimas quemando mi mejilla del dolor y miedo.
-Saldremos mañana, pasaré por ti a las cuatro e iremos a comer. Envíame tu nueva dirección- ordenó.
Martin no sabía dónde vivía, y si se enteraba de que era la vecina de su hermano capaz me mataría.
-No puedo mañana- mentí, claramente se dio cuenta.
-Melissa, estas acabando con mi paciencia- dijo y salió, cerrando de un portazo.
Me quedé recostada en un rincón del camerino por mucho tiempo, sola llorando y queriendo olvidar, principalmente el día en que acepté salir por primera vez con Martin. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando la puerta se abrió nuevamente y apareció un Pablo muy preocupado y serio.
-Aquí esta, Don Alfredo.
Sin preguntarme, los dos me levantaron del piso y me llevaron a una de las sillas, una de las chicas de vestuario me trajo agua y ya como tenía un suéter puesto, nadie noto el hematoma debajo de mi ropa.
-Fue un colapso, quizás por estar bajo mucha presión- mentí, no sabía desde cuando había aprendido a mentir tan bien.
-Llévala a casa hijo- ordenó Don Alfredo a Pablo.
Esa noche no pude pegar un ojo, aunque Pablo estaba dormido a mi lado y me daba paz verlo descansar, también pensaba las muchas cosas que podía hacerle Martin si se enteraba de lo nuestro.
¿Dejaría que eso pasara? ¿Qué le hicieran daño a la persona más buena que había conocido? No, no lo permitiría.
Narra Pablo:
A la mañana siguiente, mis amigos nos invitaron a Melu y a mí a un almuerzo en su casa, ella estaba un poco nerviosa pero la calme, uniendo nuestras manos antes de pasar. Al ver a los niños, su rostro se iluminó y recordé una de nuestras conversaciones.
-¿Te gustaría tener hijos?- pregunté.
-Me encantaría, pero tengo miedo- confesó, con una mueca en el rostro-. Mi relación con mi madre no ha sido buena, tengo miedo de ser como ella.
-Nosotros no debemos ser el reflejo de nuestros padres, hermosa- le aseguré-. Podemos ser mejor si no los proponemos.
-¿Y tú quieres ser padre?
-Lo iba a ser, pero ella lo perdió- le conté, se me hacía tan fácil abrirme a ella.
-Lo siento mucho.
-Yo también, pero sé que ahora la futura madre de mis hijos será mejor- dije, dándole un beso en los labios y luego en la frente-. Te amo, Melu.
-Te amo, Pablo.
De vuelta a nuestra realidad, el almuerzo fue un caos, porque por más lindo que sean los niños, también era difícil ser padres y cuidarlos, pero admiraba la paciencia de mis amigos para hacerlo, esperaba tener la misma cuando me tocara.
Sentados en la sala, con los niños ya dormidos, nos pudimos relajar y comenzar una charla tranquila. Ambos felicitaron a Melissa, por vender todas las entradas y el trabajo magnifico que estaba haciendo, también me felicitaron por la nueva obra que había escrito y que se vaya a realizar en el teatro era el mejor regalo que me podía dar Don Alfredo, mis amigos estaban felices de que por fin en nuestras vidas las cosas estaban saliendo bien. De un momento a otro Camila se levantó del sofá y tomo la mano de Jesús, me sentí confundido, esperando quizás una mala noticia, ¿Todo podía ser color rosa por un poco de tiempo más? ¿Era mucho pedir?
-Estoy embarazada- anunció mi mejor amiga.
-Vaya, ustedes no pierden el tiempo- me reí a carcajadas-. Mentira, felicidades princesa- dije abrazándola y luego a mi amigo-. Felicidades hermano.
Melissa también los felicito, abrazándolos y le hizo muchas preguntas a Camila, desde cómo se había dado cuenta hasta su primera vez con el doctor. Se notaba muy emocionada y melancólica por la noticia, pero sabíamos que debíamos esperar un tiempo prudente, porque teníamos muchos planes antes de traer un bebe al mundo.
Los días pasaron, Melissa estaba muy concentrada en su audición y la obra, así que le di su espacio. Me hallaba en mi departamento, y recibí una visita inesperada.
-Mamá, ¿Qué haces aquí?
-Se cuándo mis hijos me necesitan- comentó. Nos sentamos en el sofá, después de ofrecerle una taza de café que acepto gustosa- ¿Has hablado con tu hermano?
-Muy poco, pero lo prefiero así- confesé.
-Desde que tu hermano está en el teatro ha cambiado, hijo. Esta más despistado, creo que algo allí le afecta.
-¿Y quieres saber si soy yo?- bufé.
-No, sé que es la chica. ¿Nunca dejara a tu hermano en paz? Merece ser feliz.
-Mamá, te amo demasiado, pero no puedo creer que pienses eso- murmuré con amargura-. Martin es el que ha arruinado la vida de Melissa de muchas maneras, te asustarías si conocieras a tu hijo como quien es en realidad.
-Así que es verdad- dijo, observándome de pies a cabeza-. Tu hermano me lo advirtió, pero no creí que fuese verdad.
-¿De qué hablas, mamá?
-Te has liado con ella- aseguró-. Te está usando para lavarte el cerebro y ponerte en contra de tu hermano, ¿no es así? Esa zorra.
-Mamá, vete, por favor-. Su rostro se desfiguro con mi petición.
-Mi hijo nunca me hubiese pedido eso, ya veo que ha hecho muy bien su trabajo la mosquita muerta esa.
-Mi madre nunca hubiese juzgado a alguien sin conocerla.
Sin responder, salió de mi vista. Y me di cuenta del juego que tramaba mi hermano, al hacer creer a todos que Melissa era la mala del cuento, pero me había prometido cuidarla, y lo haría, aunque fuese de mi propia familia.